En medio de una crisis económica y social agudizada al finalizar el primer gobierno aprista, el Perú vivía una época extremadamente tensa y se venían elecciones donde un candidato de derecha prometía reformas económicas que asustaban a una parte de la población. Un ingeniero que se subía a un tractor para prometer lo opuesto al otro candidato recibiría el apoyo de sectores religiosos, de izquierda y otros partidos en una suerte de alianza antinatural.
El país estuvo enfrentando constantemente una situación de crisis económica (Fujishock), política (investigaciones del Parlamento, Apenkai, etc) y social (los destrozos del terrorismo en todo el país). En abril de 1992, el autogolpe de Fujimori rompió con el orden democrático y constitucional. En aquel momento gozó de una amplia aceptación popular, pero la historia terminaría clasificándolo como el primer paso del “Chino” para convertirse en un autócrata. Hoy en día, quienes defienden esa medida lo hacen por los logros del gobierno fujimorista. Una suerte de “el fin justifica los medios” o un noventero “roba pero hace obra”.
El año 2016, fue elegido Kuczynski (o más como que no fue elegida Keiko Fujimori) para gobernar al país con el respaldo de una alianza completamente antinatural (la izquierda democrática, la izquierda caviar, el antifujimorismo, el sector apolítico pituco, la tecnocracia limeña, entre otros) que lo único que tenían en común era la consigna de que el fujimorismo, que ya tenía amplia mayoría en el Parlamento, no llegara al poder.
El resultado: 18 meses de insoportables tensiones políticas (constantes enfrentamientos entre Ejecutivo, Legislativo y hasta Poder Judicial, polémicas en nombramientos, interpelaciones, censuras y retiradas de confianza y demás) todo esto en medio de un desaceleramiento económico y profundas crisis sociales derivadas de acontecimientos climáticos extremos, la pegada ha sido más fuerte en el Norte pero las consecuencias las ha sufrido todo el país. Mientras todo eso ocurría: ¿quiénes fueron los más perjudicados? Los peruanos que necesitan mejores condiciones de empleo, servicios de salud, educación y demás… pero los políticos... ¡bien, gracias!
Un nuevo hecho (2 x 1 diría yo) ocurrió en diciembre que remeció el orden democrático y constitucional: la fallida vacancia presidencial y el posterior indulto a Alberto Fujimori.
La vacancia fue considerada por una parte del espectro político como un atropello de una fuerza política y por otro lado como la justa sanción a un presidente que ya demostró que ha mentido en repetidas ocasiones al pueblo.
Y el indulto a Alberto Fujimori fue visto como una medida inmoral (no entraré a temas legales que ya han sido ampliamente discutidos en otras tribunas) hasta un descarado toma y daca de favores con parte del fujimorismo (me ayudas a no ser vacado, indulto a tu padre). Otra parte del espectro, lo juzga en función a su interés: la condena a Fujimori no fue justa, esto lo reivindica; ya cumplió parte de su pena, ya era hora; en una retribución a todo lo que hizo por el Perú, se lo merecía… entre otras.
Lo cierto es que tenemos nuevamente a un país polarizado, y ahora rabioso: a un extremo del ring está la izquierda y el anti que ayer fue aliado del gobierno (copando posiciones de asesorías, consultorías, en los medios estatales, embajadas) y se siente traicionado y al otro extremo, a un oficialismo que viró su posición política y la fuerza política que ayer fue dura opositora ahora pidiendo “reconciliación” por el bien del país.
Algunas diferencias fundamentales con el autogolpe de Fujimori, sé que hay muchas, solo me enfocaré en un par: esta fue una medida que gozó de respaldo popular y por otro lado generó un cisma en el gabinete (los ministros que se sintieron traicionados renunciaron de inmediato, empezando por el PCM Alfonso de Los Heros).
En esta coyuntura vale la pena preguntarse, ¿qué se viene para el país, ya polarizado, a raíz del indulto? ¿Continuarán las manifestaciones públicas de rechazo? ¿Respaldará la vieja guardia fujimorista al gobierno? ¿Si los ministros fueron traicionados por la medida por qué siguen allí? ¿Sabían o no sabían? ¿Respaldan o no respaldan?
El presidente PPK ya había manoseado el tema del indulto a lo largo de toda su gestión y ocasionado pequeños cismas políticos al respecto en repetidas ocasiones. Diera la impresión que este gobierno primero trató de pactar tibiamente con el antifujimorismo y a cualquier señal de enfrentamiento con el fujimorismo dio marcha atrás, y que ahora como consecuencia del indulto ya tomó una posición más clara, ahora es claramente imposible pactar y queda solamente un “cogobierno” con el fujimorismo.
En todo caso, nunca dejará de ser una medida polémica que polarizó al país completamente. Lo único que sé es que los más afectados con toda la polarización política no son los partidos ni el gobierno ni los parlamentarios, son los peruanos de a pie que claman mejor educación, vías de transporte, salud, oportunidades de trabajo y demás. Pero con ellos pareciera que nunca es la cosa… ¡quién diría!
Mis posiciones personales sobre estos temas:
• Sobre el indulto a Fujimori: lo considero profundamente inmoral y el resultado de un trueque político. Debería determinarse también si es que es ilegal o no.
• Sobre la vacancia presidencial fallida: un atropello de una fuerza política que forzó una figura constitucional en función de intereses partidarios.
• Sobre el presidente PPK: ya demostró que no tiene problema alguno en mentirle al país y que no conoce de lealtades en política pues olvidó rápidamente a su partido, a su bancada y ahora a sus aliados antis. Las únicas lealtades que conoce son las de su círculo cercano.
Herbert Mujica Rojas escribió el 24 de diciembre del 2017:
“Se han apagado las luces de la moral política en estos días. Y hay un culpable principal: Pedro Pablo Kuczynski.”
Yo agregaría que todos los peruanos también tenemos mucha responsabilidad: cuando decidimos irnos todos, como dijo Carlos Meléndez hace poco, prácticamente le entregamos un cheque en blanco a los políticos, y también a todos los oportunistas, para que hagan lo que se les diera la gana con el Perú.
Y eso es grave, muy grave.
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