El Proyecto HAARP podría estar detrás del terremoto que sacudió el sureste mexicano el 8 de septiembre de 2017. El programa, desarrollado por el Ejército de Estados Unidos, es un arma de guerra climatológica insertado en el llamado “bioterrorismo de Estado”. “Forma parte de un sistema integrado de armamentos de consecuencias ecológicas potencialmente devastadoras”.
Podemos entender la guerra climática como un conflicto bélico que utiliza los cambios severos en las condiciones climáticas que generan modificaciones radicales en las condiciones de vida de ciertas sociedades, restringiendo el acceso a los recursos naturales (agua, energía, alimentos). Lo que provoca alteraciones en los equilibrios sociales, ambientales, poblacionales, fronterizos, incluso limpiezas étnicas, todo ello, ocasionado mediante instrumentos explícitos, procesados, con fines militares, de ofensiva contra un adversario.
El objetivo sustancial es generar un colapso o catástrofe social, temporal o permanente, lo cual también puede no ser definitivo. En las civilizaciones antiguas, incluso en las mesoamericanas prehispánicas, los colapsos sociales de origen climático, pero espontáneos, se ubican como causas de extinción y migraciones masivas o declinación civilizatoria. La gran diferencia hoy es que estos mega procesos pueden ser inducidos militarmente.
Hay procesos en la actualidad, que rayan en los límites de la ciencia ficción. Es el caso del Proyecto HAARP y su influencia en los sismos, terremotos, maremotos y huracanes y otros (https://www.youtube.com/watch?v=Y3YFJZBdB1U) que han azotado distintas regiones y países del planeta. Particularmente, el caso del subcontinente suramericano (vastas inundaciones, dada la alteración de los flujos fluviales en distintos países) y, recientemente, Centroamérica y México (huracanes y sismos) llaman la atención, porque coinciden con una actividad redobladamente intensa de las antenas instaladas por el Programa HAARP (180, en un radio de 14 km2), un programa militar del Ejército de Estados Unidos, que emite rayos electromagnéticos de alta frecuencia hacia la ionósfera con el objeto de modificar el ambiente climático, empleado como arma militar.
Si no estuvieran involucrados en su investigación y testimonios, análisis escritos y experimentos, científicos de renombre e instituciones y gobiernos de países muy serios, debiéramos considerarlo un tema de la macro-ficción. Después de todo, la Guerra de las galaxias, cuando se anunció como proyecto para iniciar casi de inmediato, no era más que una mega ficción político-militar y bélica (en aqurl momento, era tecnológica y financieramente inviable, imposible). Se usó la técnica de “engañar al enemigo” (la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas) con movimientos e iniciativas ficticias. Hoy es distinto: contemporáneamente, el HAARP forma parte de aquella obsesiva y posible guerra en y desde el espacio sideral para derrotar a un gran enemigo.
Conocimos de este proyecto el 20 de noviembre de 1994 en un periódico de Alaska, el Anchorage Daily News. Se aludía a peligrosas investigaciones militares en el transcurso de las cuales se habrían estado enviando haces de partículas desde la superficie de la Tierra hacia la ionosfera. Se trataba del High-frequency Active Aural Research Program (Programa de Investigación de la Aurora Activa de Alta Frecuencia), parte de la Iniciativa de Defensa Estratégica (SDI), que nunca desapareció.
La explicación ofrecida por el Centro Nacional de Investigación en Ciencias de Bolivia es la siguiente: “se trata de un proyecto de ‘investigación’ creado en 1990 para monitorear las variaciones de ondas dentro de esa sección de la atmósfera llamada ionosfera, que absorbe los rayos ultravioletas del sol transformándolos en iones y electrones, transmisores de ondas radiales y telúricas, que pueden modificarse artificialmente con descargas electromagnéticas para compactar y re-direccionar esas ondas con fines diversos” (https://www.bibliotecapleyades.net/sociopolitica/sociopol_weatherwar30.htm).
