Continuación del artículo «El largo camino de Israel hacia la guerra de julio de 2006»

El Hezbollah en la mirilla

El espectacular asesinato de Hariri, cometido el 14 de febrero de 2005, y la «revolución de los cedros» que se produjo más tarde dieron lugar –después de las inevitables lágrimas de cocodrilo– a una reacción de euforia entre los dirigentes «demócratas» occidentales. En efecto, dichos acontecimientos les hacían pensar que iba a producirse un efecto de dominó: ante el impulso de la democratización del Líbano, las masas populares iban a sublevarse en Damasco y en Teherán y derrocarían a los regímenes sirio e iraní. Para los señores de la «Internacional democrática», «el nuevo Medio Oriente» se perfilaba ya en el horizonte.

Lo que en realidad sucedió fue que los permanentes –e imperiosos– dictados de la administración de Bush Jr., que exigía la sumisión «democrática» de toda la región, recibieron una primera bofetada ya desde las primeras elecciones «libres y democráticas» en el país del cedro. El 19 de junio de 2005, después de cuatro vueltas, el resultado de las elecciones no complacía en lo más mínimo a Washington y Tel Aviv, a pesar de la victoria de la oposición proestadounidense et antisiria. Para desconsuelo de Israel y de su hermano mayor estadounidense, el Hezbollah «prosirio» -a la vez partido político y milicia armada– y su aliado, el partido chiíta Amal, obtuvieron 35 escaños de diputados de los 128 que cuenta el parlamento libanés, lo cual era un éxito considerable.

Para los emperadores romanos de Washington y sus planes de saqueo sistemático de la región en beneficio de sus propios intereses políticos y económicos, así como para los dirigentes de Tel Aviv, que sueñan con una balcanización de la región bajo la hegemonía de un Gran Israel, el Hezbollah, partido político que defiende el pluralismo, la democracia y la aplicación de reformas económicas y políticas, es una espina clavada en el pie, o algo peor.

Estimulado por su éxito electoral, el partido chiíta incluso reclamó, durante la constitución del nuevo gobierno libanés, la cartera de Relaciones Exteriores. La alarma cundió inmediatamente en Washington, la secretaria de Estado envió a la región a la responsable del Medio Oriente, Elisabeth Dipple, quien voló hacia Beirut, provocando allí la caída del primer gobierno de Siniora. Como los chiítas no soltaban prenda, Dippler tuvo que intervenir de nuevo poco después y recurrir a la amenaza: «Será difícil para Estados Unidos negociar con un ministro de Relaciones Exteriores cercano al Hezbollah.» El presidente Bush y el presidente francés Jacques Chirac exigieron entonces la aplicación de la resolución 1559 de la ONU, que condujo a la salida de las tropas sirias del Líbano y que estipula también el desarme del Hezbollah. Sólo después de la aplicación íntegra de esa resolución, afirmó Chirac, «la comunidad chiíta podrá tomar parte plenamente en la vida política, económica y social del Líbano». [1]

Si las cosas hubiesen funcionado como querían los dirigentes del «País bendecido por Dios», de la «Tierra Santa» así como los de la «Fortaleza Europa», el Hezbollah hubiese sido desarmado desde hacía mucho tiempo. En efecto, ese partido se ha visto marginado por las naciones ya que Estados Unidos la acusan de ser una «organización terrorista», de ser responsable del atentado contra el cuartel general de los marines estadounidenses en el aeropuerto de Beirut (que dejó 242 muertos en 1983) y le atribuye la autoría de numerosos secuestros así como la búsqueda de la erradicación de Israel. Cuando corrió en Beirut el rumor de que el diputado «prosirio» Nabih Berri, líder del partido chiíta Amal –y presidente del parlamento libanés desde 1992– iba a ser mantenido en ese puesto, el vecino del sur montó en cólera. Esa misma noche, una portavoz del ejército israelí anunció a la opinión pública internacional que los sirios habían abierto fuego sobre los soldados israelíes estacionados en las alturas del Golán, al sur de la ciudad de Qunaytra. [Según la misma portavoz,] como nadie había sido alcanzado, «las fuerzas israelíes habían renunciado a responder, para evitar la escalada».

Israël, país que –en franca violación del derecho internacional– ocupó las alturas de Golán durante la Guerra de los Seis Días, presentó inmediatamente una nota de protesta a las tropas de la ONU encargadas de mantener la paz que supervisan desde 1973 la aplicación del cese del fuego entre ambos países. Ese mismo día, un representante del gobierno sirio echó abajo la afirmación de los israelíes: «Es mentira. Varios jóvenes lanzaron fuegos artificiales para celebrar el aniversario de la liberación Qunaytra y el fin de la ocupación israelí.» De hecho, los israelíes se retiraron de esa región en junio de 1974, luego de haber arrasado la ciudad y cerca de 122 poblados sirios.

Este incidente en las alturas de Golán coincidía con el suministro a Siria, por parte de Rusia y por valor de varios centenares de millones de dólares, de misiles rusos tierra-aire de último modelo destinados a la lucha contra helicópteros y contra aviones a baja altitud. La transacción tuvo lugar a causa de los repetidos ataques de la fuerza aérea israelí contra supuestos «blancos terroristas» situados en territorio sirio y de los vuelos, en 2004, de aviones de guerra israelíes sobre el palacio presidencial sirio. Israel y Estados Unidos protestaron inútilmente contra esa transacción y el general Shakedi, jefe de la fuerza aérea israelí, temía que aquellos misiles, que pueden ser disparados por un solo hombre, fuesen puestos a la disposición del Hezbollah libanés o de «organizaciones terroristas» que operan en Irak.

Cuando, a fines de junio de 2005, la fortaleza de concreto armada hasta los dientes en que se convertido Israel comenzó a mover sus blindados y amenazó con emprender una operación militar de envergadura contra Gaza si las organizaciones palestinas Hamas y Yihad Islámica proseguían sus ataques contra Israel, el Hezbollah se convirtió nuevamente en el blanco predilecto de aquellos que, en Estados Unidos y en Israel, sueñan con una conversión democrática por la fuerza para los países árabes de la región. Según ellos, no cabe duda de que esa milicia, creada hace muchísimo tiempo para «liberar Jerusalén», representa la principal amenaza para la estabilidad en el Medio Oriente. Los servicios secretos israelíes afirmaron incluso que «Siria dio luz verde al Hezbollah y a sus aliados palestinos para que atacaran Israel a partir del Líbano.» Por consiguiente, el Hezbollah era responsable de la mayoría de los ataques provenientes de Cisjordania y de la franja de Gaza, ya que facilitaba el transporte de armas y municiones hacia Gaza a partir del Líbano y reclutaba a los autores de los atentados.

