Cuando la crisis económica se expande por el mundo, factores decisivos para la vida en la Tierra, como el cambio climático, agudizan carencias, tornan más insegura la existencia humana y hacen más difícil pronosticar el futuro.
La Cumbre del Milenio aprobó en Naciones Unidas, en septiembre de 2000, “garantizar la sostenibilidad del medio ambiente” y para ello propugnó incorporar los principios del desarrollo sostenible en políticas y programas nacionales y reducir la pérdida de recursos del medio natural.
También acordó que para 2010 se reduzca y ralentice considerablemente la pérdida de diversidad biológica y disminuir a la mitad, para 2015, las personas sin acceso al agua potable y a servicios básicos de saneamiento.
El séptimo objetivo de desarrollo comprendía asimismo haber mejorado considerablemente, para 2020, la vida de al menos 100 millones de habitantes de barrios marginales.
Hoy se entiende, sin embargo, que el calentamiento global provocará grandes migraciones de personas para escapar de inundaciones o sequías, y simultáneamente habrá una incierta producción de alimentos y creciente carencia de agua.
De ello se derivarían una mayor inestabilidad social y potenciales conflictos bélicos, lo que afectaría el bienestar de cada hombre, mujer y niño en todas las regiones y países del mundo.
De acuerdo con estudios de la NASA (National Aeronautics and Space Administration) estadunidense, grandes ciudades, algunas consideradas símbolos del desarrollo humano, como Londres y Nueva York, sufrirán impactos de huracanes y grandes inundaciones y algunas islas podrán desaparecer por el aumento del nivel del mar.
Personalidades mundiales consideran que estamos en un momento definitorio en la historia del mundo, cuando la recesión global es mucho peor que las antes vistas y se augura que posiblemente la demanda mundial de energía dispare de nuevo los precios del petróleo.
El Papa Benedicto XVI aseguró, el 28 de mayo en el Vaticano, que la crisis económica mundial “puede transformarse en una catástrofe humana para los habitantes de numerosos países frágiles”, por lo que hace falta un espíritu de “solidaridad global verdaderamente asumida” por las naciones más ricas.
Añadió que resulta urgente tomar renovada conciencia del combate que debe llevarse a cabo, de manera eficaz, para establecer una paz auténtica, con vista a construir un mundo más justo y próspero para todos, ante la crisis social y económica global.
Coincidió con especialistas en que ocurrirá una mayor reducción de las transferencias de fondos enviadas a familiares, en sus países de origen, por los trabajadores emigrados, víctimas de la recesión que aflige también a las naciones que los han acogido”.
Se añade asimismo la situación del agua potable, un recurso limitado en peligro, debido al rápido aumento de la población y a las consecuencias del cambio climático, como advirtió el Fondo de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO, por sus siglas en inglés) en un informe difundido el 12 de marzo en Nueva York.
Según el documento El agua en un mundo en cambio, el desarrollo poblacional, la economía, el estilo de vida y el patrón de comportamiento son los principales factores que inciden en su consumo, en un mundo cuya población crece anualmente en casi 80 millones de habitantes.
Solamente éstas requieren 64 mil millones de metros cúbicos de agua adicionales a los 5 mil 440 mil millones de metros cúbicos estimados para los casi 6 mil 800 millones de pobladores actuales del planeta.
Se estima que la población mundial ascenderá a 7 mil millones en un año tan próximo como 2012 y a 9 mil millones en 2050, por lo que las necesidades de agua crecerán proporcionalmente.
De la equiparación social pende el mundo y al comparar la utilización del agua en relación con las costumbres alimenticias, la UNESCO consideró que un chino ingería en 1985 sólo 20 kilogramos de carne y hoy consume más de 50.
El Foro Humanitario Global (GHF), con sede en Ginebra, advirtió el 29 de mayo pasado que los desastres naturales, las hambrunas y enfermedades provocadas por el cambio climático causan anualmente, en forma directa, la muerte de unas 315 mil personas y afectan al menos a 325 millones de humanos en el mundo.
Se teme, sin embargo, que para 2030 los fallecimientos provocados por esta situación asciendan al medio millón de personas; y los afectados globalmente, a 1 mil 340 millones en total, equivalentes al 20 por ciento de la población mundial.
Las pérdidas económicas actuales se estiman en unos 125 mil millones de dólares cada año y podrían llegar a 340 mil millones en las dos décadas próximas, según el estudio del GHF, presidido por Kofi Annan, exsecretario general de la Organización de las Naciones Unidas.
Según éste, el calentamiento del planeta resulta el mayor desafío emergente de nuestra época, es causa del sufrimiento de cientos de millones de personas y se señala como responsable de una crisis silenciosa que genera desnutrición, enfermedades y catástrofes naturales.
Si esto no se resuelve, la perspectiva es la migración, el hambre y las enfermedades masivas, añadió.
De igual forma, 20 premios Nobel convocados para el St. James’s Palace Nobel Laureate’s Symposium, en Londres, afirmaron el 19 de mayo que para diciembre, en la cumbre sobre el clima programada para Copenhague, será necesario un compromiso de que las emisiones se reduzcan a la mitad para 2050.
Cómo lograrlo en un mundo en crisis y polarizado, donde los pobres requieren desarrollarse y los ricos no comparten adecuadamente sus ventajas, es un dilema del presente y no una hipótesis para el futuro.
Se estima que al final de 2009 habría hasta 250 millones de desempleados, equivalentes a varias decenas de millones más que el año anterior; otros 104 millones de hambrientos y un incremento aproximadamente igual de humanos en la extrema pobreza.
No se reducen a la mitad las proporciones de personas que padecen hambre o reciben menos de un dólar diario ni aumentan el pleno empleo productivo y el trabajo digno para todos sin discriminación.
Tampoco se completa el ciclo de enseñanza primaria sin desigualdad ni se reduce la mortalidad infantil ni mejora la salud materna y se auguran graves efectos por el virus de inmunodeficiencia humana (VIH-SIDA).
De tal modo, los resultados necesarios se alejan, el tiempo se acorta y los modestos Objetivos del Milenio se avizoran incumplibles.
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