Pero otros científicos e investigadores especializados y de alto nivel (en geofísica y geoingeniería) lo ubican con toda precisión en la línea de otros programas militares existentes y puestos en marcha por el gobierno y el Ejército de Estados Unidos, aunque ambos lo nieguen públicamente y en forma reiterada.
Su objetivo, entonces, es modificar las condiciones de la ionosfera (parte de la atmósfera terrestre ionizada permanentemente debido a la radiación solar) introduciendo cambios químicos en su composición (lo que llevaría consigo un cambio climático), que pudiera conducir a lograr el bloqueo de las comunicaciones mundiales, también llamado “cegar al enemigo”, inutilizando sus dispositivos informáticos, digitales, satelitales, comunicacionales, etcétera, y poder derrotarlo sin disparar una sola arma de ningún tipo.
Es la victoria de ensueño para cualquier ejército muy poderoso ante uno o unos enemigos igualmente poderosos. El libro Angels don’t play this harp (Los ángeles no tocan esta arpa), del científico Nick Begich y la periodista Jeanne Manning, arrojó diversas conclusiones: las dos más relevantes fueron que el envío de haces de partículas electromagnéticas hacia la ionosfera modificaría la situación de ella y producirá calentamiento en la misma; y que el proyecto no es más que la explotación o manipulación de la ionosfera con fines estrictamente militares.
Existen otros “calentadores ionosféricos” que funcionan en Puerto Rico (también de Estados Unidos), Noruega (de la Unión Europea) y Rusia. La parte más directamente bélica del programa se constata dado que la cooperación entre el Ejército estadunidense y la Universidad de Alaska debe llevar la obtención de un “escudo anti-misiles” defensivo, muy barato (he aquí una razón central del proyecto), mediante la manipulación geofísica, aprovechando también las grandes reservas de gas natural en aquel estado de la Unión Americana (Alaska).
El programa (en una de sus derivaciones) está vinculado a las disputas energéticas con Rusia en la zona del Ártico, en donde ambos ejércitos han desarrollado emplazamientos militares pesados. La doctora Rosalie Bertell (científica en epidemiología, de gran prestigio que ya falleció) dijo que el HAARP “forma parte de un sistema integrado de armamentos, de consecuencias ecológicas potencialmente devastadoras” (su conferencia en Cambridge, 4 de junio de 2015, se puede escuchar en Youtube).
En suma, estamos ante un arma de guerra climatológica, una de las formas postmodernas de la guerra entre grandes potencias mediante la geoingeniería, el más descomunal “bio-terrorismo de Estado”.
Y agregó: “HAARP es parte integral de una larga historia de investigación y desarrollo espacial de naturaleza militar deliberada. Las implicaciones militares de la combinación de estos proyectos son alarmantes… La capacidad de la combinación HAARP/Spacelab/cohete espacial de producir cantidades muy grandes de energía, comparable a una bomba atómica, en cualquier parte de la tierra por medio de haces de láser y partículas, es aterradora.
“HAARP podría contribuir a cambiar el clima bombardeando intensivamente la atmósfera con rayos de alta frecuencia. Convirtiendo las ondas de baja frecuencia en alta intensidad, podría también afectar a los cerebros humanos, y no se puede excluir que tenga efectos tectónicos. En forma más general, HAARP tiene la capacidad de modificar el campo electromagnético de la Tierra. Es parte de un arsenal de ‘armas electrónicas’ que los investigadores militares de Estados Unidos consideran una ‘guerra más suave y bondadosa’”, estimó. (https://liberacionahora.wordpress.com/informacion-alternativa-y-nuevos-paradigmas/proyecto-haarp/)
En paralelo, en torno a este tema, se ha desarrollado una guerra informativa como en otros casos similares (por ejemplo, en cuanto a los experimentos reales y casos de aplicación para la inoculación del cáncer), una disputa por “la verdad” entre una cierta comunidad científica y el poder de un gran Estado, todo su dinero, su Ejército y sus aparatos de comunicación para dominar a la opinión pública, desmintiendo a algunos prestigiosos científicos.