El surgimiento del «Partido de Dios» es de hecho consecuencia directa de la invasión del Líbano por el Estado sionista. El pretexto para el ataque de 1982 contra el Líbano fue en efecto la leyenda de que los autores intelectuales del atentado contra el embajador israelí en Londres estaban en el Líbano. Pero el verdadero objetivo de aquella brutal invasión era eliminar la Organización de Liberación de Palestina (OLP) que, bajo la dirección de Yaser Arafat, comandaba desde Beirut la lucha contra Israel, Estado artificial, fundado mediante el uso de la fuerza y espina clavada en la carne de Palestina.

El Hezbollah, creado en aquel entonces con ayuda de Irán y Siria, llamó a los chiítas que vivían en el sur del Líbano a tomar las armas contra la potencia ocupante a cambio de ayuda social para las capas desposeídas y de satisfacer sus necesidades. En respuesta, el entonces ministro de Defensa israelí, Ariel Sharon, redujo Beirut a cenizas y masacró a sangre fría a la población civil palestina. Después de lo cual, las tropas israelíes se replegaron al sur del Líbano, donde fueron blanco durante años de los ataques del Hezbollah. La retirada definitiva de Israel, en el 2000, es celebrada cada año en el seno de ese partido como una victoria personal. Fue precisamente gracias a esa victoria que el Hezbollah pasó a ser la principal fuerza política libanesa y comenzó a realizar sus promesas. Creó redes sociales que se encargaron de las necesidades de más de un millón de libaneses que viven en el límite de pobreza. «Hace mucho que no es un secreto para nadie que nuestras asociaciones humanitarias son financiadas por Irán» declara, en junio de 2005, un vocero del Hezbollah. Y las unidades armadas del partido defienden, con la aprobación del parlamento libanés, las fronteras del sur contra «nuestro enemigo público n°1», o sea Israel.

El 29 de junio, el anuncio oficial de la nominación de Nabih Berri como presidente del parlamento saca de sus casillas a los israelíes, que envían aviones de combate y helicópteros a lanzar cohetes contra blancos situados en la zona fronteriza entre Israel y el Líbano. Según los israelíes se trataba de una respuesta a los disparos de mortero de la milicia del Hezbollah contra la zona ocupada de las «granjas de Cheba», en el triángulo fronterizo entre Siria, Israel y el Líbano. Un soldado israelí y un miliciano del Hezbollah fueron muertos durante esos combates. Según una advertencia de Israel, el Hezbollah estaba tratando de abrir un nuevo frente en el norte de la zona fronteriza. Israel presentó una protesta ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y el embajador israelí ante la ONU, Dan Gillermann, responsabilizó al gobierno libanés por dichos incidentes: «El gobierno de Beirut debe desarmar inmediatamente al Hezbollah.». Al día siguiente, el Consejo de Seguridad se apresuró a exigir al gobierno de Beirut «el cese inmediato de todo ataque desde su suelo». Diputados del Hezbollah ante el parlamento de Beirut presentaron un desmentido y acusaron a Israel de haber violado la frontera: «Por esa razón fueron atacados.»

Ya entonces la intención del gendarme de Estados Unidos, Israel, resultaba clara: Tel Aviv quería presentar a la «comunidad internacional» las actividades supuestamente «terroristas» del Hezbollah y de su cómplice, Siria. El apoyo –proclamado a voz en cuello por el «mundo democrático»– al desarme total de la «milicia» por el bien de Israel sería resultado de un próximo «incidente fronterizo», por muy artificial que fuera. Rumsfeld, el secretario de Defensa estadounidense, era todavía menos favorable al compromiso. A él le parecía más provechoso, según fuentes cercanas a los medios de la «guerra contra el terrorismo», crear «una agitación» en el valle de la Bekaa, cercano a la frontera siria, mediante el posicionamiento de unidades especiales estadounidenses ante las bases militares del Hezbollah con el fin «de provocar a las tropas sirias a comenzar el conflicto, cosa que ciertamente harán si nosotros los provocamos.». El ángel de la muerte estadounidense preveía expulsar después al presidente Assad de su cargo, cortar el apoyo logístico que se supone que Siria preste a la resistencia palestina, confiscar lar armas de destrucción masiva que se encontrarían en Siria y finalmente destruir el Hezbollah para el mayor beneficio de los sionistas [2]. Pero este proyecto de intervención directa estadounidense en el Líbano fue rápidamente desechado.

Atentado frustrado contra el jeque Nasrallah

Sin embargo, una intervención directa de otro género estaba prevista para abril de 2006. Pero los servicios secretos del ejército libanés lograron prevenirla. Durante el primer fin de semana de abril de 2006, el ejército arrestó a nueve «miembros bien entrenados de una red» , 8 libaneses y un palestino, que conspiraban para asesinar al jefe del movimiento chiíta Hezbollah, el jeque Sayyed Hassan Nasrallah. Aquel «grupo de individuos bien organizados, todos profesionales y bien entrenados» había planificado el atentado para el 28 de abril, o sea durante la próxima reunión del «dialogo nacional» que estaba teniendo lugar entre los jefes de las fracciones políticas libanesas rivales.

El general de brigada Saleh Suleiman, vocero del ejército, declaró que el [atentado] estaba «en la etapa de los preparativos» y que no había alcanzado aún la «etapa de la ejecución». El grupo había espiado, desde principios de marzo, todos los movimientos de Nasrallah y estaba equipado con cohetes antitanque que, el día del atentado, hubieran hecho saltar el vehiculo blindado del jefe del Hezbollah. Las autoridades encontraron un importante arsenal que se componía de lanzacohetes, granadas de mano, fusiles de mazorca, metralletas, pistolas y silenciadores así como toda una batería de computadoras y de CDroms.

Según el diario libanés As Safir, estaba previsto que un disparo de cohetes de fabricación estadounidense volara a Nasrallah con su vehiculo blindado, el 28 de abril en Beirut. Según los interrogatorios de los 15 delincuentes arrestados, [interrogatorios] que dirigiera Rashid Mizher, juez militar, por lo menos 90 personas estaban implicadas en los preparativos del crimen. Algunas estuvieron espiando el convoy de Nasrallah durante 40 días, mientras que otras transformaron un garaje en escondite de armas, donde al parecer escondieron cohetes estadounidenses, metralletas rusas y granadas de mano chinas. Los organizadores también trataron de conseguir C4 y otros explosivos ya que planeaban otros asesinatos de personalidades así como atentados dinamiteros, incluso contra mezquitas. Husein Rahal, vocero de la milicia, confirmó estos datos a la AFP.

Los conspiradores –que fueron arrestados cerca del cuartel general del Hezbollah en el sur de Beirut– fueron interrogados primeramente por miembros de los servicios secretos militares, antes de ser puestos a la disposición del juez de asuntos militares. Según algunos informantes libaneses, el lunes siguiente fueron inculpados «por intentos de acciones tendientes a destruir la autoridad del gobierno» y por posesión de armas. Las autoridades prosiguieron la búsqueda de más cómplices y trataron de desenmascarar a los autores intelectuales, o sea «todo Estado o partido que haya financiado, entrenado y equipado la red».

