Señor Presidente de la Cámara de Representantes,
Señor Vicepresidente,
miembros del Congreso,
distinguidos invitados y conciudadanos:
El mes pasado, visité la Base Aérea Andrews y les di la bienvenida a casa a algunas de nuestras últimas tropas que lucharon en Irak. Juntos, ofrecimos un saludo final y con orgullo a la bandera bajo la cual pelearon más de un millón de nuestros compañeros estadounidenses — y algunos miles dieron sus vidas.
Nos reunimos esta noche sabiendo que esta generación de héroes ha aumentado la seguridad y el respeto de los Estados Unidos alrededor del mundo. (Aplausos.) Por primera vez en nueve años, no hay estadounidenses luchando en Irak. (Aplausos.) Por primera vez en dos décadas, Osama bin Laden no es una amenaza para este país. (Aplausos.) La mayoría de los lugartenientes principales de al Qaeda han sido derrotados. El impulso del Talibán se ha frenado, y algunas tropas en Afganistán han comenzado a regresar a casa.
Estos logros son un testamento del valor, la generosidad, y el trabajo en equipo de las fuerzas armadas de los EE.UU. En un momento en que demasiadas de nuestras instituciones nos han defraudado, exceden todas las expectativas. No están guiados por su ambición personal. Tampoco se obsesionan con las diferencias entre ellos. Se concentran en la misión que tienen por delante. Y trabajan juntos.
Imagínense lo que podría lograrse si siguiéramos su ejemplo. (Aplausos.) Piensen en los Estados Unidos que tenemos a nuestro alcance. Un país que lidere el mundo en la educación. Un país que atraiga a una nueva generación de empleos de manufactura de alta tecnología y trabajos que paguen buenos salarios. Un futuro en el que estemos en control de nuestra propia energía, y en el que nuestra seguridad y prosperidad no estén tan vinculadas a lugares inestables del mundo. Una economía construida para perdurar, donde el trabajo duro logra resultados y donde la responsabilidad se recompensa.
Podemos lograrlo. Sé que podemos, porque lo hemos hecho anteriormente. Al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando otra generación de héroes regresó a casa procedente de la guerra, crearon la economía y la clase media más sólidas que el mundo hubiese conocido jamás. (Aplausos.) Mi abuelo, que era veterano del ejército de Patton, tuvo la oportunidad de estudiar en la universidad bajo la ley de reajuste de los soldados conocida como GI Bill. Mi abuela, que trabajó en una fábrica de bombarderos, fue parte de la fuerza laboral que produjo los mejores productos del mundo.
Ellos dos compartieron el optimismo de una nación que había triunfado sobre una gran depresión económica y el fascismo. Entendían que eran parte de algo más grande; que estaban contribuyendo a una historia de éxito que todos los habitantes del país tuvieran la oportunidad de compartir — la promesa básica de los EE.UU. que si uno trabajaba duro, podía ganar lo suficiente para criar a su familia, ser dueño de su casa, enviar a sus hijos a la universidad, y ahorrar un poquito para su jubilación.
El tema clave de nuestros tiempos es cómo mantener viva esa promesa. Ningún otro problema es más urgente; ningún debate es más importante. Podemos conformarnos con un país donde un número cada vez menor de gente tiene mucho éxito, mientras que más estadounidenses apenas cubren sus gastos, o podemos crear una nación donde todos tengan una oportunidad justa, y donde todos hagan lo que les corresponde, y todos se rijan por las mismas reglas. (Aplausos.) Lo que está en juego no son los valores Demócratas ni Republicanos, sino los valores estadounidenses. Y tenemos que recuperarlos.
Recordemos cómo llegamos a esto. Mucho antes de la recesión, los empleos y la manufactura comenzaron a abandonar nuestro país. La tecnología hizo a los negocios más eficientes, pero también hizo obsoletos algunos empleos. La gente en la cima económica vio un aumento de sus ingresos sin precedentes, pero la mayoría de los estadounidenses trabajadores sufrió para hacerle frente a costos que iban en aumento, cheques de cobro que no aumentaban, y una deuda personal que seguía creciendo.
En 2008, la casita de papel se derrumbó. Supimos que se le vendieron hipotecas a gente que no podía pagarlas o no podía entenderlas. Los bancos hicieron apuestas gigantescas y dieron bonificaciones con el dinero de otra gente. Los reguladores habían hecho la vista gorda, o carecían de autoridad para ponerle fin al comportamiento deplorable.
Eso estuvo muy mal. Fue irresponsable. Y sumió a nuestra economía en una crisis que dejó sin trabajo a millones, nos sobrecargó con más deudas, y dejó a gente inocente y trabajadora cargando el muerto. En los seis meses antes de que yo asumiera la presidencia, perdimos casi 4 millones de empleos. Y perdimos otros 4 millones antes de que nuestras políticas entraran en pleno vigor.
Ésos son los hechos. Sin embargo, éstos también lo son. En los últimos 22 meses, los negocios han creado más de 3 millones de empleos. (Aplausos.)
El año pasado, crearon la mayor cantidad de empleos desde el 2005. Las empresas manufactureras de EE.UU. están contratando nuevamente, creando empleos por primera vez desde fines de la década de 1990. Juntos, hemos acordado recortar el déficit más de $2 billones. Y hemos establecido nuevas reglas para responsabilizar a Wall Street, de manera que nunca más ocurra una crisis como ésta. (Aplausos.)
El estado de nuestra Unión se está fortaleciendo. Hemos llegado demasiado lejos para echarnos atrás ahora. Mientras yo sea Presidente, colaboraré con todos en esta cámara para aprovechar y a afianzar este impulso. Pero tengo la intención de combatir la obstrucción con la acción, y me opondré a cualquier esfuerzo encaminado para regresar a las mismas políticas que nos condujeron a esta crisis económica en primer lugar. (Aplausos.)
No, no regresaremos a una economía debilitada por la exportación de los trabajos, deudas incobrables, y ganancias financieras ficticias. Esta noche, quiero hablar sobre cómo vamos adelante y presentar un plan específico para una economía construida para perdurar — una economía construida sobre la manufactura de los EE.UU., la energía de los EE.UU., la capacitación de los trabajadores de los EE.UU., y una renovación de los valores de los EE.UU.