Allí encontramos otro de los grandes ensueños del poder: el control social lo más severo y amplio posible. Pero la clave que conecta este programa militar con sus efectos en fenómenos naturales desastrosos, se menciona y resume en lo siguiente: desde una perspectiva científica, los potenciales y reales efectos en movimientos telúricos ocurridos recientemente, son posibilidad efectiva.
Otro científico de renombre mundial, Michio Kakú, afirmó recientemente que el programa HAARP es el responsable de la oleada de desastres naturales (“huracanes artificiales”, que otro científico de la NASA, de apellido Rodie, llamó “creados por el hombre”), debido al rociamiento de los cielos con nano-partículas, cuyo efecto central es la modificación climática.
Según Rodie, mediante el estudio de los más recientes huracanes, descubrió “pautas sospechosas en la trayectoria de los huracanes” como “aspectos brumosos y patrones de ola, habituales en las estelas”, propios de “agentes químicos pulverizados”, lo que pone de manifiesto “la existencia de materiales de geo-ingeniería” emplazados en dicho espacio (https://www.youtube.com/watch?v=viMH3K2xmpI).
En otras palabras, el HAARP es un “calentador ionosférico” que se utiliza para experimentar la modificación focalizada de la turbulencia del plasma (gas de baja densidad en condiciones normales) contenida en la ionosfera, con el objetivo de aumentar la densidad de dicho gas iónico. Cuando la densidad de ese gas aumenta, surgen turbulencias y nubes de plasma multicolores que se conocen como auroras.
Es decir, el HAARP es capaz de fabricar auroras artificiales bajo la forma de nubes de plasma con mayor densidad, en cualquier punto del planeta que se le ocurra al Pentágono. Y por tanto puede también modificar el clima, a partir de considerar a la ionosfera un activo estratégico de orden militar para las nuevas guerras climáticas (https://www.bibliotecapleyades.net/sociopolitica/sociopol_weatherwar30.htm).
Entonces, la hiperactividad electromagnética en las antenas emplazadas del HAARP en Gakona, Alaska, coinciden con la presencia de emisión de señales (bombardeo de nano-partículas) hacia la ionosfera, antes de la ocurrencia de movimientos sísmicos.
En Bolivia, el Observatorio de Tarija registró manchas solares (nubes luminiscentes o auroras boreales) antes del desastre natural causado por grandes inundaciones, que devastó áreas agrícolas ante el colapso sin precedentes de las cuencas fluviales, con decenas de fallecidos y unos 200 mil damnificados. Los inusuales desbordes se extendieron a algunas zonas rurales de Brasil y Paraguay, región en donde desaparecieron 40 mil cabezas de ganado, precipitando una crisis alimentaria más o menos acotada.
Por las mismas fechas, un devastador huracán destrozó los cultivos de café en Colombia; y en Ecuador, las autoridades reportaron, con asombro y temor, la también inusual actividad del volcán Tungurahua (150 kilómetros al Sur de Quito), dentro de un rango de tiempo que comprende los días 12, 18 y 20 de enero de 2014. El propio Observatorio de Tarija, estableció certeza sobre los “efectos asociados a la complejidad del campo magnético en la superficie solar que interactúa con el magnetismo terrestre”, como son:
“Interrupción en comunicaciones telefónicas,
apagones de plantas generadoras de electricidad,
daños a las instalaciones de sistemas de comunicaciones,
mal funcionamiento de satélites,
alteración en los GPS,
aumento de la actividad geomagnética que produce fabulosas auroras boreales (fenómeno en forma de brillo o luminiscencia que aparece en el cielo nocturno) alrededor del círculo polar ártico, e incluso auroras australes.”
Y de allí que, recientemente, otras fuentes han afirmado que el HAARP es responsable del terremoto ocurrido en México de magnitud 8.2 (del 7 de septiembre de 2017, para concentrarnos sólo en este, sin explicar con toda suficiencia la aseveración). Ello porque en el estado de Texas, Estados Unidos, se produjo la “siembra de nubes antes del huracán” (se hizo el 24 de agosto de 2017, y se ha hecho ya desde 2011), lo que provocó que se amplificara su impacto devastando regiones de ese estado, propiciando también grandes tormentas, experimento calificado como “un gran éxito”, porque la tormenta se prolongó más de lo normal y con mayor fuerza que la natural. Puede ser también una vía para provocar inundaciones, tormentas eléctricas poderosas, sequías y hambrunas (http://conlaorejaroja.com/haarp-el-arma-todopoderosa).