Los arrestos se produjeron poco después de la declaración, en Washington, de la secretaria de Estado de Estados Unidos, Condoleezza Rice, según la cual las relaciones del «Partido de Dios» con Teherán y Damasco «son el problema más importante que los libaneses tienen que enfrentar en este momento.»

Aunque en aquel momento Washington concedió al gobierno libanés un plazo para –como explicara la señora Rice– «que pueda resolver sus problemas internos mediante el diálogo nacional», se mantuvo inconmovible la exigencia del desarme de todas las milicias del país, y del Hezbollah en primer lugar, según la resolución 1559 del Consejo de Seguridad de la ONU.

Eso no impidió que Rice, junto con la fracción del mundo que se fue a la guerra contra el «terrorismo internacional», observara el más profundo silencio sobre el intento de atentado contra el jefe del Hezbollah. Ni la ONU, ni los responsables políticos en ejercicio en Washington o en Bruselas, ni los grandes medios de prensa internacionales tuvieron ni una palabra de elogio o de felicitación para los servicios secretos del ejército libanés por haber desmantelado esta importante red terrorista. Los grandes personajes del mundo político se sentían seguramente incómodos porque aquellos «terroristas» no tenían otro objetivo que el secretario general de la milicia chiíta, o sea el jefe de una organización que todo el mundo sabe que se encuentra en la lista de organizaciones terroristas, la lista que tanto le gusta a George W. Bush [3].

Lo otro que quizás le cortó el aliento a «la Internacional democrática» es la penosa revelación de que los inculpados tenían en su poder permisos de posesión de armas que les habían sido entregados de forma encubierta por el partido en el poder: un ex diputado, miembro de la formación política «Corriente del Futuro» -que dirige Saad Hariri, principal aliado de Estados Unidos e hijo del ex primer ministro libanés asesinado en 2005–, había conseguido a los conspiradores permisos para portar armas de diferentes categorías. Este ex diputado no es otro que Salim Diyab, ex director de campaña de Hariri junior, ex amigo íntimo de Hariri padre y hombre que sigue siendo considerado como el «jefe ofensivo de la rama político-militar» de su partido. Desde julio de 2005, Diyab había ordenado la entrega de armas a sus partidarios. La policía arrestó también a un miembro del Partido Socialista Progresista druso, miembro de la coalición que conformara la Corriente del Futuro. El jefe del Partido Socialista Progresista druso es Walid Joumblatt, el camaleón político libanés, y vitrina de la «revolución democrática», que después del asesinato de Hariri forzó, con el apoyo de Estados Unidos, la realización de «elecciones libres» en el Líbano, las cuales conducirían a la retirada de Siria.

Joumblatt y Hariri junior –que no dejan pasar la menor oportunidad de señalar a Siria como organizadora de los crímenes en el Líbano– se veían así bruscamente implicados en este sucio asunto.

El desmantelamiento de la red terrorista había preservado al país del surgimiento de disturbios políticos internos. Según informaciones que se filtraron provenientes de los círculos de la inteligencia libanesa, el grupo terrorista contaba con el asesinato de Nasrallah para provocar en el país tensiones religiosas de tipo sectario entre sunnitas y chiítas –similares a lo que está pasando en Irak. El presidente Emile Lahoud exigió una investigación exhaustiva y lanzó una advertencia a los enemigos que atentan contra la unidad nacional libanesa. Recordó que Nasrallah, según él, había hecho una contribución esencial a la liberación del sur del Líbano y que siempre ha trabajado por la paz de la nación. El primer ministro Fouad Siniora declaró que «todo proyecto de ese tipo constituía una amenaza para la paz civil». El vocero del parlamento, Nabih Berri, pensaba ya en aquel entonces que Israel estaba detrás del complot para hacer fracasar el diálogo nacional –un Líbano reunificado y pacificado representaba un «peligro» para el enemigo público n°1 en la frontera sur. Berri agregó que el verdadero objetivo de todas esas operaciones era Siria, a la que se trataba de castigar por su apoyo al Hezbollah libanés [4].

Bombas de racimo sobre el Líbano

El domingo 28 de mayo de 2006 un grupo de desconocidos lanzó tres cohetes Katyusha contra un campamento militar israelí, cerca de Sabed, en el norte del país. Aquel ataque, en el que un soldado israelí sufrió heridas leves, llevó la tensión en la frontera entre ambos países a un nivel inédito en años anteriores. Aunque los responsables de las milicias libanesas, entre ellos Sheik Naim Qaouk, representante del Hezbollah chiíta en el sur del Líbano, rechazaron la responsabilidad de aquella acción, el ministro de Defensa israelí, Amir Peretz, declaró que no toleraría «que se dispare contra Israel» y ordenó 8 campañas de bombardeo sobre poblados de las colinas de Nuamah, en el sur de Beirut, y contra campamentos del Frente Popular de Liberación de Palestina (FPLP), cerca de Sultan Yaacoub, en el este del país. Los cazas israelíes llegaron incluso a lanzar cohetes de explosión retardada, con un período de espera de 10 minutos antes de la explosión. Simultáneamente Israel bombardeaba localidades libanesas a lo largo de la frontera, matando a un combatiente palestino y a un miliciano del Hezbollah y causando serios daños a varias casas.

Durante el lunes siguiente se encontraron en las zonas bombardeadas las llamadas «cluster bombs», bombas de racimo o de submuniciones que diseminan pequeños artefactos explosivos sobre una amplia superficie de terreno, aumentando así las probabilidades de que se produzcan «daños colaterales». El uso de dichas bombas constituye una violación del derecho humanitario internacional y está prohibido por la Convención de Ginebra ya que entre el 5 y el 10% de las submuniciones no explota en el momento del impacto y queda activo, representando así un peligro equivalente al de las minas antipersonales durante muchos años. Sus vivos colores y pequeño tamaño las hacen particularmente atractivas para los niños. Unidades del ejército libanés se apresuraron por tanto a neutralizar estos terribles artefactos de guerra israelíes.

La ONU, por su parte, se apresuró ese mismo día no a condenar a Israel por su uso de armas prohibidas por los tratados internacionales sino a sermonear al Líbano por «su ataque contra su vecino israelí»: «Es responsabilidad de las autoridades libaneses el hacer que la Línea Azul (definida por la ONU) sea respetada e impedir todo ataque en esa zona» declaró Milos Strugar, consejero del comandante de la FINUL en el Líbano.

Una fuente anónima echó a rodar el rumor de que la Yihad Islámica palestina había disparado los cohetes para vengar la muerte de uno de sus comandantes, Mahmud Al- Majzoub, muerto el 26 de mayo de 2006 en la explosión de un coche-bomba en la ciudad de Sidón, en el sur del Líbano. El jefe de la Yihad Islámica en el Líbano, Abou Imad Rifai, desmintió ese «rumor mentiroso», acusando a su vez al Mossad al declarar que el atentado «es parte de la escalada de violencia israelí contra el pueblo palestino, y en particular contra la Yihad Islámica».