Ahora, este plan específico comienza con la manufactura de los EE.UU.
El día que asumí la presidencia, nuestra industria automovilística estaba al borde del colapso. Incluso algunos dijeron que debíamos dejarla morir. Con un millón de empleos en juego, me negué a permitirlo. A cambio de ayuda, exigimos responsabilidad. Logramos que los trabajadores y los fabricantes de autos resolvieran sus diferencias. Logramos que la industria se reacondicionara y se reestructurara. Hoy en día, General Motors nuevamente está en la cima como el primer fabricante de autos del mundo. (Aplausos.) Chrysler ha crecido más rápido en los EE.UU. que cualquier otra compañía importante de autos. Ford está invirtiendo miles de millones en plantas y fábricas en los EE.UU. Conjuntamente, la industria completa aumentó casi 160,000 empleos.
Nosotros apostamos por los trabajadores estadounidenses. Apostamos por la ingeniosidad estadounidense. Y esta noche la industria automovilística americana ha renacido. (Aplausos.)
Lo que está sucediendo en Detroit puede suceder en otras industrias. Puede suceder en Cleveland y en Pittsburgh y en Raleigh. No podemos traer de vuelta todos los trabajos que abandonaron nuestro país. Pero, en este momento, se está encareciendo hacer negocios en lugares tales como China. Mientras tanto, EE.UU. es más productivo. Hace unas cuantas semanas, el Director Ejecutivo de Master Lock me dijo que actualmente tiene sentido comercial que él traiga de vuelta empleos. (Aplausos.) Ahora, por primera vez en 15 años, la planta sindicalizada de Master Lock en Milwaukee está funcionando a toda capacidad. (Aplausos.)
De manera que tenemos una tremenda oportunidad, en este momento, de traer de vuelta la manufactura. Pero tenemos que aprovecharla. Esta noche, mi mensaje a los líderes de negocios es sencillo: Pregúntense lo que ustedes pueden hacer para traer empleos de vuelta a su país, y su país hará todo lo posible para ayudarlos a que tengan éxito. (Aplausos.)
Debemos comenzar con nuestro código tributario. Actualmente, las compañías reciben ventajas impositivas por trasladar empleos y ganancias al extranjero. Mientras tanto, las compañías que optan por permanecer aquí pagan una de las tasas de impuestos más altas del mundo. Eso no tiene sentido, y todos lo saben. Así es que cambiémoslo.
Primero, si usted es un negocio que quiere subcontratar empleos en el extranjero, no debe recibir una deducción de impuestos por ello. (Aplausos.) Ese dinero debe usarse para cubrir los gastos de mudanza de las compañías como Master Lock que deciden traer los empleos de vuelta a casa. (Aplausos.)
Segundo, ninguna compañía estadounidense debe poder evitar pagar la parte que le corresponde de impuestos debido al traslado de empleos y ganancias al extranjero. (Aplausos.) De ahora en adelante, toda empresa multinacional debe tener que pagar un impuesto mínimo básico. Y hasta el último centavo debe usarse para reducirles los impuestos a las empresas que opten por permanecer aquí y contratar aquí en Estados Unidos. (Aplausos.)
Tercero, si usted es una empresa manufacturera estadounidense, debe recibir un recorte mayor de impuestos. Si es una empresa manufacturera de alta tecnología, deberíamos duplicar la deducción de impuestos que usted recibe por fabricar aquí sus productos. Y, si quiere mudarse a una comunidad que sufrió un grave impacto cuando alguna fábrica se marchó de allí, usted debe recibir ayuda para financiar una nueva planta, equipo, o capacitación para los nuevos trabajadores. (Aplausos.)
Así que mi mensaje es sencillo. Es hora de dejar de recompensar a los negocios que envíen empleos al extranjero, y comenzar a recompensar a las compañías que creen empleos aquí mismo en los EE.UU. Envíenme esas reformas fiscales, y yo las firmaré de inmediato. (Aplausos.)
También estamos facilitándoles a las empresas de los EE.UU. la venta de sus productos en todas partes del mundo. Hace dos años, fijé una meta de duplicar las exportaciones de EE.UU. durante un período de cinco años. Con los acuerdos comerciales bipartidistas que hemos promulgado, estamos en vías de cumplir dicha meta antes de lo proyectado. (Aplausos.) Y pronto habrá millones de nuevos clientes de productos de Estados Unidos en Panamá, Colombia y Corea del Sur. Pronto, habrá nuevos autos en las calles de Seúl importados de Detroit, Toledo, y Chicago. (Aplausos.)
Iré a cualquier lugar del mundo para abrir nuevos mercados para los productos de los Estados Unidos. Y no me mantendré al margen cuando nuestra competencia no se rija por las reglas. Hemos iniciado casi el doble de los casos comerciales contra China que los iniciados por la administración — anterior, y ha tenido efecto. (Aplausos.) Más de mil estadounidenses tienen trabajo hoy porque detuvimos un gran aumento en el consumo de llantas chinas. Pero tenemos que hacer más. No está bien que otro país permita la piratería de nuestras películas, música y software. No es justo que las empresas manufactureras extranjeras nos lleven ventaja sólo porque tienen numerosos subsidios.
Esta noche, estoy dando a conocer la creación de una Unidad de Cumplimiento de las Reglas Comerciales que será responsable de la investigación de prácticas comerciales injustas en países tales como China. (Aplausos.) Habrá más inspecciones para impedir la entrada de productos falsos o dañinos a nuestro país. Y este Congreso debe cerciorarse de que ninguna compañía extranjera tenga ventaja sobre la manufactura estadounidense en lo que respecta a obtener financiamiento o incursionar en nuevos mercados tales como Rusia. Nuestros trabajadores son los más productivos del mundo y, si hay igualdad de circunstancias, les prometo — EE.UU. siempre logrará ganar. (Aplausos.)
También oigo que muchos líderes empresariales que quieren contratar en los Estados Unidos, pero no pueden encontrar trabajadores que tengan las habilidades necesarias. Las industrias en crecimiento en las ciencias y la tecnología tienen dos oportunidades de trabajo por cada trabajador disponible para hacer el trabajo. Analicen esa situación: oportunidades de trabajo en un momento en que millones de estadounidenses están buscando trabajo. Eso es imperdonable. Y sabemos cómo solucionarlo.
