Periodista del canal sirio privado Al-IkhbariyaTV, Yara Saleh, cayó en manos de los Contras del “Ejército Sirio Libre” junto con tres de sus compañeros de trabajo. Los “revolucionarios” la tomaron como rehén, lo cual provocó en Europa una amplia movilización a favor de su liberación en la que se exigió al presidente francés que le salvara la vida presionando a sus “amigos” insurgentes. Liberada finalmente por sus compatriotas del Ejército Nacional Sirio, Yara Saleh aceptó responder a las preguntas de la Red Voltaire
Damasco, Siria. Varios cientos de hombres del “Ejército Sirio Libre” (ESL), miembros de diferentes grupos salafistas y takfiristas, convergieron en la localidad de Al-Tal el pasado 20 de julio. La mayoría no eran sirios.
Algunos habitantes del lugar, partidarios de la democracia, los acogieron creyendo compartir los mismos objetivos. Los atacantes asaltaron el puesto de policía de Al-Tal y lograron hacer prisioneros a los policías, varios de los cuales resultaron heridos. Pero los atacantes sólo aceptaron llevar al hospital a los funcionarios sunnitas y no permitieron que los demás recibieran atención médica. Rápidamente, el nuevo Consejo Revolucionario de Al-Tal impuso una ley sectaria. La población huyó entonces de la localidad, empezando por los mismos que habían acogido al ESL con los brazos abiertos, cuando aún creían en las promesas occidentales.
Los atacantes tomaron como rehenes a una treintena de civiles, incluyendo a los miembros de un equipo del canal sirio Al-Ikhbariya TV que habían llegado al lugar de los hechos, y se atrincheraron en la localidad. Dispersaron a los rehenes en diferentes edificios y los cambiaban de lugar diariamente.
Cuando creían que iban a lograr allí un emirato islámico, el Consejo Revolucionario, bajo las órdenes de un desertor, fue informado de un ataque inminente del Ejército Nacional. En un video grabado especialmente, mostró a los periodistas y exigió el retiro de los puntos de control alrededor de Al-Tal, a la espera de que ello le permitiría huir de la localidad. Al no lograr sus demandas, recibió a través de un teléfono satelital la orden de desplazarse con sus hombres hacia otra localidad.
En la noche del 15 al 16 de agosto, entre 500 y 700 hombres acompañados de los rehenes que consideraron más valiosos, atravesaban la campiña en fila india cuando varias bengalas iluminaron la noche, permitiendo al Ejército Nacional abrir fuego y poner fuera de combate a más de 200 yihadistas en unos minutos.
Yara Saleh, periodista de Al-Ikhbariya TV que llevaba seis días secuestrada, tuvo el reflejo de tirarse al suelo para protegerse. Los demás rehenes, que seguían prisioneros en Al-Tal, fueron liberados esa misma mañana.
Les ofrecemos el testimonio de Yara Saleh, recogido sólo unas horas después de los hechos.
—¿Cómo fuiste secuestrada con tu equipo de televisión?
—Fuimos a Al-Tal a hacer un reportaje. Yo sabía que era peligroso pero esperaba hacer algo sobre los civiles, sobre lo que estaban viviendo, lo que pensaban de los combates, cómo los tratan los grupos armados. Ya estuve antes en ese tipo de lugares muchas veces y lo que me interesa como periodista es lo que pasa con los civiles. Lo primero que noté es que no había civiles en la localidad. Sólo vi a siete en la entrada. No más de siete.
—¿Los demás eran combatientes?
—Todos los demás eran combatientes.
—¿Cuántos combatientes?
—No sé. Cuando nos secuestraron nos llevaron a una construcción que iba a ser una escuela pero no estaba terminada y ellos la ocupaban. Eran unos 700…, 500…, 700… Pude saber que también ocupaban otros lugares.
—¿Eran de la ciudad o venían de afuera?