Entre los días 4 y 6 de septiembre, previos al primer terremoto en México en el Sur-Sureste mexicano, se produjo la más grande tormenta solar (fulguraciones, les llaman también) de los últimos 10 años (justo como sucedió cuando se produjo el huracán Katrina, en 2005, uno de los cinco más devastadores en la historia de Estados Unidos).
El huracán Irma –previo al primer terremoto en México– se desarrolló el 30 de agosto en Cabo Verde; dadas las condiciones favorables, se intensificó rápidamente y en 24 horas se convirtió en categoría 2 y luego, en un huracán mayor cuya intensidad fluctuó, pero el 4 de septiembre (sólo 3 días antes del primer terremoto en México) subió a categoría 5 con vientos de 295 km/h (The Washington Post, 6 de septiembre de 2017). Agreguemos que en este contexto, la actividad del volcán Popocatépetl en México y el volcán de Fuego en Guatemala fue reiterada durante 2017: fuertes fumarolas e incluso lava, en el segundo.
Se aprecia, entonces, en la superficie, un primer patrón de tres piezas: intensas fulguraciones solares/presencia progresivamente fortalecida de huracanes/y sismos de alta intensidad/con actividad volcánica, antes y después, en donde el trayecto es variable, porque el huracán que sigue a la tormenta solar puede iniciar en una zona geográfica y desplazarse a otra, en donde alcanza su mayor fuerza, y en un territorio nacional cercano puede sobrevenir el movimiento telúrico. ¿Será así? o ¿fue coincidencia la sucesión de etapas? Ojalá que los más capacitados nos hicieran luz sobre esto, para no dejar de lado el tema de fondo.
Volviendo al HAARP y sus experimentaciones, es posible, como sucede desde hace decenas de años, que en un momento dado, el macro-experimento pueda salirse de control o superar las previsiones y cálculos (no se hace con ratas o conejos, sino en una región) en sus impactos, magnitudes, intensidad, por lo menos en forma parcial. Es probable también, que –opinan algunos especialistas la guerra climatológica haya comenzado (como lo sostiene el profesor Michel Chossudovsky en Global Reserch, 20 de diciembre de 2007) o que esté en preparativos de intensificación experimental (de allí los fenómenos presenciados en distintas zonas geográficas).
Otros autores hablan de “declararle la guerra al cambio climático” (no en sentido militar) como medida defensiva de la humanidad (caso del famoso ecologista estadunidense Bill McKibben), y no hay que olvidar que Donald Trump retiró en junio de 2017 a Estados Unidos del acuerdo contra el Cambio Climático de París, evidentemente para actuar con mayor libertad en el tema, y una vez visto que las tensiones con otras potencias en distintas regiones se han recrudecido a partir del presente gobierno de Estados Unidos. Obviamente, son todos datos o piezas de un gran rompecabezas.
El caso del fuerte temblor en el sureste mexicano y en Guatemala (el primero) que hizo que se girara una Alerta de Tsunami, llamó también la atención por los múltiples destellos en el cielo emanados del Sol, debido a mega explosiones solares (“tormentas geomagnéticas”). Aquí, el punto está, en dilucidar si tales explosiones solares son efecto de las manipulaciones geofísicas en la ionósfera, parte de la atmósfera en donde actúa la radiación solar, o no lo son. Porque a tales inducciones o manipulaciones, habría que agregar la pre-existencia de la “falla tectónica de San Andrés”, otra “falla tectónica” que involucra la “Placa de Cocos” y que pasa por una parte importante del territorio nacional, causante de movimientos telúricos relativamente recurrentes, todo ello, anterior al programa HAARP.Y luego, está también el llamado “cinturón de fuego” (zona de alta actividad sísmica y volcánica) en el cinturón que bordea el Océano Pacífico (https://www.youtube.com/watch?v=o_qKuKFvlAY).
