Dos subsecretarios de Defensa –Jennifer C. Walsh, a cargo de la Política de Defensa, y Griffin Decker, a cargo de la Investigación– declararon ante la Comisión de la Cámara de Representantes para las fuerzas armadas que el «síndrome de La Habana», inicialmente atribuido a la acción de algún servicio especial del gobierno cubano, es causado por un arma nueva, hasta ahora desconocida para Estados Unidos.
En una audiencia a puertas cerradas, estos responsables del Pentágono aseguraron que se trata de los efectos de un arma de «energía dirigida», creada por Rusia o por China, y que ya ha sido utilizada contra tropas estadounidenses [1]. Agregaron que esa arma provoca problemas de audición, fuertes migrañas, afecta el sentido del equilibrio y que esos síntomas pueden persistir durante meses, privando a los soldados de sus reflejos.
La primera mención del llamado «síndrome de La Habana» data de 2017, cuando miembros del personal de las embajadas de Estados Unidos y Canadá en la capital cubana se quejaron de sufrir ese tipo de síntomas, que Washington atribuyó inmediatamente a un “ataque” de la inteligencia cubana.
Ambos subsecretarios de Defensa aseguraron que se ha observado un número creciente de ataques de ese tipo contra personal estadounidense en varios países de Latinoamérica y del Medio Oriente.
Sin embargo, después de las declaraciones de estos responsables del Pentágono ante el Congreso estadounidense, el general Frank McKenzie, jefe del CentCom, dijo no tener conocimiento de la existencia de tales ataques contra las tropas bajo su mando que Estados Unidos mantiene desplegadas en numerosos países del Medio Oriente.
[1] «Exclusive: U.S. troops increasingly vulnerable to directed-energy attacks, Pentagon tells lawmakers», Lara Seligman, Andrew Desiderio y Betsy Woodruff, Politico y South China Morning Post, 22 de abril de 2021.
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