—Eran de diferentes ciudades y diferentes países
—¿De diferentes países? –se le inquiere.
—Sí, oí hablar en libio. Oí hablar gente que nos rodeaba… Sólo vociferaban; gritaban mientras nos golpeaban. Uno de ellos, cuando nos dejaron, hablaba de sauditas que había entre ellos. Yo no lograba distinguirlos porque todos se parecían, con una barba sin bigote.
—¿Como los salafistas?
—¡Sí, como los salafistas! Uno de ellos incluso se llamaba Salafi, y su grupo era los Salafistas. Todos portaban armas de fuego, kalachnikovs (fuslies de asalto AK-47). No conozco los nombres de las armas pero ellos me lo dijeron.
La periodista continúa:
—Detuvieron el auto cuando entramos en la ciudad. Trabaron las puertas. Seis o siete civiles gritaban: “¡Por favor, déjenlos irse, déjenlos!”. Le pusieron un arma en la cabeza a una mujer y decían: “¡Basta, es asunto nuestro!” Nos llevaron con ellos. Eran 10 o 15 hombres armados. Primero nos sacaron del auto. Nos golpearon. A mí me dieron una bofetada. Yo estaba en el piso. Les amarraron las manos a mis compañeros. No me hicieron nada porque yo era una mujer sin velo, así que me encontraban asquerosa.
“Nos volvieron a meter en el carro. Me pusieron la cara contra el piso, sólo a mí, porque mis compañeros estaban en el piso del carro, entre los asientos. No sé adónde nos llevaron. Vi un edificio que no estaba terminado, con paredes, un techo pero nada más. Sin puertas ni ventanas. Nos metieron en un cuarto. Había casi 100 personas con nosotros en aquel cuarto. Quizás 50, 75, no sé…
—¿Todos combatientes?
—Sí, combatientes. Quizás 75 o 50, no sé cuántos. Pero todos golpeaban a mis compañeros, me gritaban en la cara, me escupían al rostro diciéndome groserías. “¿De dónde eres? ¿De qué religión?”. Todos, lo que preguntaban era ¿de dónde eres? ¿De qué religión? ¿Apoyas a Bachar al-Assad? ¿Apoyas al gobierno? Todas las preguntas eran sobre eso.
—En un video que hicieron contigo después dicen que hay civiles muertos por los bombardeos del Ejército Nacional.
—Sí, me obligaron a decir eso.
—También dicen que un miembro de tu equipo, al que le pidieron que hiciera un video, fue muerto por el Ejército.
—No. Al principio, cuando nos arrestaron y nos secuestraron, nos quitaron los teléfonos celulares, los revisaron y encontraron un video de un entrenamiento del Ejército Nacional. Y nos dijeron: “Ustedes apoyan al ejército, al ejército sirio”. Y entonces se llevaron al chofer y al asistente que fue asesinado. Se los llevaron a los dos. Yo oí los disparos y entonces el chofer volvió solo. Le pregunté qué había pasado con Hatem y me dijo que ellos lo habían matado. Cuando se los llevaban, yo gritaba que me llevaran a mí y los dejaran a ellos: “¡Llévenme a mí, el problema es conmigo! ¡Yo soy la reportera! ¡Soy yo la que hice el reportaje!”. Pero ellos dijeron que me iban a castigar, pero sola. Y se lo llevaron y lo mataron.
—¿Cómo te trataron a ti y a los otros miembros del equipo? ¿Cómo te trataron a ti?
—Muy mal… Muy mal –responde–. Siento tener que decirlo, pero uno de ellos quiso violarme.
—Pero son salafistas…
—Entre ellos sí. Rezan, leen el Corán. Pero uno de ellos, que nos vigilaba para que no escapáramos, ése no rezaba solo, nada más cuando creía que el Ejército Nacional estaba cerca y que iba a morir, entonces fue y rezó. Ése fue el que trató de violarme. Pero yo no lo permití.