Jackie Bray es madre soltera de North Carolina que perdió su empleo como mecánica. Entonces Siemens abrió una fábrica de turbinas de gas en Charlotte, y creó una sociedad con el Central Piedmont Community College. La compañía ayudó a dicha escuela a diseñar cursos de capacitación de láser y robótica. Le pagó los estudios a Jackie, y luego la contrató para ayudar a operar su planta.
Quiero que todo estadounidense que esté buscando trabajo tenga la misma oportunidad que tuvo Jackie. Únanse a mí en un compromiso nacional para capacitar a 2 millones de estadounidenses con las habilidades que los llevarán directamente a conseguir empleo. (Aplausos.) Mi gobierno ya ha hecho arreglos con otras compañías que quieren ayudar. Existen sociedades modelo que ya están funcionando entre empresas como Siemens y universidades comunitarias en lugares como Charlotte y Orlando y Louisville. Ahora, es necesario darles a más universidades comunitarias los recursos que necesitan para convertirse en centros comunitarios de carreras — lugares que le impartan a la gente las habilidades que las empresas están buscando ahora mismo, desde la administración de datos hasta la manufactura de alta tecnología.
Y quiero simplificar el laberinto de programas confusos de capacitación, de manera que, a partir de ahora, la gente como Jackie tenga un programa, un sitio web, y un lugar para buscar toda la información y la ayuda que ellos necesitan. Es hora de convertir nuestro sistema de desempleo en un sistema de re-empleo que ponga a la gente a trabajar. (Aplausos.)
Estas reformas ayudarán a la gente a conseguir empleos que estén disponibles hoy. Pero para prepararse para los empleos de mañana, nuestro compromiso con la capacitación práctica y la educación tiene que comenzar mucho antes.
Por menos del 1 por ciento de lo que nuestro país gasta en educación todos los años, hemos convencido a casi todos los estados del país a que eleven sus expectativas de instrucción y aprendizaje — la primera vez que esto sucede en toda una generación.
Sin embargo, nos quedan otros desafíos. Y nosotros sabemos cómo solucionarlos.
En un momento en que otros países están redoblando la educación, los presupuestos limitados han obligado a los estados a despedir a miles de maestros. Sabemos que un buen maestro puede aumentar en más de $250,000 el ingreso de un salón de clase de estudiantes durante su vida. Un gran maestro puede ofrecerle un escape de la pobreza a un alumno que sueña más allá de sus circunstancias. Toda persona en esta cámara puede indicar un maestro que cambió la trayectoria de su vida. La mayoría de los maestros trabajan incansablemente, con un sueldo modesto, a veces usando sus propios recursos para comprar útiles escolares — sólo para tener influencia decisiva.
Los maestros son importantes. Así es que, en lugar de reprocharlos, o de defender el statu quo, ofrezcámosles un trato a las escuelas. Démosles los recursos para mantener a los buenos maestros empleados, y recompensemos a los mejores. (Aplausos.) Y a cambio de ello, ofrezcámosles flexibilidad: de enseñar con creatividad y pasión, de dejar de enseñar con el fin de pasar exámenes; y reemplazar a los maestros que simplemente no estén ayudando a los muchachos a aprender. Eso es un trato que vale la pena (Aplausos.)
Sabemos también que cuando a los estudiantes no se les permite abandonar su educación, más de ellos subirán al escenario para recibir su diploma. Cuando a los alumnos no se les permite abandonar la escuela, hacen mejor. Por eso esta noche, insto a cada estado – cada estado — a que exija que todos los estudiantes permanezcan en la escuela secundaria hasta graduarse o cumplir los dieciocho años. (Aplausos.)
Cuando los chicos se gradúan, el desafío más difícil puede ser el costo de la Universidad. Cuando los estadounidenses deben más en deudas por los gastos de enseñanza que por las deudas de tarjetas de crédito, este Congreso debe evitar que se dupliquen las tasas de interés de los préstamos para estudiantes en julio. (Aplausos.)
Extiendan el crédito impositivo al costo de la enseñanza que comenzamos y que ahorra a millones de familias de clase media miles de dólares, y brinden a más jóvenes la posibilidad de pagarse sus estudios universitarios duplicando el número de empleos con programas de trabajo-estudio en los próximos cinco años. (Aplausos.)
Por supuesto que no basta con que aumentemos la asistencia para los estudiantes. No podemos seguir subvencionando gastos de la enseñanza que aumentan desmesuradamente. Se nos agotaría el dinero. Los estados también deben hacer su parte otorgando a la enseñanza superior una prioridad más alta en sus presupuestos. Y las universidades deben hacer su parte esforzándose por mantener bajos los costos.
Recientemente, hablé con un grupo de rectores universitarios que han hecho exactamente eso. Algunas escuelas rediseñan sus cursos para que los estudiantes puedan terminar más rápidamente. Otras usan mejor tecnología. La cuestión es que esto es posible. Por eso permítanme advertir a las universidades: Si no pueden evitar que suban los gastos de la enseñanza, el financiamiento que reciben de los contribuyentes disminuirá. (Aplausos.) La enseñanza superior no debería ser un lujo —es un imperativo económico que todas las familias en los Estados Unidos deberían poder pagar.
Recordemos también que centenares de miles de estudiantes talentosos y aplicados en este país afrontan otro desafío: el hecho de que no son aún ciudadanos estadounidenses. Muchos llegaron a este país cuando eran niños pequeños, son estadounidenses hasta la médula pero viven día a día con la amenaza de ser deportados. Otros llegaron más recientemente para estudiar carreras de comercio, ciencias e ingeniería, pero tan pronto como obtienen su título, los enviamos a su país para que inventen nuevos productos y creen nuevos empleos en otra parte.
Eso no tiene ningún sentido.