Son, así, un conjunto de factores geológicos y tectónicos difícilmente resumibles en un solo factor causante: HAARP. Pero No es lo que afirmamos, sino que, hablamos de poderosos factores inductivos desde los procesos desarrollados por dicho programa. Si nada de esto fuera posible, la propia guerra climática sería una ficción.
La gran pregunta es entonces: ¿cómo influye el HAARP en los movimientos tectónicos? ¿o no influye en realidad? Una opinión más o menos consensual, es que los movimientos telúricos recientes están más relacionados con la actividad del Sol, con las tormentas electromagnéticas que impactan y modifican el campo electromagnético de la Tierra, y derivan en su capacidad de inducir movimientos tectónicos, posiblemente: a) si la secuencia que antes anotamos fuera válida, con una probada relación de causalidad entre sí; y b) si como opinan algunos especialistas, las fulguraciones solares, al modificar el campo electromagnético y llegar a la Tierra, activan el movimiento volcánico y tectónico, ya que las “tormentas solares”.
Y estos son: “(liberación súbita de radiación electromagnética) y fuertes eyecciones de masa coronal (onda hecha de radiación y viento solar que se desprende del Sol) (…) La primera fulguración tuvo lugar el pasado 4 de septiembre, cuando (…) se observaron perturbaciones magnéticas (…) durante la noche del 6 al 7 de septiembre. Sin embargo, el 6 de septiembre, poco antes de las 12:00 horas GMT, se produjo una fulguración que ha sido la más intensa de los últimos 10 años, y que emitió partículas de alta energía (…),en el sol se produjo el equivalente a un terremoto, con una onda expansiva importante (…) Había una eyección de masa coronal muy rápida, a bastante más de 1 mil km/segundo y teníamos claro que llegaba a la Tierra (…) Desde ese día, el sol ha seguido explotando” (http://www.prensalibre.com/internacional/detectan-la-llamarada-solar-mas-potente-del-ultimo-decenio).
La realidad de todo esto está en una declaración oficial del Parlamento ruso (la famosa Duma) en agosto de 2002, que considera el programa HAARP como parte de una carrera armamentista de Estados Unidos, al crear “nuevas armas integrales de carácter geofísico que puede influir en la tropósfera [capa de la atmósfera terrestre que está en contacto con la superficie de la Tierra] con onda de radio de baja frecuencia”, lo que constituye un “salto cualitativo comparable al de las armas convencionales hacia las armas atómicas”.
Y agregaron: “la radiación es transmitida en una frecuencia que excita a la resonancia ciclotrónica (se refiere al proceso de aceleración ionosférica, JRY) de electrones para calentar y acelerar las partículas cargadas. Este incremento en la energía puede causar ionización de partículas neutras, las cuales son entonces absorbidas como parte de la región, de este modo se va incrementando la densidad de las partículas cargadas de la región”. Además, acusaron al programa iónico del Pentágono de ser causante de la ola de calor con más de 40 grados que Rusia padeció en el 2010 con muchas muertes (https://www.bibliotecapleyades.net/sociopolitica/sociopol_weatherwar30.htm).
En este tema muchas puertas quedan abiertas, pero no perdamos de vista que la lógica de los grandes poderes en la historia de la humanidad, es implacable, y el criterio rector es siempre el logro de la supremacía in-contrastada. Dicen los abogados que “a confesión de parte, relevo de pruebas”.
Sobre ello nos ilustra el profesor canadiense Michel Chosudovsky en la fuente antes citada: “la modificación del clima, según el documento de la Fuerza Aérea de Estados Unidos. AF 2025 Informe Final, ‘ofrece al combatiente en la guerra una amplia gama de posibles opciones para derrotar o coercer a un adversario’; sus capacidades, dice, se extienden a la provocación de inundaciones, huracanes, sequías y terremotos: la modificación del clima se convertirá en parte de la seguridad interior e internacional y podría ser realizada unilateralmente”.
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