En Beirut, el gobierno también condenó el atentado afirmando que «lleva el sello de la ocupación israelí». El propio primer ministro Fouad Siniora declaró que «Israel es el principal sospechoso». Resulta especialmente significativo el tipo de bomba con control remoto utilizada en Sidón: 500 gramos de explosivo altamente comprimido que producen el mismo efecto que 5 kilogramos de explosivo convencional. Según los servicios libaneses de seguridad ese tipo de bomba ya había sido utilizado el año anterior en el asesinato del ex jefe del partido comunista libanés George Hawi y el periodista Samir Kassir: «Los fragmentos y perdigones, encontrados en gran cantidad en el lugar de la explosión, demuestran que la bomba era una mina especialmente concebida para asesinatos selectivos, y son idénticos a los encontrados en la escena del atentado contra Hawi y Kassir». En aquel entonces, Shakib al-Aein, jefe de la Yihad Islámica en el sur del Líbano, declaró: «Israel acaba de cometer un error estratégico». Y, en efecto, la ONU investigó también sobre los atentados contra Hawi y Kassir en el marco de la investigación sobre el asesinato del ex primer ministro Rakik Hariri, perpetrado el 14 de febrero de 2005 [5].

Un espejismo creado por los servicios secretos

Después de estos rejuegos, comenzó una nueva fase de la batalla propagandística contra el Hezbollah. Estados Unidos, país que mató a cientos de miles de personas al utilizar las bombas nucleares «Fat Man» sobre Nagasaki y «Little Boy» sobre Hiroshima, había agregado una nueva dimensión a su campaña contra el programa nuclear iraní. A principios de junio de 2006, en Washington, representantes de los servicios secretos expresaban públicamente inquietud ante la posibilidad de que el «Estado renegado» iraní pudiese «en las próximas semanas utilizar las numerosos y amplias redes de la milicia chiíta Hezbollah en el Líbano para realizar ataques contra objetivos occidentales.». Según la Associated Press, los servicios secretos habían «detectado indicios que muestran que agentes encargados de transportar fondos y de reclutar combatientes así como militantes del Hezbollah podrían ser utilizados para prestar ayuda logística en proyectos de atentados contra intereses occidentales». La administración Bush y sus aliados dijeron estar convencidos de que Irán podía ordenar atentados terroristas. Otros «expertos» afirmaban incluso que se había creado una «unidad secreta» del Hezbollah que tenía como único objetivo la eliminación del vicepresidente estadounidense Dick Cheney.

Simultáneamente, la prensa digital Yedioth Internet afirmaba que «Israel ha advertido a los servicios secretos de Europa y Estados Unidos sobre la posibilidad de que células del Hezbollah organicen atentados durante la Copa Mundial de fútbol en Alemania». Según aquella información, Teherán utilizaría esa estrategia para « probar su capacidad de hacer daño a la comunidad internacional y advertirla sobre posibles represalias terroristas si el país fuese atacado militarmente». El diario israelí Ha’aretz afirmaba, por su parte, que el Hezbollah disponía ya de cohetes de 200 kilómetros de alcance y por consiguiente capaces de asestar golpes a todas las grandes ciudades israelíes. El Estado de Israel, única potencia nuclear de la región, se negó a comentar dichas informaciones.

Días después fue la televisión libanesa LBC quien atacó al secretario general del Hezbollah, Hassan Nasrallah. En un «sketch» se le preguntaba a un actor caracterizado como Nasrallah si la milicia aceptaría deponer las armas a cambio de una retirada israelí de la región conocida como «granjas de Chebaa», ocupada por Israel. El falso «Nasrallah» contestaba entonces que no porque las armas serían necesarias después para «liberar la casa de Abu Hassan, en Detroit, de sus vecinos judíos». Miles de chiítas protestaron contra esas calumnias en Beirut, Baalbek, Sidón, Tiro y Nabatiya, incendiaron neumáticos y levantaron barricadas impidiendo el paso, por ejemplo, hacia el aeropuerto internacional de Beirut. El «verdadero» Nasrallah calmó los ánimos pidiendo a los manifestantes que «dejen de manifestar y regresen a sus casas». La estación de televisión LBC fue fundada en 1980 por las Fuerzas Libanesas, conocidas por su estrecha colaboración con Israel durante los 15 años de guerra civil en el Líbano.

Asesinatos por orden del Mossad

En medio de todo esto, una nueva tempestad se desencadenó –una vez más gracias a las investigaciones de los servicios secretos del ejército libanés. La seguridad militar estaba investigando el atentado con coche-bomba cometido en Sidón, el 26 de mayo de 2006, que causó la muerte de un alto responsable de la Yihad Islámica, Mahmud Al-Majzoub, y de su hermano. A mediados de 2006, los servicios secretos libaneses descubrieron una red terrorista creada en el Líbano por los servicios secretos israelíes, red a la que pertenecían los autores del atentado de Sidón. Entre los 7 miembros del grupo que fueron arrestados se encontraba Mahmud Rafé, un libanés de 59 años originario del poblado druso de Hasbaya. Rafé es un gendarme libanés jubilado, ex miembro de las Fuerzas de Seguridad Interna (FSI). Este hombre confesó a la policía que el Mossad lo había reclutado en 1994 y que su grupo había sido entrenado en Israel y equipado con la tecnología más moderna también por el Mossad, que dirigía todas sus operaciones. Entre las demás personas arrestadas se encontraba otro oficial retirado de las FSI, Charbel Samara. Rafé confesó que durante los últimos años había organizado, por cuenta de Israel, varios atentados en el Líbano contra cuadros de la milicia del Hezbollah y contra facciones palestinas prosirias. El asesino también había sido miembro del Ejército del Líbano Sur, milicia creada y armada por Israel durante la ocupación del sur del Líbano, de 1982 al 2000.

Elias Murr, ministro de Defensa libanés, indicó, el jueves 15 de junio de 2006, que un avión israelí había hecho explotar por control remoto el coche-bomba de Sidón: «Las informaciones obtenidas hasta ahora permiten deducir que, muy probablemente, la detonación del coche-bomba fue desencadenada desde un avión israelí que seguía los movimientos del auto en cuestión mediante una cámara de vigilancia instalada en un camión de seguimiento.». El ministro Murr precisó también que «es la primera vez, en 30 años de intervenciones militares israelíes en el Líbano, que se realiza una operación con el uso de tecnología tan sofisticada. Ante tanta supremacía en materia de tecnología terrorista y de explosivos, nadie está seguro en ningún lugar». [6]

El ejército libanés presentó en televisión las pruebas del atentado de Sidón. Entre ellas se encuentra un tipo particular de cámara israelí, permisos para conducir vehículos y documentos de identidad falsificados así como un sistema de aire acondicionado modificado para facilitar el transporte de explosivos y un altoparlante convertido en bomba. El ejército declaró que el grupo terrorista optó finalmente por el uso de una puerta de auto llena de explosivos y que esta fue enviada al Líbano de contrabando.