Creo con toda firmeza que debemos afrontar el problema de la inmigración ilegal. Es por eso que mi Gobierno ha puesto más agentes de vigilancia en la frontera que nunca antes. Es por eso que hay menos cruces ilegales desde que asumí mi cargo. Los opositores a tomar medidas se han quedado sin excusas. Debemos trabajar en una reforma inmigratoria integral ya mismo. (Aplausos.)
Pero si las intrigas políticas del año electoral impiden al Congreso formular un plan integral, al menos acordemos dejar de expulsar a estos jóvenes responsables que desean trabajar en nuestros laboratorios, iniciar nuevas empresas y defender a este país. Envíenme una ley que les brinde a ellos la posibilidad de ganarse su ciudadanía. La firmaré inmediatamente. (Aplausos.)
Una economía construida para perdurar es aquella en la que fomentamos el talento y la inventiva de cada persona en este país. Eso significa que las mujeres deben recibir la misma remuneración por hacer el mismo trabajo. (Aplausos.) Significa que debemos apoyar a todo aquel que esté dispuesto a trabajar; y a todo aquel que corra riesgos y a todo empresario que aspire a convertirse en el próximo Steve Jobs.
Después de todo, la innovación es algo por lo que siempre se caracterizaron los Estados Unidos. La mayoría de los nuevos empleos son creados en empresas nuevas y pequeñas empresas. Por eso aprobemos un programa que los ayude a tener éxito. Eliminemos las reglamentaciones que impiden a quienes aspiran a ser empresarios obtener la financiación requerida para crecer. (Aplausos.) Ampliemos la reducción de impuestos a las pequeñas empresas para que estas puedan subir los salarios y crear buenos empleos. Ambos partidos coinciden en estas ideas. Entonces, inclúyanlas en un proyecto de ley y envíenmelas a mi escritorio este año. (Aplausos.)
Para la innovación es esencial la investigación básica. Hoy, los descubrimientos que tienen lugar en nuestros laboratorios y universidades financiados a nivel nacional podrían conducir a nuevos tratamientos que maten las células cancerígenas pero no afecten a las células sanas. Nuevos chalecos livianos para policías y soldados que puedan detener cualquier bala. No eliminen estas inversiones de nuestro presupuesto. No permitan que otros países ganen la carrera del futuro. Apoyen el mismo tipo de investigación e innovación que condujo al chip informático y a la Internet; a nuevos empleos y nuevas industrias para los estadounidenses.
Y en ninguna parte la promesa de la innovación es mayor que en la energía producida en Estados Unidos. En los últimos tres años, hemos abierto millones de nuevos acres para la exploración de petróleo y gas, y esta noche, le pido a mi Gobierno que abra más del 75 por ciento de nuestros recursos potenciales costa afuera de petróleo y gas. Actualmente – ahora — la producción petrolera estadounidense es la más alta de lo que ha sido en ocho años. Así es — ocho años. No solo eso — el año pasado, dependimos menos del petróleo extranjero que cualquiera de los últimos 16 años. (Aplausos.)
Pero con solo el 2 por ciento de las reservas de petróleo del mundo, el petróleo no alcanza. Este país necesita una estrategia integral que incluya todo lo anteriormente mencionado y aproveche todo recurso disponible de la energía estadounidense. (Aplausos.) Una estrategia que sea más limpia, más barata y fomente muchos nuevos empleos.
Tenemos un suministro de gas natural que puede durarle a los Estados Unidos casi 100 años. (Aplausos.) Y mi Gobierno tomará toda medida posible para aprovechar esta energía de manera segura. Los expertos creen que esto apoyará más de 600.000 empleos para fines de esta década. Y exigiré que todas las empresas que hacen perforaciones en busca de gas en terrenos públicos divulguen las sustancias químicas que utilizan. (Aplausos.) Porque los Estados Unidos aprovecharán este recurso sin poner en peligro la salud y la seguridad de nuestros ciudadanos.
El desarrollo de gas natural creará empleos y suministrará energía a camiones y fábricas que sea más limpia y más económica, demostrando que no hace falta que escojamos entre nuestro medio ambiente y nuestra economía. (Aplausos.) Y a propósito, fueron los dólares públicos destinados a la investigación, en el transcurso de 30 años, los que contribuyeron a desarrollar las tecnologías para extraer todo este gas natural de la roca esquistosa – recordándonos que el apoyo del Gobierno es crucial para ayudar a las empresas a concretar nuevas ideas en materia de energía. (Aplausos.)
Ahora, lo que es verdad para el gas natural es verdad para la energía limpia. En tres años, nuestra asociación con el sector privado ya ha convertido a los Estados Unidos en el fabricante líder mundial de baterías de alta tecnología. Debido a las inversiones federales, el uso de la energía renovable casi se ha duplicado, y miles de estadounidenses tienen empleos debido a ello.
Cuando Bryan Ritterby fue despedido de su empleo de fabricación de muebles, él dijo que le preocupaba que a los 55 años, nadie le daría una segunda oportunidad. Pero él encontró trabajo en Energetx, un fabricante de turbinas eólicas en Michigan. Antes de la recesión, la fábrica solo construía yates de lujo. Hoy, contrata a trabajadores como Bryan, que dijo, “Me enorgullece trabajar en la industria del futuro”.
Nuestra experiencia con el gas esquistoso nos demuestra que los beneficios de estas inversiones públicas no siempre se dan inmediatamente. Algunas tecnologías no dan resultado; algunas compañías fracasan. Pero no le daré la espalda a la promesa de la energía limpia. No les daré la espalda a trabajadores como Bryan. (Aplausos.) No les cederé la industria de viento, solar o de baterías a China o a Alemania porque no estuvimos dispuestos a asumir el mismo compromiso aquí.
Hemos subsidiado a las empresas petroleras durante un siglo. Eso es suficiente. (Aplausos.) Es hora de poner fin a las ayudas de los contribuyentes que benefician a una industria que rara vez ha sido más rentable, y de apostar a una industria de energía limpia que nunca ha sido más prometedora. Aprueben los créditos tributarios a la energía limpia. Creen estos empleos. (Aplausos.)
