Europa se debate desesperadamente frente la crisis del coronavirus, pero Estados Unidos y sus socios de la OTAN mantienen a toda costa el gigantesco ejercicio militar “Defender Europe 2020”. Willy Wimmer, ex secretario de Estado del ministerio de Defensa de Alemania, observa que una Europa occidental sumisa vuelve a poner su suelo al servicio de la geopolítica de Washington y resalta la grave complicidad de Berlín en esta nueva provocación contra la Federación Rusa.
Desde que se llevó a cabo en suelo europeo la guerra de la OTAN contra la República Federal de Yugoslavia –guerra que contradecía el derecho internacional–, la OTAN ha seguido fomentando sistemáticamente la erosión del derecho internacional.
¿Tienen las relaciones internacionales que estar sometidas a la ley de la selva? Lo que predomina es el punto de vista de Estados Unidos y estamos viendo como nuestros países europeos son convertidos sistemáticamente en posiciones avanzadas de Washington, pisoteando para ello con el mayor desprecio todo nuestro orden jurídico. Sí, hoy nos vemos nuevamente en la obligación de repasar las lecciones que nos dejaron las dos guerras mundiales.
Y nos vemos en la obligación de señalar que, desde la guerra contra Yugoslavia, el «Occidente de los valores» es una noción del pasado. Desde 1945, lo que había evitado la guerra era la Carta de las Naciones Unidas, concretamente a través del Consejo de Seguridad de la ONU. La guerra no debería ser posible más que en caso de legítima defensa y únicamente según las reglas de las Naciones Unidas. La OTAN misma sólo era concebible como una organización puramente defensiva y vinculada a la misma Carta de las Naciones Unidas.
Alemania contribuyó a romper con lo único que protegía a la humanidad de nuevas destrucciones ya que, desde la guerra de 1999 contra Yugoslavia, ha venido socavando deliberadamente, mediante operaciones militares que contradicen la Carta de la ONU, el compromiso de la nación alemana en pro de reglas aplicables del derecho internacional.
No se trata de temas puramente históricos. Cualquiera que preste atención a los acontecimientos podrá notar el enorme incremento del tráfico aéreo militar, así como los movimientos de tanques que cruzan Alemania rumbo al territorio ruso. Esta política hacia Rusia está en marcha desde 1992, desde que supuestamente terminó la guerra fría, contradice todos los acuerdos internacionales firmados en el momento de la reunificación alemana y viola los compromisos contraídos ante la Unión Soviética en noviembre de 1990, con la firma de la Carta de París.
Un espíritu de buena vecindad debía regir la vida en Europa. ¿Dónde están las prohibiciones del gobierno federal alemán que debían impedir que el ejército de Estados Unidos avanzara hacia Rusia?, país que –en el preciso momento en que se desarrolla el ejercicio de la OTAN– estará conmemorando el enorme tributo en vidas que tuvo que pagar durante la Segunda Guerra Mundial
¿Dónde estaba y dónde está el presidente de la República Federal de Alemania que, durante su mandato, nos recordaba la importancia de la Carta de las Naciones Unidas como medio de prevenir la guerra?, pero que hoy obedece ciegamente a un gobierno federal complaciente, permitiendo una vez más que las tropas alemanas vayan a la guerra sin mandato de las Naciones Unidas.
La canciller alemana Angela Merkel rompe un tabú al hacer que los soldados alemanes participen en el ejercicio de la OTAN de mayor envergadura que se organiza contra Rusia desde el fin de la guerra fría. Esa ruptura puede impedir que se concrete el largo proceso de avance hacia una paz duradera, proceso que se había hecho posible gracias a gestos admirables y a una acción lúcida hacia la Federación Rusa y el pueblo ruso.
Tenemos que recordar que ese mismo pueblo ruso conversa con el pueblo alemán haciendo gala de una amplitud de mente que puede parecer inconcebible después de las destrucciones de la Segunda Guerra Mundial y de la agresión del Reich alemán contra la Unión Soviética. Sin embargo, donde quiera que usted vaya como ciudadano alemán, en las calles y plazas de ese formidable país, recibirá una calurosa bienvenida. En 1987, cuando yo visité la célebre División Taman, cerca de Moscú, como primer representante de un ministerio de Defensa occidental, pude comprobar personalmente que en el museo de la División no había absolutamente nada que pudiese ser considerado denigrante hacia los soldados la Wehrmacht, a pesar de haber sido esta el enemigo mortal de la URSS durante la Segunda Guerra Mundial. El coronel que encabezaba la dirección política de la División me dijo simplemente, citando palabras de su propia madre, que cada joven soldado alemán muerto en aquella guerra había sido también motivo de duelo para una madre alemana.
En 1985, el presidente alemán Richard von Weizsacker denunció en el Bundestag un comportamiento que podría calificarse como «olvido de la Historia». Aquella expresión es aplicable al comportamiento de los dirigentes alemanes de hoy, los cuales votaron para que los soldados alemanes participaran en el ejercicio de la OTAN «Defender Europe 2020». Esos dirigentes alemanes abrieron un camino y permiten que los generales de la Bundeswehr hablen de ese ejercicio como lo hacen. No cuestionan que soldados alemanes se atrincheren «a las puertas de Leningrado-San Petersburgo», ciudad rusa que es hoy una joya de la cultura común europea.
El 28 de enero de 2020, durante la conmemoración de la liberación de Auschwitz, el presidente ruso Vladimir Putin inauguró en Jerusalén un memorial dedicado al recuerdo del bloqueo de Leningrado por parte del Reich alemán, durante la Segunda Guerra Mundial. La canciller alemana estaba presente y ella es responsable de que Rusia sea hoy blanco del injusto «espíritu de Versalles», que amenaza con poner a Rusia en la posición que la propia Alemania vivió durante la Primera Guerra Mundial y en Versalles.
No es por tanto sorprendente que, en mayo de 2019, el gobierno federal alemán no haya conmemorado el centenario de «Versalles», ni que el presidente alemán tampoco lo haya mencionado en una ceremonia de conmemoración realizada bajo su responsabilidad. Versalles representa el «demonio de la venganza», pero también simbolizaba la incapacidad deliberada de luchar por la paz dado el hecho que los principales dirigentes vinculados al Tratado de Versalles sabían que el documento que estaban redactando en 1919 sembraba la semilla de la próxima guerra. Wolfgang Effenberger subrayó incluso que el mariscal francés Foch, a cuya tumba acudió el presidente estadounidense Donald Trump en 2017 para rendirle homenaje, ya hablaba entonces de una próxima guerra para dentro de 20 años. Y no se equivocó.
Esa forma de pensar se expresa nuevamente en el gran ejercicio de la OTAN, deliberadamente planeado para el aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial, que terminó el 9 de mayo de 1945. Obediente ante la OTAN, Occidente no sabe construir la paz, sólo sabe hacer la guerra, ya sea la guerra fría o una guerra sangrienta.
La conferencia realizada en abril del año 2000 en Bratislava (Eslovaquia) definió claramente el objetivo de Estados Unidos en Europa: desplegar una cortina de hierro entre el Báltico y el Mar Negro, que Rusia se quede donde está, que se divida o que estalle en pequeños Estados. El ejercicio de la OTAN, presentado como «Defender Europe 2020», es un «ejercicio vergonzoso», útil sólo para los partidarios de la guerra.
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