El ejército libanés precisa además, en su comunicado: «La investigación de la seguridad militar demuestra que esa sofisticada red terrorista estaba en contacto desde hacía varios años con el Mossad israelí y que sus miembros fueron formados por este último, tanto en Israel como en el exterior del país. La red (…) fue equipada por los servicios israelíes con material que permitía la comunicación y la vigilancia discreta así como la identificación de los blancos seleccionados. Hay también documentos falsificados y bolsas con doble fondo.» El Mossad también ponía las municiones.

Además del reciente atentado de Sidón, que había dejados dos muertos, el jefe de la red terrorista confesó el asesinato de los cuadros del Hezbollah Ali Hassan Dieb, cometido en Arba el 6 de agosto de 1999, y Ali Saleh, perpetrado el 2 de agosto de 2003; el asesinato, con un coche-bomba, de Jihad Ahmad Jibril, hijo del comandante del Frente Popular para la Liberación de Palestina, Hamad Jibril; un intento de atentado frustrado por la policía el 18 de enero de 2005 cerca de Al-Zahrani; y finalmente una bomba cerca de Jiss Al-Nameeh, el 22 de agosto de 1999, contra un cuadro del movimiento palestino.

El ministro del Interior se negó, durante su conferencia de prensa, a vincular esta red terrorista con la serie de atentados que sacudió el Líbano después del atentado con bomba contra el ex primer ministro Rafik Hariri, cometido el 14 de febrero de 2005. El propio ministro Murr había sido objeto de uno de esos atentados: en Antelias, en el oeste de Beirut, cuando un auto estacionado al borde de la carretera explotó al paso de su propio auto, hiriéndolo gravemente. Pero, según Murr «no hay por el momento ningún indicio que permita vincular a los sospechosos arrestados (…) y los atentados dinamiteros» ya que, según dijo, «las técnicas de fabricación de las bombas no son las mismas».

Hay que señalar, sin embargo, que, según ciertas fuentes de información en el Líbano, el jefe de la red terrorista, Rafé, confesó haber «desempeñado un papel de apoyo logístico en otras operaciones». Afirmó que, desde la primavera de 2005, había entregado varias bolsas negras que contenían bombas en diversos lugares de Beirut este, en el Monte Líbano y en el sur del Líbano. El ministro libanés del Interior indicó por su parte: «comandos especiales israelíes traían por vía marítima bolsas llenas de explosivos a Rafé, quien las recibía al norte de Beirut».

Rafé afirmó también que, en ciertas acciones criminales, había trabajado con Hussein Khattab, miembro del FPLP. Este palestino, que dirige su propia red y está acusado de haber cometido asesinatos y atentados por cuenta del Mossad, desapareció después y se afirma que está escondido en Israel. Su esposa, quien fue arrestada e interrogada, proporcionó informaciones importantes que, según algunos investigadores, podrían conducir a nuevas pistas en la investigación. Según afirma Rafé, Khattab participó en el atentado cometido en Sidón, el 26 de mayo, y en el coche-bomba del 20 de mayo de 2002 que mató a Jihad Ahmad Jibril, el hijo de Ahmad Jibril, jefe del FPLP Comando General [7].

Hussein Khattab, quien fuera posiblemente reclutado por el Mossad en 1982, cuando se encontraba en una prisión israelí, fue liberado en 1985 como consecuencia de un intercambio de prisioneros y desde entonces trabajaba para los israelíes. Luego del asesinato del hijo de Jibril, el FPLP lo tuvo preso durante 6 meses en Siria (donde esta organización tiene su base) antes de que fuera entregado a la seguridad libanesa. Pero esta última lo dejó en libertad.

Según afirma Nicholas Blanford en un artículo publicado en el Times el 15 de junio de 2006: «las recientes revelaciones sobre redes israelíes de espionaje en el Líbano podrían llevar a sorprendentes implicaciones, tanto en el caso Hariri como en los 14 atentados dinamiteros, asesinatos e intentos de asesinato posteriores a ese hecho e incluidos en la investigación de Serge Brammertz».

«El caso toma un rumbo sorprendente al saberse que Hussein Khattab, miembro palestino de la red de espionaje (…), es también hermano de Cheikh Jamal Khattab, un imam radical sospechoso de haber reclutado combatientes árabes para Al-Qaeda en Irak.» [8]. Ciertos autores utilizaron ese hecho para sugerir que existía una relación entre el Mossad y Al-Qaeda, si es que esta última realmente existe.

Pero existe un vínculo aún más importante por el que habría que interesarse urgentemente –y sobre todo en la investigación sobre la muerte de Hariri. El hermano de Hussein Khattab, el jeque Jamal Khattab, colabora estrechamente con el jeque Abu Obeida. Y Abu Obeida es la persona que ayudó a Abu Adas cuando este último estaba en Ain Al-Hilweh. Y Abu Adas es designado en el primer informe de Mehlis como el kamikaze responsable del atentado contra Hariri.

El propio Mehlis confirma la relación entre Abu Adas y el jeque Abu Obeida. El servicio de seguridad Al-Ahbash ha comprobado que Adas «iba a menudo a Ain Al-Hilweh» a visitar a Abu Obeida, que se desempeñaba como «representante del jefe de Jund Al Sham» y «jefe interino del grupo terrorista Asbat Als Ansar» [9]. El investigador alemán rechazó sin embargo estas informaciones como poco confiables. Pero es precisamente a causa del rechazo por parte de un investigador aficionado como Mehlis, cuyos informes al Consejo de Seguridad de la ONU oscilan entre ficción y realidad, que habría que verificar profundamente esa información.

Para el presidente libanés Emile Lahoud esas revelaciones prueban que «Israel no ha dejado de tratar de sabotear el Líbano». Lahoud declaró que continuarían las investigaciones y que sus resultados serían entregados al enviado de la ONU, Serge Brammertz, quien dirige la comisión investigadora sobre el asesinato del ex primer ministro libanés Hariri y sobre otros 14 atentados terroristas.

El primer ministro libanés Fouad Siniora felicitó a la seguridad militar por haber descubierto las redes del Mossad y afirmó: «Consideramos esas acciones como actos de agresión contra nuestro país». El gobierno de Beirut decidió entonces presentar el caso al Consejo de Seguridad de la ONU, cuando terminara la investigación. El ministro libanés de Relaciones Exteriores, Fawzi Salloukh expresó su esperanza de que el Consejo de Seguridad se ocupara también de «las continuas violaciones del espacio aéreo libanés por aviones de guerra y cazas israelíes utilizados en la planificación de las actividades terroristas contra el Líbano» [10]. En cuanto al ministro libanés de Información, Ghazi Aridi, este habló incluso de que la comunidad internacional, ante «las contundentes pruebas presentadas por su país, condenaría la agresión constante y las belicosas intenciones de Israel.».

Por su parte, las autoridades israelíes, que niegan toda implicación en los atentados del 26 de mayo en Sidón contra el jefe de la Yihad Islámica, se negó a responder a las declaraciones de Rafé. Sólo el diario israelí Jediot Aharonot reclamó la creación de una comisión investigadora sobre el asunto [11].