También podemos propiciar la innovación energética con nuevos incentivos. Las diferencias en esta cámara tal vez sean demasiado profundas actualmente como para aprobar un plan integral para combatir el cambio climático. Pero no hay motivo por el cual el Congreso no establezca por lo menos una norma de energía limpia que cree un mercado para la innovación. Hasta ahora, ustedes no han actuado. Bueno, esta noche yo lo haré. Le estoy diciendo a mi Gobierno que permita el desarrollo de energía limpia en suficientes terrenos públicos para suministrar energía a 3 millones de hogares. Y me enorgullece anunciar que el Departamento de Defensa, trabajando con nosotros, el mayor consumidor de energía del mundo, hará uno de los compromisos más grandes con la energía limpia de toda la historia — la Marina comprará suficiente capacidad para suministrar energía a un cuarto de millón de viviendas al año. (Aplausos.)
Por supuesto que la manera más fácil de ahorrar dinero es desperdiciar menos energía. Por eso aquí les hago una propuesta: Ayudar a los fabricantes a eliminar los desechos energéticos en sus fábricas y otorgar incentivos a las empresas para que modernicen sus edificios. Sus facturas de energía serán $100.000 millones más bajas en la próxima década y los Estados Unidos tendrán menos contaminación, más fábricas y más empleos para los obreros de la construcción que los necesitan. Envíenme un proyecto de ley que cree estos empleos. (Aplausos.)
Construir este nuevo futuro energético debería ser solo una parte de un programa más amplia para reparar la infraestructura de los Estados Unidos. Hay tanto de los Estados Unidos por reconstruir. Tenemos caminos y puentes que se están viniendo abajo; una red de energía eléctrica que desperdicia demasiada energía; una red incompleta de banda ancha de alta velocidad que le impide a un propietario de una pequeña empresa rural en los Estados Unidos vender sus productos en todo el mundo.
Durante la Gran Depresión, los Estados Unidos construyeron el Dique Hoover y el Puente Golden Gate. Después de la Segunda Guerra Mundial, conectamos nuestros estados con un sistema de autopistas. Los Gobiernos demócratas y republicanos invirtieron en grandes obras que beneficiaron a todos, desde los obreros que las construyeron hasta las empresas que las siguen usando actualmente.
En las próximas semanas, firmaré una Orden Ejecutiva que eliminará el papeleo que demora demasiados proyectos de construcción. Pero ustedes deben financiar estos proyectos. Tomen el dinero que ya no gastamos en la guerra, usen la mitad de éste para amortizar nuestra deuda y usen el resto para la construcción de la nación aquí en los Estados Unidos. (Aplausos.)
Nunca ha habido una mejor ocasión para construir, especialmente desde que el sector de la construcción fue uno de los más afectados cuando se reventó la burbuja inmobiliaria. Por supuesto que los obreros de la construcción no fueron los únicos que fueron perjudicados. También lo fueron millones de estadounidenses inocentes que han visto disminuir el valor de su vivienda. Y si bien el Gobierno no puede solucionar el problema por sí solo, los propietarios de vivienda responsables no deberían tener que esperar a que el mercado inmobiliario toque fondo para obtener algún alivio.
Y es por eso que enviaré al Congreso un plan que brinde a cada propietario de vivienda responsable la posibilidad de ahorrar unos US$ 3.000 al año en su hipoteca mediante una refinanciación a tasas de interés históricamente bajas. (Aplausos.) Basta de impedimentos burocráticos. No más obstáculos bancarios. Un pequeño arancel a las instituciones financieras más grandes garantizará que no aumente el déficit, y brindará a esos bancos que fueron rescatados por los contribuyentes la posibilidad de reestablecer la confianza. (Aplausos.)
No lo olvidemos nunca: millones de estadounidenses que trabajan arduamente y cumplen las reglas todos los días se merecen un gobierno y un sistema financiero que hagan lo mismo. Es hora de aplicar las mismas reglas desde arriba hasta abajo. Basta de rescates financieros, dádivas e incumplimientos de responsabilidades. Un país como los Estados Unidos, construido para perdurar, exige la responsabilidad de todos.
Todos hemos pagado el precio por las entidades crediticias que vendieron hipotecas a personas que no tenían los medios para pagarlas, y compradores que sabían que no podían pagarlas. Es por eso que necesitamos normas regulatorias inteligentes para prevenir las conductas irresponsables. (Aplausos.) Las normas para prevenir los fraudes financieros, o el vertido de residuos tóxicos, o los dispositivos médicos defectuosos – estos no destruyen el libre mercado sino que lo hacen funcionar mejor.
No cabe duda de que algunas normas son anticuadas, innecesarias o demasiado costosas. De hecho, he aprobado menos normas en los primeros tres años de mi presidencia que las que mi predecesor republicano aprobó en la suya. (Aplausos.) Ordené a cada organismo federal que elimine las normas que no tienen sentido. Ya hemos anunciado más de 500 reformas, y solo una fracción de ellas ahorrarán a las empresas y a los ciudadanos más de US$10.000 millones en los próximos cinco años. Eliminamos una norma de hace 40 años que habría obligado a algunos productores lecheros a gastar US$10.000 por año para demostrar que podrían contener un derrame — porque la leche por algún motivo estaba clasificada como un aceite. Con una norma como esa, supongo que valía la pena llorar sobre la leche derramada. (Carcajadas y aplausos.)
Ahora, confío en que un productor lechero pueda contener un derrame de leche sin que un organismo federal lo tenga que supervisar. (Aplausos.) Absolutamente. Pero no dejaré de asegurarme de que las compañías petroleras puedan contener la clase de derrame de petróleo que vimos en el Golfo hace dos años. (Aplausos.) No dejaré de proteger a nuestros niños de la contaminación de mercurio, o de asegurarme de que nuestros alimentos sean inocuos y nuestra agua limpia. No volveré a los días en que las compañías de seguro tenían la facultad de cancelar las pólizas del usuario, denegarle su cobertura o cobrarles distintas tasas a las mujeres que a los hombres sin obstáculo alguno. (Aplausos.)
Y no volveré a los días en que a Wall Street se le permitía jugar por sus propias reglas. Las nuevas normas que aprobamos restauran lo que debería ser el objetivo central de cualquier sistema financiero: Conseguir financiación a los empresarios con las mejores ideas, y proporcionarles préstamos a las familias responsables que desean comprar una casa, o iniciar un negocio, o enviar a sus hijos a la universidad.