—En el texto que leyeron exigían que el gobierno retirara los puntos de control para que la gente pudiera regresar a la localidad…
—Yo sé todo lo que exigían.
—¿Qué quería decir eso, en realidad?
—En realidad quería decir que querían más armas, porque en un momento dado ya no tenían muchas.
—Entonces, ¿estaban esperando a otro grupo?
—Sí. Tenían contacto con el exterior. Tenían internet por satélite.
—Si tenían internet por satélite, también tenían teléfono satelital…
—Eso creo, pero no en el lugar donde nos metieron porque estuvimos en cuartos muy pequeños en varios lugares.
—Entonces ellos recibieron instrucciones desde el exterior, incluyendo el texto que leyeron en el video. ¿Sabes quién les daba las órdenes?
—Ellos decían algo sobre “el Consejo”, pero no sé qué “Consejo” era ése.
—¿El Consejo? –se le insiste.
—Sí, pero de afuera. Él decía: “Hablé con…”. Pero no decían los verdaderos nombres. Decían, por ejemplo, Abu Muawya, que no sé quién es. Pero en saudí dijo: “Hablé con mis amigos en Catar y me dijeron que…”. “Hablé con Turquía y me dijeron que…”. Los oímos hablar por los walkies-talkies y oímos muchos nombres.
—¿Por qué apareciste con el velo en aquel video?
—Ellos dijeron que tenía que usarlo porque eso era lo que decía el Islam… que tenía que usarlo. “¡Para cubrirte!”, me gritaron.
—¿Quieres decir que el programa político de esa gente es que te pongas un velo?
—Lo principal que querían era que me pusiera el velo. Como dije antes, tenían un jeque y el grupo de salafistas, así que yo tenía que ponerme el velo. Incluso tenía que cubrirme los brazos porque lo que tenía puesto era la camisa que se ve en el televisor.
—¿Hablaste de política con ellos?
—Hablé mucho con ellos, pero sólo con los combatientes normales, no con los jefes. Y no saben nada.
—¿Qué quieren exactamente?
—Ni siquiera lo saben. Sólo piensan que basta un arma, un kalachnikov, para luchar contra el régimen.
—Pero, ¿por qué quieren luchar contra el régimen?
—Quieren morir para ir al Ganna. Quieren ir al cielo, porque si mueren se van al cielo.
—¿Pero por qué quieren derrocar el régimen?
—Porque el líder es alauita, algunos decían eso.
—¿Por motivos religiosos?
—Algunos decían eso. Otros decían: “Quiero luchar porque esto es la yihad y yo quiero ir al cielo”.
—¿Pero quién decidió que esto es la yihad?
—Un jeque.
—¿Cuál?
—No sé los nombres. El primer día no nos dieron comida hasta la una o dos de la mañana. Fue entonces que nos trajeron comida. Era mala y yo no podía comer porque mi compañero acababa de morir y se la di a un gatito que se durmió conmigo. Tenía sed y le di agua en mi mano.
—¿Cómo los liberó el Ejército Nacional?