Meir Dagan, el jefe del Mossad, en la tormenta

Pero el siguiente incidente fue más impresionante todavía. Según el servicio israelí de información Debka File, fue el propio Meir Dagan, antiguo compañero de armas de Ariel Sharon y actual jefe del Mossad, quien reclutó al criminal Rafé. El agente arrestado confesó que el propio Dagan lo había reclutado en 1989 para crear un «centro logístico y de inteligencia que prepararía el terreno para las operaciones israelíes contra los objetivos seleccionados por el Estado hebreo» [12]. En 1981, Meir Dagan, quien era entonces oficial de Tsahal, ocupaba el puesto de comandante del sur del Líbano, ocupado por los israelíes. Dagan había organizado atentados con coches-bomba destinados a la eliminación de cuadros palestinos. Al convertirse en jefe del Mossad, en 2002, se apresuró a aplicar ese mismo método de asesinatos selectivos en el Líbano [13].

Durante sus acciones en el país del cedro, los servicios israelíes ponían especial cuidado en no informar a sus colaboradores libaneses sobre la identidad del verdadero «blanco» de cada operación. El papel de dichos colaboradores consistía «simplemente» en depositar «elementos» en ciertos lugares secretos donde debían recuperarlos, en su debido momento, los «colegas» israelíes. En el caso de Mazoub, por ejemplo, dos agentes del Mossad llegaron con pasaportes falsos por el aeropuerto de Beirut, tres días antes del atentado. Dichos agentes prepararon el coche-bomba en Sidón y salieron del país poco después del «éxito de la operación». Los colaboradores libaneses recibían el «equipamiento» proveniente de Israel por vía terrestre, entre Kfarkila y Chebaa o mediante enlaces marítimos clandestinos. Rafé, entrenado en Israel, estaba en contacto directo con el Mossad desde su casa en Hasbaya y utilizaba comunicaciones codificadas; Israel le había entregado una computadora de último modelo, equipos de grabación y pasaportes falsos, documentos y licencias. Durante los registros, los investigadores encontraron también un aparato electrónico que permitía transmitir las coordenadas de los «blancos» seleccionados a los aviones israelíes.

Los libaneses estaban muy molestos. El 24 de junio de 2006, dos semanas antes del comienzo de la guerra, el ministro libanés de Relaciones Exteriores, Fawzi Salloukh, declaró que «se reservaba el derecho de recurrir al Consejo de Seguridad de la ONU para que este se ocupara del espionaje del Mossad israelí, recientemente descubierto en el Líbano». Salloukh también declaró que quería comunicar al secretario general de la ONU, Kofi Annan, las informaciones recogidas sobre la red israelí de espionaje y las personas implicadas. El ministro estaba furioso porque la ONU no había incluido el caso en su informe mensual. «Este caso es muy peligroso, sobre todo debido a la violación del espacio aéreo libanés por los israelíes.» [14].

Cuando los libaneses tuvieron finalmente el coraje de presentar al Consejo de Seguridad de la ONU una queja contra Israel por «sabotaje continuado y violación de la integridad territorial», el representante de la ONU Gere Pederson, el embajador británico James Watt y el embajador estadounidense en Beirut Jeffrey Feltman corrieron como gallinas ante el zorro y se pusieron a mover los hilos para sacar del lío a su cómplice israelí.

A Feltmann se le ocurrió una idea. Según su visión de las cosas, no fueron «los servicios secretos libaneses sino el Hezbollah» el que «descubrió» la red de espionaje, lo cual significaba «un intento (por parte del Hezbollah) de ir más allá de sus atribuciones en el seno de la coalición gubernamental.». Para el Señor SabeloTodo de Estados Unidos, «ese factor podría tener una influencia negativa en las relaciones líbano-estadounidenses y afectaría también la ayuda militar al país».

Por su parte, David Satterfield, consejero para las cuestiones iraquíes de la secretaria de Estado Condoleezza Rice, llegó incluso a advertirle a Damasco que «la stabilité de la Syrie (!) podría verse amenazada por el extremismo en Irak.». Según Satterfield, el Hezbollah no se conformaba con actuar contra «el enemigo hereditario» israelí en la frontera sur del Líbano sino que también había participado «activamente, al lado de Irán, en acciones violentas (en Irak) que habían causado la muerte de soldados iraquíes, estadounidenses, británicos y de otros países de la coalición. La participación iraní en esta violencia adopta formas múltiples pero su aspecto más nocivo es probablemente la diseminación de artefactos explosivos sofisticados y hay que poner fin a eso.». Satterfield se negó a ofrecer detalles, contentándose con agitar bajo las narices de la «Internacional democrática» la misma afirmación que ya había proferido Dagan: Irán y su «hijo bastardo», el Hezbollah, son los responsables directos del terror y de los atentados dinamiteros en Irak.

A mediados de junio de 2006, durante una conferencia de prensa con el belicoso Donald Rumsfeld, el general George Casey, comandante del ejército estadounidense en Irak, remachó el mismo argumento: «Tenemos indicios de que el Hezbollah está siendo utilizado para ciertas acciones de entrenamiento de los iraníes».

El objetivo de toda esta agitación y de estas elucubraciones estadounidenses era poner freno a las interrogantes cada vez más numerosas en las que se planteaba que, en vez de Siria, podía ser Israel el implicado en el atentado contra el ex primer ministro Rafic Hariri.

Asesinato de Hariri: ¡no ignorar la pista israelí!

El 26 de junio, el autor del presente artículo envió una carta abierta a Kofi Annan, secretario general de la ONU, y a Serge Brammertz, responsable de la Comisión Investigadora Internacional e Independiente de las Naciones Unidas (UNIIIC), encargado de encontrar a los culpables del asesinato del ex primer ministro libanés. La carta les fue entregada directamente y su texto se publicó también en Internet mientras que una traducción al árabe aparecía en primera plana del diario libanés Ad Diyar:

Muy estimados señores:

Gracias al eficaz trabajo investigativo del ejército libanés, la Comisión Internacional e Independiente de las Naciones Unidas (UNIIIC) se encuentra desde hace días en una ventajosa situación que suscitaría la envidia de cualquier investigador criminalístico del mundo que tuviese que resolver un caso cuyos autores son desconocidos. El señor Brammert tiene a su disposición una banda de malhechores detenidos, cuyo interrogatorio permitirá quizás obtener nuevas pistas para aclarar la investigación sobre el crimen cometido contra Rafic Hariri e incluso identificar a sus verdaderos instigadores.