Así que si usted es un gran banco o institución financiera, ya no se le permitirá hacer apuestas arriesgadas con los depósitos de sus clientes. Está obligado a escribir un "testamento vital" que detalla exactamente cómo va a pagar las cuentas si fracasa — porque el resto de nosotros no volveremos a rescatarle nunca jamás.(Aplausos.) Y si es un prestamista hipotecario o un prestamista de día de pago o una compañía de tarjetas de crédito, se han terminado los días de vender a las personas productos que no pueden pagar con formularios confusos y prácticas engañosas – esos días se han terminado. Hoy en día, los consumidores estadounidenses por fin tienen un guardián en Richard Cordray con un propósito: Velar por ellos. (Aplausos.)
También estableceremos una Unidad de Crímenes Financieros de investigadores altamente capacitados para tomar medidas enérgicas contra el fraude a gran escala y proteger las inversiones del pueblo estadounidense. Algunas firmas financieras violan las principales leyes anti-fraude porque no existe una verdadera sanción por violar la ley repetidamente. Eso es malo para los consumidores, y es malo para la gran mayoría de los banqueros y profesionales de servicios financieros que hacen lo correcto. Así que aprueben leyes que hacen que las sanciones para el fraude se hagan valer.
Y esta noche le pediré a mi Fiscal General que cree una unidad especial de fiscales federales y estatales para expandir nuestra investigación de la emisión abusiva de préstamos y venta de hipotecas riesgosas que llevó a la crisis habitacional. (Aplausos.) Esta unidad hará responsables a quienes violaron la ley, acelerará la asistencia a los dueños de hogares, y ayudará a salir de una época de imprudencia que hizo tanto mal a tantos estadounidenses.
Ahora, un retorno a los valores americanos de jugar limpio y la responsabilidad compartida nos ayudará a proteger a nuestra gente y nuestra economía. Pero también nos debe guiar cuando consideramos como pagar nuestra deuda e invertir en nuestro futuro.
Ahora mismo, nuestra prioridad más inmediata es detener un aumento de impuestos para 160 millones de trabajadores estadounidenses mientras la recuperación sigue siendo frágil. (Aplausos.) La gente no puede permitirse el lujo de perder 40 dólares de cada cheque de pago este año. Hay muchas maneras de hacer esto. Así que pongámonos de acuerdo, aquí y ahora: nada de temas secundarios. Nada de drama. Aprueben el recorte de impuestos sobre la nómina salarios sin demora. Hay que hacerlo. (Aplausos.)
Cuando se trata del déficit, ya hemos acordado a más de $2 billones en recortes y ahorros. Pero necesitamos hacer más, y eso significa tomar decisiones. En este momento, estamos a punto de pasar casi $1 billón más en lo que se suponía que era una rebaja de impuestos temporales para el 2 por ciento de los estadounidenses más ricos. En este momento, debido a lagunas reglamentarias y los refugios en el código tributario, un cuarto de todos los millonarios pagan tasas impositivas más bajas que millones de hogares de clase media. En este momento, Warren Buffett paga una tasa impositiva más bajo que su secretaria.
¿Queremos mantener a estos recortes de impuestos para los estadounidenses más ricos? ¿O es que queremos mantener nuestras inversiones en todo lo demás — como la educación y la investigación médica; un ejército fuerte y cuidado para nuestros veteranos? Porque si hablamos en serio sobre el pago de nuestra deuda, no podemos hacer ambas cosas.
El pueblo estadounidense sabe cual es la decisión correcta. Así como le dije el Presidente de la Cámara este verano, estoy dispuesto a hacer más reformas para controlar los costos a largo plazo de Medicare y Medicaid, y para fortalecer el Seguro Social, siempre y cuando los programas sigan siendo una garantía de seguridad para las personas mayores.
Pero a cambio, tenemos que cambiar nuestro código tributario para que la gente como yo, y una gran cantidad de los miembros del Congreso, pague su parte justa de impuestos. (Aplausos.)
La reforma fiscal debe seguir la Regla de Buffet. Si usted gana más de $1 millón al año, usted no debe pagar menos del 30 por ciento en impuestos. Y mi amigo republicano Tom Coburn tiene razón: Washington debe dejar de subsidiar a los millonarios. De hecho, si usted está ganando un millón de dólares al año, no debe recibir subsidios especiales de impuestos o deducciones. Por otro lado, si usted gana menos de $250,000 al año, al igual que el 98 por ciento de las familias estadounidenses, sus impuestos no deben ser aumentados. (Aplausos.) Ustedes son los que luchan con los crecientes costos y los salarios estancados. Ustedes son los que necesitan alivio.
Ahora, usted puede referirse a esto como una lucha de clases. Sin embargo, ¿pedirle a un multimillonario que pague por lo menos tanto como su secretaria en impuestos? La mayoría de los estadounidenses lo llamarían sentido común.
No guardamos rencor al éxito financiero en este país. Lo admiramos. Cuando los estadounidenses hablan de que gente como yo debe pagar su parte justa de impuestos, no es porque envidian a los ricos. Es porque entienden que cuando yo recibo una deducción de impuestos que no necesito y que el país no puede pagar, o bien se añade al déficit, o alguien más tiene que pagar por la diferencia — como una persona mayor con un ingreso fijo, o una estudiante que está tratando de quedarse en la escuela, o una familia que intenta ganarse la vida. Eso no está bien. Los estadounidenses saben que eso no esta bien. Saben que el éxito de esta generación sólo es posible porque las generaciones pasadas sintieron una responsabilidad hacia los demás, y hacia el futuro de su país, y saben que nuestra forma de vida sólo perdurará si tenemos el mismo sentido de responsabilidad compartida. Así es como vamos a reducir nuestro déficit. Así será un Estados Unidos construido para ser perdurable. (Aplausos.)
Ahora, reconozco que las personas que nos miran esta noche tienen visiones diversas sobre los impuestos y la deuda, sobre la energia y el sistema de salud. Pero independientemente del partido al que pertenezcan, imagino que la mayoría de los estadounidenses ahora están pensando lo mismo en este momento: Nada se logrará en Washington, ni este año ni en el año que viene ni, quizás, en el año siguiente, porque Washington está descompuesta.