—Creo que el Ejército interceptó sus comunicaciones porque sabía que nos iban a trasladar para otra ciudad. Teníamos que pasar por una montaña. Íbamos caminando. Había sólo maleza, no había edificios. Caminábamos en fila india y el que estaba cerca de mí decía que si nos encontrábamos con el Ejército iba a ponerme su arma en la cabeza y amenazar con matarme para que los dejaran ir y todo eso. “Sobre todo a ti porque eres una mujer y se van a preocupar por ti.” Y cuando nos llevaban, de pronto hubo una luz. Sin explosión, nada más que luz… Y muchos disparos, desde la cima de la montaña hacia abajo… Yo vi la luz y mi reflejo fue tirarme al suelo y quedarme en el suelo hasta que cesaron los disparos. Después hubo otra luz. Pero yo ya me había movido porque había visto que los disparos venían de arriba hacia abajo, así que me moví y me puse detrás de un montículo hasta que se terminó todo. Ellos trataron de llevarme pero yo me defendí y entonces hubo otra luz y ellos se escondieron hasta que se terminó la luz y huyeron. Yo no sabía qué había pasado con mis compañeros, porque no podía verlos. Todo fue sorpresivo. Yo estaba a un lado de la fila porque iba caminando y me salí un poco de la fila. Y me pareció que los disparos venían de atrás y no de frente a ellos. Ellos estaban huyendo y yo me quedé donde estaba. Mi compañero Abdalla hizo lo mismo. Pero ellos lograron llevarse al chofer, Hassan. Yo me quedé sin moverme unos 20 minutos, hasta que terminó todo. No se oían voces. Entonces empecé a gritar, porque yo sabía que era el Ejército sirio y grité: “¡Soy de Syria News! ¡Al-Ikhbariya TV! ¡El canal sirio!”. Me contestaron: “ ¡Yara, sabíamos que estabas aquí! Lo sentimos mucho por todo este peligro pero teníamos que liberarlos ¡Vengan!”. Y me llevaron con ellos. Y yo lloraba, al principio, y les decía que los otros se habían llevado a mis compañeros. Pero ellos me contestaron que no, que Abdallah estaba con nosotros. Es decir que hicimos lo normal, Abdallah y yo, lo que teníamos que hacer. Y era lo mismo que tenía en mente el Ejército. Ellos nos vieron pasar, esperaron a que estuviéramos en el medio y dispararon desde atrás, no desde el frente. Nosotros nos quedamos donde estábamos, a cubierto, en vez de retroceder, estábamos sanos y salvos. Y cuando todo terminó fuimos hacia el Ejército.
—Según fuentes militares, en ese combate hubo unos 200 combatientes muertos y los demás escaparon. ¿Correcto?
—¿Los combatientes que trataban de escapar? Eran unos 250 o 300. Pero no sé, todos los días ellos venían y decían que tenían muchos muertos. Los oí hablar de 300 o 400. No sé. Oíamos cifras, pero no de los líderes. Los líderes no hablan con nosotros. Y cada 10 minutos venía alguien y nos decía: “Los vamos a matar”, sólo eso. Cinco minutos después venía otro y nos decía: “Estamos a punto de liberarlos. No se preocupen”. Lo que significa…
—Una guerra de nervios…
—Lo hacían constantemente. Había uno que nos decía: “Los voy a descuartizar para dar de comer a los perros”. Le pregunté a uno de ellos lo que iban a hacer si el gobierno y el Ejército aceptaban todas sus exigencias y me respondió: “Mantenerte aquí para exigir más cosas.” Eso fue lo que me dijo, que iban a pedir más.
—Ahora que estás libre, ¿sabes que en Europa mucha gente trató de ayudarlos a ustedes? Le escribieron al presidente francés Hollande diciéndole: “Sabemos que usted está en contacto con el ‘Ejército Libre Sirio’. Usted tiene que exigirles que liberen a Yara”. ¿Tienes algo qué decirles a todos los que trataron de ayudarte haciendo lo que podían desde Europa?
—Quiero decirles muchas gracias. Finalmente estoy libre. Por supuesto, el Ejército Nacional sirio… Ellos son mis héroes, pero ustedes también lo son. Muchísimas gracias. Yo sé que es gracias al apoyo de ustedes, gracias a sus plegarias, que estoy libre ahora. Gracias. Es una experiencia que no le deseo a nadie en el mundo, Créanme. Fue tan difícil: extrañaba el sol, extrañaba a mis padres, extrañaba a todos. Pero finalmente estoy libre, gracias a Dios. Sobre todo las muchachas, espero que nunca tengan que vivir nada parecido.
—Gracias, Yara.
Manténgase en contacto
Síganos en las redes sociales
Subscribe to weekly newsletter