Si bien es cierto que, además de las embestidas del exterior representadas hoy por el dictador Trump, coronado como césar estadunidense, el pueblo mexicano simultáneamente padece la sangrienta y criminal inseguridad que abarca todo el territorio, sin que la política pública peñista, la de los desgobernadores y presidentes municipales y la de los 16 delegados de la Ciudad de México, demuestren que sus policías, soldados y marinos tengan al menos a raya a la delincuencia organizada. Pero ésta se ha desbordado y hasta reta, con mejor armamento y complicidades compradas, a esos gobiernos. Lo que ha hecho que el enloquecido intervencionista de Trump se haya tomado la libertad de “ofrecer” sus tropas para combatir a los delincuentes. Pues bien, en ese marco nacional es que persisten y aumentan las amenazas contra los defensores de derechos humanos, reclamantes de desaparecidos, denunciantes de homicidios y secuestros, etcétera. Y en ese dramático escenario nacional se siguen dando intimidaciones contra los periodistas.
Una de ellas perpetrada por el exdesgobernador de Coahuila Humberto Moreira, amigo-compadre de Peña, quien fue tratado como presunto responsable de delitos penales en España, cuando dizque estudiaba un posgrado, tras huir-abandonar la presidencia del PRI que el mismo Peña le entregó. De acuerdo con su trayectoria, todos los medios de comunicación lo pusieron del asco. Empero, montó en cólera y contrató a un abogado para acusar de daño moral al periodista, investigador y académico Sergio Aguayo, porque éste escribió que Moreira “desprende hedor corrupto”. El proceso está radicado ante el juez 15 de lo Civil, quien no ha estado mostrando imparcialidad y sí, al parecer, favoritismo para Moreira; provocando que Aguayo promoviera ante la Judicatura del poder Judicial de la Ciudad de México, su remoción e incluso su cese, por la forma en que está llevando el juicio.
Columnista del periódico Reforma, analista de la vida nacional, combatiente por los derechos humanos y en la vanguardia del contrapoder contra los abusos, impunidad y corrupción de funcionarios, Aguayo enfrenta el proceso para, con el imperio de la ley imparcialmente vigente ser absuelto, pues el investigador emitió su opinión sobre un asunto público y le pareció que olía a corrupción. Y es claro que la demanda busca conculcar los derechos de libertad de prensa. Además de que Moreira quiere agregar 10 millones de pesos a su abultado patrimonio. Por lo que se dice afectado en sus sentimientos, afectos, creencias, decoro y reputación, molesto porque Aguayo menciona que es un político con olor a corrupción.
Así se ventiló su caso en los medios de comunicación; y juzgarlo en sentido contrario es avalar ese ataque. Pues no hay duda de que la millonaria deuda que dejó Humberto Moreira en Coahuila –como la que han dejado los Duarte, Borges, Medina, Cué, Padrés, Yarrington, etcétera–, despide un putrefacto olor a corrupción. Así que los dichos de Aguayo no tipifican daño moral y menos que, para supuestamente repararlo, Moreira exija 10 millones de pesos; a menos que cuente con actos de parcialidad, que representarían ataques a las libertades de prensa.
Otra embestida se ha presentado en la persona de Daniel Camacho, quien firma su trabajo con su apellido en los periódicos Reforma y El Norte. Uno a uno sus cartones nos ofrecen el dardo de sus pinceladas dando en el blanco, para ofrecernos la ironía, el sarcasmo y el lado trágico-cómico sobre los hechos que tienen lugar en la política, lo social y económico; puntualizando con sus trazos lo que pensamos y decimos los mexicanos para, al menos, burlarnos de quienes, desde los poderes de la iglesia, del gobierno, de las cúpulas empresariales, culturales, etcétera, descargan sus abusos. Periodista desde el contrapoder, Daniel Camacho ha cumplido con su profesionalismo de la caricatura.
Sólo el columnista Salvador García Soto ha salido en defensa de ese trabajador del periodismo, siempre penetrante y certero en su colaboración (El Universal, 9 de marzo de 2017). Y ahora aquí, en la revista Contralínea, exponemos nuestra defensa. Y exhibimos que Daniel Camacho ha estado recibiendo “mensajes difamatorios y calumniosos, desde la perversa mano que tira la piedra y se esconde en el anonimato”.
Sabemos que se han organizado grupos desde el poder público y los partidos para realizar esos ataques a las libertades de prensa. E incluso que directores de Comunicación del sector público, han contratado esos servicios de provocación. A Camacho le han llegado ultimátum para tratar de hacerlo claudicar. Pero eso no sucederá. El caricaturista se mantendrá en su ejercicio periodístico. Apuntando siempre su crítica demoledora para señalar las corruptelas, la impunidad y exhibir a la fauna privada y pública cuando abusa y roba. Y que de esta manera los lectores, integrantes de la opinión pública completen su derecho a estar plenamente informados.
La crítica de Daniel Camacho, por medio de sus caricaturas que es el periodismo sintetizado en un dibujo que ridiculiza, contribuye a enriquecer la vida pública con más democracia directa. Nada impedirá que el periodista se mantenga en su línea de conducta echado para adelante con su entrega al trabajo de la prensa escrita. Las bravatas que le han enviado como amagos han puesto en alerta a los lectores y defensores de los derechos humanos, para hacer un frente común contra la insolencia amenazadora. Daniel Camacho no cejará y su periodismo continuará impecable e implacable.
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