¿Pueden culparles por sentir algo de cinismo?
El mayor golpe a nuestra confianza en nuestra economía durante el año pasado no surgió de acontecimientos fuera de nuestro control. Surgió de un debate en Washington, sobre si Estados Unidos iba a pagar o no sus facturas. ¿A quién le benefició ese fiasco?
He hablado esta noche del déficit de confianza entre el ciudadano común y los mercados financieros. Pero la división entre esta ciudad y el resto del país es igual de mala — y parece empeorar cada año.
Parte de la culpa reside en la influencia destructiva del dinero en la política. Tomemos juntos, entonces, algunas medidas para remediarla. Envíenme un proyecto de ley que prohíba el abuso de información privilegiada en la Bolsa por miembros del Congreso; y lo firmaré mañana. (Aplausos.) Prohibamos que los funcionarios elegidos estén en posesión de acciones de las industrias afectadas por su trabajo. Aseguremos que las personas que juntan contribuciones para las campañas electorales del Congreso no puedan hacer cabildeo en el Congreso, y viceversa — una idea que goza de apoyo bipartidista, por lo menos fuera de Washington.
En parte, lo que está mal tiene que ver con la manera en que el Congreso lleva sus asuntos hoy en día. Una simple mayoría ya no es suficiente para aprobar nada en el Senado. (Aplausos.) Ni los asuntos más rutinarios—. Ninguno de los partidos se encuentra exento de culpabilidad en estas tácticas. Ahora ambos partidos deben ponerles fin. (Aplausos.) Para empezar, pido al Senado que apruebe una simple regla para que todos los nombramientos a puestos judiciales o de servicio público reciban una votación simple, a favor o en contra, dentro de 90 días. (Aplausos.)
El poder ejecutivo también necesita cambiarse. En demasiados casos es ineficaz, anticuado y distante. (Aplausos.) Es por eso que he pedido a este Congreso que me dé la autoridad de consolidar la burocracia federal, para que nuestro gobierno sea más eficiente, más rápido y más atento a las necesidades del pueblo estadounidense. (Aplausos.)
Finalmente, nada de esto será posible si no bajamos el tono en esta ciudad. Necesitamos acabar con la idea de que los dos partidos deben estar siempre trabados en una campaña perpetua de destrucción mutua; que la política se trata de aferrarse a ideologías inflexibles en vez de llegar a consensos en torno a ideas racionales.
Soy demócrata. Pero creo en lo que creyó el republicano Abraham Lincoln: Que un gobierno debe hacer para la gente solo lo que la gente no puede hacer mejor, y no más. (Aplausos.) Es por eso que mis reformas educativas ofrecen más competencia, y más control para las escuelas y los estados. Es por eso que nos estamos deshaciendo de los reglamentos que no funcionan. Es por eso que nuestra ley sanitaria se basa en un mercado privado reformado y no un programa gubernamental.
Por otro lado, hasta mis amigos republicanos que se quejan más del gasto gubernamental han apoyado carreteras, proyectos de energía sostenible y agencias federales para la gente de su distrito o estado, todos financiados por el gobierno federal.
Lo que quiero decir es que todos debemos querer tener un gobierno más inteligente y más eficaz. Y aunque quizás no lleguemos a llenar el vacío entre nuestras diferencias filosóficas más grandes este año, podremos lograr avances notables. Con este Congreso o sin él, yo seguiré actuando para fomentar el crecimiento de la economía. Pero hay mucho más que podría yo hacer con la ayuda de ustedes. Porque, cuando actuamos juntos, no hay nada que no puedan lograr los Estados Unidos de América. Esto es lo que hemos aprendido de nuestras acciones en el exterior en los años más recientes.
La conclusión de la guerra en Irak nos ha permitido dar golpes decisivos a nuestros enemigos. Desde Pakistán a Yemen, los operarios de al-Qaeda que quedan hacen lo posible para huir, reconociendo que no podrán escaparse del alcance de los Estados Unidos de América. (Aplausos.)
Desde esta posición de poder, hemos empezado a concluir la guerra en Afganistán. Han regresado a casa diez mil tropas. Saldrán otras veintitrés mil para finales de este verano. Esta transición al control afgano continuará y construiremos una asociación duradera con Afganistán para que nunca más sea una fuente de ataques a Estados Unidos. (Aplausos.)
A la vez que se retrocede la oleada de la guerra, ha llegado una oleada de cambio al Oriente Medio y África del Norte; desde Túnez a El Cairo, desde Saná a Trípoli. Hace un año, Gadafi era uno de los dictadores con más tiempo en el poder en todo el mundo — un asesino con la sangre de estadounidenses en las manos. Hoy, está muerto. Y en Siria, no tengo duda alguna de que el régimen de Assad pronto se dará cuenta de que las fuerzas del cambio son irreversibles y que la dignidad humana no puede ser suprimida. (Aplausos.)
Aún no se sabe con seguridad en qué manera terminará esta transformación extraordinaria, pero nos interesa muchísimo el resultado de la misma. Defenderemos esos valores que han sido tan útiles a nuestro propio país, aunque queda en manos del pueblo de la región decidir su propio destino en última instancia. Nos opondremos a la violencia y la intimidación. Haremos valer los derechos y la dignidad de todos los seres humanos — hombres y mujeres, cristianos, musulmanes y judíos. Respaldaremos las políticas que conduzcan al establecimiento de democracias sólidas y estables y de mercados abiertos, pues la tiranía no llega a los talones de la libertad.
Y salvaguardaremos la propia seguridad de Estados Unidos contra aquellos que amenacen a nuestros ciudadanos, nuestros amigos y nuestros intereses. Miren a Irán. Gracias al poder de nuestra diplomacia, ahora se yergue unido un mundo otrora dividido en la manera de enfrentar el programa nuclear de Irán. El régimen está más aislado que nunca; sus líderes enfrentan sanciones asfixiantes. Esta presión no cederá en tanto el régimen rehuya sus responsabilidades. (Aplausos.)
Que no quede duda alguna que Estados Unidos está decidido a impedir que Irán desarrolle armas nucleares. No descartaremos ninguna opción disponible para lograr este objetivo. (Aplausos.)