Como usted sabe, la seguridad militar libanesa descubrió recientemente dos redes terroristas instauradas por el Mossad, servicio secreto israelí, y que se dedicaban desde hace años al espionaje, al sabotaje y a [cometer] asesinatos y atentados con coches-bomba en el Líbano, contra palestinos y activistas del Hezbollah. Una de sus más recientes víctimas es Mahmud Majzoub, jefe de la Yihad Islámica, asesinado en mayo pasado en Sidón mediante un coche-bomba. Al parecer fue un avión militar israelí el que detonó la bomba, mediante un láser. Además, la banda confesó, entre otras cosas, el asesinato de los cuadros del Hezbollah Ali Saleh, en 2003; Ali Hassan Dieb, en 1999, y Jihad Jibril, en 2002.

Se ha comprobado que fue Meir Dagan, actual jefe del Mossad, quien reclutó personalmente a uno de los «jefes» de la red terrorista, el druso Mahmud Rafé. Este último confesó haber sido reclutado en 1989 por Dagan para crear un centro de apoyo logístico y de búsqueda de información para preparar el terreno para las operaciones israelíes contra blancos terroristas. Los libaneses estaban encargados de recibir el equipamiento necesario para esas operaciones y de depositarlo en los lugares donde sus «colegas» israelíes pudiesen recuperarlo. De esa forma, en el caso Majzoub, dos agentes del Mossad con pasaportes falsos llegaron a Beirut 3 días antes del atentado. Prepararon el coche-bomba en Sidón antes de salir del país poco después del «éxito» de la operación. Los colaboradores israelíes recibían todo su equipamiento de Israel, mediante un contacto terrestre entre Kfarkila y Chebaa así como por vías marítimas clandestinas. Rafé, entrenado en Israel, estaba directamente en contacto con el Mossad desde su casa en Hasbaya y se comunicaba mediante sistemas codificados; Israel le había entregado una computadora de última tecnología, aparatos de grabación así como pasaportes falsos, documentos y permisos, y otros equipos. Durante el registro, los investigadores también encontraron un aparato electrónico que permitía transmitir las coordenadas de los «blancos» seleccionados a los aviones israelíes. En 1981, Dagan, oficial del ejército israelí, era comandante en el sur del Líbano ocupado y responsable de la campaña de coches-bomba contra jefes palestinos. Cuando, en 2002, se convirtió en jefe del Mossad, reactivó, en el Líbano, ese método de asesinato.

Independientemente de la decisión del Líbano de hacer uso o no de su derecho a presentar una queja contra Israel ante el Consejo de Seguridad de la ONU por «sabotaje continuado y violación de su territorio», es importante que ustedes, señores, actúen sin demora para que no se pierda tiempo y no se perjudique la investigación. La opinión mundial preferiría conocer, hoy mejor que mañana, la verdad sobre los responsables del infame atentado que costó la vida a Rafic Hariri.

Por consiguiente, en nombre también de numerosos amantes de la verdad y de militantes por la paz del mundo entero, les ruego que extiendan el campo de su investigación sobre el asesinato de Hariri y que estudien la hipótesis de una implicación de Israel y del Mossad así como de sus colaboradores locales.

Dado que ese tipo de actos criminales del Mossad –como lo ha demostrado el caso Majzoub– no puede realizarse sin la aprobación del primer ministro israelí, le invito, muy estimado señor Annan, a que permita que la UNIIIC –de ser necesario por resolución del Consejo de Seguridad de la ONU– interrogue a los responsables del gobierno israelí, y en primer lugar al primer ministro Ehud Olmert y al jefe del Mossad, Meir Dagan. En efecto, como lo demuestran las investigaciones de la seguridad militar libanesa, Israel dispone de una amplia experiencia y de un especializado “savoir faire” en la criminal y cobarde actividad de la organización de atentados con el uso de coches-bomba.

Por otra parte, la UNIIC y Serge Brammertz así como los minuciosos investigadores tienen la oportunidad única de lograr penetrar un aparato terrorista que actúa con un nivel logístico y técnico muy elevado, lo cual les permitirá obtener respuesta a numerosos interrogantes que se mantienen abiertas en su investigación –o por lo menos entender mejor y comparar ciertos elementos. Y, sobre todo, descubrir los métodos de alta tecnología utilizados en la ejecución del atentado contra Hariri.

Como se dice en este oficio, sigan el rastro mientras que todavía está fresco.

Claro está, paralelamente a esto deberían verificar si el ambiguo testigo Mohammad Zuheir al-Saddiq, interrogado por Detlev Mehlis, no es también miembro de esta red del Mossad. No olviden que sus muy dudosas declaraciones dieron lugar a que los ex policías Ali Al Hajj, Jamil El Sayyed, Mustafa Hamdan y Raymond Azar estén encarcelados desde 2005 y mantenidos incomunicados… sin que ninguna prueba válida haya sido presentada contra los acusados. Esa situación, y ustedes lo saben por experiencia, es indigna de las democracias europeas. Les ruego que verifiquen sin demora si, además de motivaciones como la venganza política, existen pruebas reales que justifiquen el mantener detenidos a esos hombres. De no ser así, en virtud de los principios de un Estado de derecho, esos cuatro presuntos inocentes deben ser puestos en libertad. De resultar que el derecho libanés no prevé ese tipo de situación, le ruego entonces, señor Kofi Annan, que presione a los responsables libaneses, de ser necesario amenazándolos con una denuncia por posible violación de los derechos humanos.

Les ruego que tengan a bien estudiar sin más demora la hipótesis de una implicación israelí. Esa pista podría resultar la clave de la solución de la investigación sobre el abominable asesinato de Hariri. Les deseo éxito en esta empresa y que, mediante un enfoque objetivo, logren resolver rápidamente el caso y puedan anunciar pronto los resultados a la opinión pública internacional.

Saludos respetuosos

Jurgen Cain Kulbel, Berlín
Autor del libro «Mordakte Hariri. Unterdrückte Spuren im Libanon», marzo de 2006
 [15]

Cuatro días antes del comienzo de la guerra, los agentes del Mossad estaban en estado de alerta

Entretanto, los preparativos israelíes para la guerra habían entrado en su última fase. El 7 de julio, el Daily Star nos informaba que «el ejército israelí se encuentra desde hace dos semanas en estado de alerta máxima» a lo largo de la frontera libanesa «y ha recomenzado sus violaciones del espacio aéreo libanés» [16].

Cuatro días después, el martes 11 de julio de 2006, el boletín informativo del canal televisivo Al Manar anuncia que el gobierno libanés exige del Consejo de Seguridad de la ONU, en Nueva York, una resolución –o como mínimo una declaración– de condena, en nombre del derecho internacional, de las actividades terroristas perpetradas por Israel en territorio libanés desde principios de año. El boletín de Al Manar precisa por otro lado que fuentes diplomáticas anónimas en el Líbano indicaron que «países occidentales ejercen presiones sobre Beirut para que no exija que el Consejo de Seguridad convoque a una reunión sobre las redes del Mossad en el extranjero.» [17]».

