No se trata solamente de asesinatos de periodistas, como el que acaba de tener lugar contra la persona de la periodista Miroslava Breach Velducea (mientras el desgobernado panista Javier Corral alega que es su “día de asueto”, y usó el avión para irse a jugar golf a Mazatlán, como lo hace Peña Nieto), allá, precisamente en la entidad de Chihuahua donde ese desgobernador obtuvo votos para ganar con la promesa de ser honrado –nada dijo de jugar golf–, imponer la seguridad, crear empleos, acabar con los feminicidíos y dedicarse día y noche, sin descanso, a gobernar… y ya está exhibido como un desgobernador más. El caso es que entre el sexenio de Calderón y los cuatro años y pico del peñismo, van 1 millón de homicidios, sin contar los cadáveres y partes de cuerpos humanos hallados en las fosas de Veracruz, Morelos, Guerrero, Michoacán, etcétera.
Entre ese millón van los periodistas privados de sus vidas, tanto por órdenes de funcionarios como por sicarios de las delincuencias con el agregado de “organizadas” precisamente para matar, secuestrar y desaparecer mexicanos; entre mujeres, niños y hombres, a los que utilizan para la siembra, cosecha y comercio de las drogas, no pocas veces con la complicidad o amenazas contra funcionarios, militares, marinos y policías. Desde el salinismo, aunque también desde Díaz Ordaz y si no es que desde López Mateos, se asesina a mexicanos. Y periodistas a partir de Manuel Buendía, como críticamente narra Miguel Ángel Granados Chapa en su texto: Buendía, el primer asesinato de la narcopolítica en México (Grijalbo, 2012). La larga lista de periodistas víctimas de homicidas, nos la ofreció Carlos Moncada Ochoa: Oficio de muerte: periodistas asesinados en el país de la impunidad (Grijalbo, 2012, con prólogo de Granados Chapa).
Con el homicidio de la reportera-corresponsal de La Jornada y diarios de Chihuahua, van cientos de periodistas en el millón de asesinatos de los últimos 6 sexenios. Es el caso de Manuel Buendía a Miroslava Breach, en el contexto de los secuestros, las desapariciones forzadas, los feminicidios, las fosas clandestinas, etcétera, que han convertido a nuestro país es un estado de guerra de los narcos y quienes los combaten, donde más de 100 millones de mexicanos sobreviven en ese terror y el fantasma del militarismo. Padecemos 32 desgobernadores y un presidencialismo dedicados a la rapiña de la corrupción, permitiendo que crezca y se multiplique la sangrienta inseguridad. Creando pobreza, desempleo y abusos de todos los poderes más el poder del narcotráfico y, en una de esas, hasta la tercera invasión estadunidense; asemejándose a las ocurridas en 1847 y 1914, si el enloquecido nepotista neonazi Donald Trump continúa con sus amenazas, algunas de ellas ya cumplidas, el amurallamiento de su país y cortar de tajo las relaciones comerciales. Es el nepotismo de Trump y su odio a los mexicanos inmigrantes, a los que quiere aislar con su muro.
Acá el peñismo solamente está ocupado en impedir que se le escape el territorio mexiquense, esa cueva y paraíso del cártel de Atlacomulco que actualmente está en la crisis electorera. Nada le ha importado la nación a Peña, desobligado de sus tareas en la conducción presidencial. Y se multiplican los homicidios, como el de la reportera de Chihuahua, empeñada en informar sobre las causas sociales de la entidad; y por lo que fue asesinada con toda la crueldad de que fueron capaces sus autores materiales, a través de sus sicarios. Ella, como el resto de los mexicanos sufrimos el mal gobierno del despotismo peñista. No paran los homicidios de indígenas, estudiantes, periodistas, mujeres y niños. Miles de los cuales son buscados por sus familiares, para encontrarlos en fosas clandestinas por todo el territorio. El artero asesinato de Miroslava es una muestra más de la sangrienta época cuya pinza actual la integran Trump y Peña.
Manténgase en contacto
Síganos en las redes sociales
Subscribe to weekly newsletter