Pero aún es posible llegar a una resolución pacífica de este problema. Aún más, si Irán cambia de rumbo y cumple sus obligaciones, puede reincorporarse a la comunidad de naciones.
La renovación del liderazgo estadounidense puede sentirse en todo el mundo. Nuestras alianzas más añejas en Europa y Asia son más firmes que nunca. Y más firmes son los lazos que nos unen a las Américas. El compromiso férreo — y digo férreo — que tenemos con la seguridad de Israel ha dado por resultado la cooperación militar más estrecha que nuestras dos naciones han logrado en la historia. (Aplausos.)
Hemos recalcado que Estados Unidos es una potencia pacífica y un nuevo comienzo en Birmania ha encendido una nueva luz de esperanza. Desde las coaliciones que hemos establecido para asegurar materiales nucleares, las misiones que hemos encabezado para combatir el hambre y la enfermedad, los golpes que hemos asestado a nuestros enemigos; al poder perdurable de nuestro ejemplo moral, Estados Unidos ha regresado.
Quienes digan lo contrario, quienes digan que Estados Unidos está en decadencia o que nuestra influencia ha disminuido, no saben de lo que están hablando. (Aplausos.)
Ése no es el mensaje que recibimos de líderes de todas partes del mundo, quienes están ansiosos por colaborar con nosotros. No es el sentimiento que expresa la gente de una punta a otra del mundo, de Tokio a Berlin, Ciudad del Cabo a Río de Janeiro, donde la opinión pública sobre Estados Unidos registra el nivel más positivo que se haya conocido en años. Así es, el mundo está cambiando. No, no podemos controlar cada evento. Sin embargo, Estados Unidos sigue siendo la única nación indispensable en los asuntos internacionales — mientras yo sea Presidente, tengo toda la intención de que así sea. (Aplausos.)
Por ello he propuesto una nueva estrategia de defensa junto con nuestros líderes militares, una estrategia que asegura el mantenimiento del ejército más sobresaliente del mundo, al mismo tiempo que se reducirá su presupuesto en casi medio billón de dólares. Para llevarles la delantera a nuestros adversarios, ya he propuesto al Congreso legislación que protegerá al país del peligro cada vez mayor de las ciberamenazas. (Aplausos.)
Por encima de todo, perdura nuestra libertad porque la defienden los hombres y mujeres del ejército. (Aplausos.) A medida que regresan a casa, debemos servirles en el grado que nos han servido. Este servicio incluye la atención médica y los beneficios que se han ganado — por ello hemos aumentado el presupuesto anual de Asuntos de Veteranos en cada año que he prestado servicio como Presidente. (Aplausos.) Y esto significa reclutar a nuestros veteranos para realizar la labor de reconstrucción de nuestro país.
Con el apoyo bipartidario de este Congreso, ofrecemos nuevos créditos fiscales a las empresas que contraten a veteranos. Michelle y Jill Biden han colaborado con las empresas estadounidenses para obtener un compromiso de 135,000 puestos para veteranos y sus familias. Esta noche, propongo la formación del Cuerpo de Contratación de Veteranos para que nuestras comunidades puedan contratar a veteranos como policías y bomberos, así Estados Unidos puede reflejar la misma fortaleza que aquellos que defienden a la patria. (Aplausos.)
Este asunto me lleva de regreso al principio. Quienes hemos recibido la comisión de servir aquí podemos aprender una que otra cosa del servicio prestado por nuestros soldados. Cuando visten ese uniforme, no importa si son negros o blancos; asiáticos, latinos, nativo americanos; conservadores o liberales; ricos o pobres; homosexuales o heterosexuales. Al entrar en combate, cuidan del compañero o compañera que tienen al lado o fracasan en la misión. En el fragor de la batalla, se levantan o caen como unidad, en servicio de una nación, sin dejar atrás a nadie.
Una de mis posesiones más preciadas es la bandera que el Equipo SEAL llevó consigo a la misión de capturar a bin Laden. Lleva cada uno de los nombres de ese equipo. Algunos serán demócratas, otros republicanos, pero eso no tiene importancia. Ese día, en la Sala de Situaciones de la Casa Blanca, tampoco tuvo importancia el hecho de que yo estuviera sentado con Bob Gates – un hombre que fue secretario de defensa de George Bush, y con Hillary Clinton — una mujer que contendió conmigo por el puesto de presidente.
La misión era todo lo que importaba en ese día. Nadie pensó en política. Nadie pensó en sí mismo. Uno de los jóvenes marines que participó en el operativo militar me dijo más tarde que él no merecía reconocimiento alguno por la misión. Me dijo que la misión sólo tuvo éxito porque cada uno de los miembros de esa unidad cumplió su deber — el piloto que aterrizó el helicóptero que dio vueltas sin control; el intérprete que previno la entrada de otros al recinto; los soldados que mantuvieron a las mujeres y niños apartados de la lucha y los miembros del equipo SEAL que arremetieron escaleras arriba contra el enemigo. Más allá de eso, la misión solo tuvo éxito porque cada miembro de esa unidad puso su confianza en el otro — porque uno no puede cargar contra el enemigo escaleras arribas, a oscuras y corriendo peligro, a menos que uno sepa que el compañero le cuida las espaldas.
Es lo mismo con Estados Unidos. Cada vez que veo esa bandera, me acuerdo que nuestros destinos están cosidos el uno al otro, como aquellas 50 estrellas y esas 13 franjas. Nadie construyó este país por cuenta propia. Tenemos un gran país porque juntos lo construimos. Tenemos una gran nación porque trabajamos en equipo. Nuestra patria es grande porque nos cuidamos las espaldas mutuamente. Y si nos aferramos a esta verdad, en este momento de sufrimiento, no hay desafío demasiado grande ni misión demasiado difícil. Mientras compartamos el mismo propósito, mientras mantengamos una resolución común, nuestra trayectoria será hacia delante, y nuestro futuro será esperanzado, y fuerte será siempre el estado de nuestra unión.
Gracias, que Dios los bendiga y que Dios bendiga a los Estados Unidos de América. (Aplausos.)
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