El ministerio libanés de Relaciones Exteriores confirmó ese mismo día que «entre los presionaron a los representantes del gobierno libanés» para obligar a Beirut a abandonar sus exigencias al Consejo de Seguridad «se encontraba también el embajador estadounidense Jeffrey Feltman». El ministerio libanés de Relaciones Exteriores prosigue «deplorando que las potencias occidentales practiquen una política de doble rasero pero Beirut continuará exigiendo una reunión del Consejo de Seguridad sobre la cuestión» [18].

Horas más tarde, la milicia del Hezbollah hacía prisioneros a los dos soldados, dando así un pretexto a la máquina militar israelí para desencadenar su inhumana guerra, planificada desde mucho antes, contra el Líbano. Pero, a pesar de los bombardeos, los servicios de seguridad libaneses prosiguieron su trabajo.

El diario Liwaa, publicado en árabe en Beirut, publicaba así, el 27 de julio de 2006, que las autoridades habían arrestado a 53 personas desde el principio de la guerra «por entendimiento con el enemigo y por haberle transmitido información y haber señalado localidades que fueron después atacadas por aviones de combate y barcos de guerra enemigos.». El diario de Beirut Ad Diyyar escribía el día anterior que más de 70 agentes habían sido arrestados hasta ese momento, sospechosos de espionaje a favor del enemigo, 20 de ellos sólo en los barrios periféricos del sur de Beirut.

El domingo anterior, el reputado diario libanés Al Safir había publicado un artículo en el que se relataba que uno «de los responsables de esa red de espionaje» había confesado durante el interrogatorio que «cuatro días antes de la captura de los dos soldados, Israel había puesto a todos sus agentes en alerta máxima y había dado órdenes y tecnología a los agentes durmientes para que vigilaran los diferentes centros así como las oficinas del partido Hezbollah en todo el territorio, pero sobre todo en la periferia sur de Beirut».

Según ese mismo diario, una «personalidad de alto nivel en los servicios secretos israelíes» habría proporcionado información sobre «una red que se extendía sobre el territorio libanés, compuesta de numerosos agentes israelíes en Beirut y en el sur del Líbano, y activa desde hace muchos años». La policía libanesa habría arrestado a un «israelí que habría confesado haber marcado varios edificios en Beirut con un polvo fosforescente para que la aviación israelí los localizara y bombardeara con precisión. Este agente habría conducido también a la policía a escondites que contenían aparatos sofisticados y equipos de espionaje». El artículo prosigue diciendo que «los miembros de esta red tenían acceso a tecnología sofisticada y aparatos de comunicación de última generación que permitían identificar con precisión blancos [situados] en la periferia sur de Beirut, marcarlos y guiar a los bombarderos israelíes hacia esos blancos.». La cadena de televisión Al Arabija ya había anunciado, el 20 de julio de 2006, que los espías habían preparado los bombardeos, incluso antes del comienzo de las hostilidades, al comunicar al ejército israelí «informaciones sobre blancos libres. Según el diario Liwaa, los agentes israelíes también utilizan pintura fosforescente para facilitar la labor de los pilotos de los bombarderos.»

En los círculos de la inteligencia se estima que «las confesiones de los sospechosos arrestados en los últimos días podrían permitir el descubrimiento de cierta cantidad de células israelíes de espionaje en el Líbano». Se sabe, por fuentes informadas, que « la envergadura de las acciones realizadas por la red de espionaje descubierta durante los últimos días sobrepasa ampliamente a todas las demás redes descubiertas hasta ahora.» Por supuesto, hasta ahora el ejército israelí se ha negado a comentar el tema.» [19]

En conclusión

A pesar de la inhumana guerra de Israel contra el Líbano y de las investigaciones de las autoridades libanesas sobre la envergadura de las actividades criminales del Mossad en el país del cedro, los «líderes democráticos» del mundo occidental se siguen negando tan siquiera a tomar en cuenta la hipótesis de que el Estado de Israel pueda estar implicado en el asesinato de Hariri y en la campaña de atentados que estremeció posteriormente el Líbano.

El presidente francés Jacques Chirac, cuyo intelecto aparentemente se niega incluso a considerar los resultados de las investigaciones de los servicios de policía libaneses, siguió proclamando, en plena guerra, que Siria tenía que aceptar participar en la investigación sobre los autores del atentado contra Hariri –es indudable que hablaba también a nombre de sus compadres de Inglaterra, Estados Unidos e Israel, entre otros.

Y su ministro de Relaciones Exteriores, Philippe Douste-Blazy, advirtió a Siria, el 25 de agosto de 2006, ante los micrófonos de la radio RTL, que «no explote el conflicto israelí-libanés para tratar de regresar a la comunidad internacional y abstenerse de participar en la investigación (sobre el asesinato de Hariri)» [20].

¿Qué conclusión se puede sacar de todo esto? Que, a pesar de tener las manos cubiertas de sangre, Israel sigue siendo considerado inocente. Y que sus cómplices están en los palacios presidenciales de Europa y del otro lado del Atlántico, donde fingen creer en la democracia.

[1«Hisbollah im Visier der États-Unis und Israels», por Jurgen Cain Kulbel, Nenes Deutschland, 7 de julio de 2005.

[2«Quo vadis, Hisbollah?», por Jurgen Cain Kulbel, Junge Welt, 20 de julio de 2005.

[3«Attentat vereitelt», Jurgen Cain Kulbel, Junge Welt, 12 de abril de 2006.

[4«Im Terrorsumpf», Jurgen Cain Kulbel, Junge Welt, 19 de abril de 2006.

[5«Israelischer Bombenterror», por Jurgen Cain Kulbel, Junge Welt, 31 de mayo de 2006.

[6«Israeli Plane Detonated Bomb That Killed Two Islamic Djihad Officials, Defense Minister Says», An Nahar, 16 de junio de 2006.

[7«Beirut steps up search for head of terror group tied to Mossad», por Karine Raad, Daily Star, 20 de junio de 2006.

[8«Lebanon exposes deadly Israeli spy ring», por Nicholas Blanford, Times, 15 de junio de 2006.

[9«Jund al-Sham and Mossad?», por Ahmed Abu Adas, 16 de junio de 2006.

[10«Lebanese demand UN action on Mossad cell», por Rym Ghazal, Daily Star, 17 de junio de 2006.

[11«Haftbefehl für Mossad-Terroristen», por Jurgen Cain Kulbel, Junge Welt, 14 de junio de 2006.

[13«Mossad’s new chief revives Israel’s death squads», por Ed Blanche, Daily Star, 24 de mayo de 2003.

[15carta publicada el 2 de julio de 2006 en primera página del diario libanés Ad Diyar.

[16«Jewish state maintains ’high alert’ on Lebanese border», por Nada Bakri, Daily Star, 7 de julio de 2006.

[18«USA und Frankreich schützen Mossad», por Jurgen Cain Kulbel, Junge Welt, 14 de julio de 2006.

[19«Vorhut der Invasoren», por Jurgen Cain Kulbel, Junge Welt, 28 de julio de 2006.

[20«France Warns Syria Against Using Lebanon to Shun Hariri Probe», An Nahar, 25 de agosto de 2006.