El 12 de mayo de 1960 se produjo el “entierro simbólico” del Diario de la Marina, periódico fundado en 1844, que se caracterizó por su línea editorial antinacional y conservadora, siempre al servicio de las peores causas.
Al acto, efectuado en la escalinata de la Universidad de La Habana, asistieron más de 100 mil capitalinos, tuvo varios oradores e hizo las conclusiones el entonces comandante Raúl Castro.
Dos días antes, al sabotear los teletipos por personal plegado a la empresa y abandonar el diario su director José Ignacio Rivero (Pepinillo) los obreros gráficos y algunos periodistas asumieron la responsabilidad de la edición.
El periódico había adoptado una conducta hostil hacia la Revolución desde el momento de la toma del poder por el pueblo. Llenaba sus páginas de noticias calumniosas, falseada y sus editoriales y comentarios eran francamente tendenciosos. Dato curioso: en fecha tan temprana como febrero de 1959, publicaron la primera caricatura abiertamente contraria a la Revolución.
Era la posición que asumiera desde su aparición en el siglo XIX, entonces de franco respaldo a los colonialistas españoles frente a las fuerzas del Ejército Libertador y hasta llegó a festejar la caída en combate del Mayor General Antonio Maceo.
Durante la dictadura pro imperialista de Fulgencio Batista, estuvo abiertamente a su servicio. El jefe de redacción era el connotado periodista Gastón Baquero, miembro del Consejo Consultivo del gobierno tiránico, quien recibía del régimen 18 mil pesos mensuales.
Años después, en entrevista publicada en el libelo de la mafia cubano-americana, El Nuevo Herald, Rivero reveló parte de lo que pretendía al abandonar el diario. El plan era crear el movimiento cívico nacional de oposición con el concurso de las personalidades más representativas de la sociedad civil cubana: hacendados, colonos, industriales, comerciantes, banqueros, médicos y otros.
En una palabra, movilizar a las entonces llamadas “fuerzas vivas”, para hacer el trabajo sucio de la CIA y de los grupos, como el de los batistianos, que se habían reunido en Miami.
Desde entonces, y mucho antes, se escudaban en la llamada libertad de prensa y en la pretendida defensa de los derechos humanos, para hacer el juego a quienes quieren retrotraer el curso de la historia e impedir la liberación de los pueblos.
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