Durante el foxismo y el calderonismo aumentó la criminalidad de la delincuencia organizada contra la desorganizada estrategia policiaca y militar del ultraderechista Calderón, que en un conteo oficial cosecha más de 100 mil homicidios, pero son muchos más los asesinados y enterrados en fosas comunes; entre los cuales no menos de 70 periodistas fueron privados de la vida en el cumplimiento de su deber en el contexto de las libertades constitucionales para escribir, publicar y difundir información y opiniones.
Las dos fracasadas alternancias colaboraron para que la inseguridad nacional llegara a lo que es hoy por hoy: la instauración de un régimen de los cárteles del narcotráfico, disputando territorio, gobierno y Estado a presidentes municipales, gobernadores (más bien desgobernadores) y al mismísimo presidente de la República ensangrentada. La nación está al borde de una contrarrevolución armada de las delincuencias… A menos que el pueblo, con sus sectores más conscientes y a la vanguardia decidan ejercer su “inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno…”. Y por la vía de la democracia directa, rescatar el poder público, al que delincuentes y servidores públicos le han arrebatado la soberanía nacional.
Llevan los dos panistas (uno abiertamente converso al priísmo peñista, y el otro antipanista por haber saboteado a su partido combatiendo a su candidata Josefina Vázquez Mota, a través de sus testaferros Molinar Horcasitas, Lozano Alarcón, Max Cortázar, su hermana y otros) no menos de 74 periodistas, cuyos asesinatos la Procuraduría General de la República (PGR), con la señora Marisela Morales, no obstante haberlos atraído para su investigación, no ha dado ningún resultado. Y todo porque el inquilino de Los Pinos, por omisión dolosa, ha dado órdenes de no averiguar los homicidios de periodistas ni de los demás asesinatos que arroja su guerra fallida. Por éstos tiene una demanda ante la Corte Internacional de La Haya que, en cuanto deje el cargo, habrá de activarse para ser juzgado por crímenes de lesa humanidad. El pasado 3 de mayo (Día de la Libertad de Prensa), organizaciones y periodistas suscribieron una relación de quienes fueron privados de la vida en 26 entidades por dedicarse al periodismo.
El señor Calderón, quien desde las elecciones no obtuvo el título de presidente de la República con legitimidad y termina despreciado por su mal gobierno, ha dejado constancia de su descaro para ignorar el trabajo de la prensa cuando ésta no lo elogia y, en cambio, hace de las libertades constitucionales su guía para informar de los abusos e indiferencias del gobierno federal en el incumplimiento de sus obligaciones. Le molestan las caricaturas que lo muestran como liliputiense (sobre todo de los periodistas Hernández, Helguera, el Fisgón, Camacho, Naranjo, Helioflores, etcétera).
La violencia exacerbada, lo que se llama provocar el avispero, contra la delincuencia a la que Calderón y sus estrategas (militares y policías coludidos con los cárteles de las drogas) no han podido contener, ha generado las condiciones para que, uniformados o no, gocen de total impunidad para asesinar, entre muchos otros, a quienes se dedican al periodismo.
Desgobernadores y presidentes municipales no cumplen con sus obligaciones de prevenir delitos, pero tampoco hacen algo para investigarlos. Lo mismo, y peor, pasa con el mal gobierno federal, donde la PGR no ha consignado a un solo presunto culpable de estos asesinatos. Nada sabemos de los desaparecidos ni de los secuestrados. Menos, de los muertos.
Huye Calderón dejando un país ensangrentado por homicidios diariamente. Es mentira, como aseguran sus voceros, desde la provocadora Alejandra Sota, que se han reducido las muertes de uno y otro bando. Los sicarios toman ciudades, bloquean carreteras, siembran terrorismo… Las fuerzas de seguridad llegan a recoger cadáveres. Reporteros de todos los medios de comunicación informan sobre esos hechos y ellos mismos son víctimas. Y los funcionarios, molestos por el desempeño de la prensa, también ordenan homicidios de periodistas. Todas las medidas de Calderón para garantizar que sobrevivan los mexicanos son retórica y simulación, pues cuando está Calderón a unos meses de irse no hay resultado alguno.
El peñismo, como si fuera una concesión graciosa, repite que respetará las libertades de prensa. Faltaba más. ¡Es su obligación! Ya que carece de legitimidad, al menos debe sostener que se someterá a la legalidad constitucional. Pero, como también han dicho sus transitorios, los militares no saldrán de las calles. Continuará la violencia generalizada que solamente mata a mexicanos, permitiendo que los narcotraficantes se hagan justicia por su propia mano y disparen sus potentes armas (que el mismo Obama les facilitó con su programa Rápido y Furioso y que Calderón, fanático del libre mercado, permite que ese armamento sea surtido a los narcos) contra la población. Muchos de éstos son periodistas a los que Calderón se lleva entre las patas, con homicidios impunes mientras huye del país con total impunidad.
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