Cada día el país está más perplejo de la pérdida de juicio a que lleva en Colombia el despeñadero de la reelección presidencial. El Presidente, el gobierno y la rosca de congresistas armada con piñata de cargos públicos y diplomáticos se han ido enloqueciendo en decisiones públicas que aceleran el proceso de descomposición política a que se ha arrastrado al país. Hay un empeño abierto de liquidar y corromper los partidos políticos que en todo el mundo democrático son fundamento de la institucionalidad.
Los golpes de Estado militaristas, fascistas o los que se dieron a todo lo largo de América Latina en la centuria pasada, dirigidos por el imperio norteamericano en Chile, Argentina, Uruguay, Bolivia, Centroamérica y casi todo el Continente, fueron preparados con una campaña de agravios a la juridicidad, a la democracia y al sistema de funcionamiento de los partidos. Ese es el contenido político del proyecto Uribe Vélez-Londoño Hoyos, que no ocultaron su propósito de retornar a la hegemonía retardataria de 1886. Londoño Hoyos salió del gobierno pero sigue con voz propia en El Tiempo, sin que haya devuelto a Ecopetrol los bienes, acciones e indemnizaciones a que ha quedado obligado por decisión judicial. Sigue, desde su tribuna periodística, abriendo camino al proyecto de reelección de Uribe Vélez, en el abierto propósito de reinstitucionalizar la Regeneración.
Una de las primeras víctimas de este objetivo de impulsar la liquidación de los partidos políticos está a la vista en las acciones del presidente Uribe Vélez para destruir al Partido Liberal. En nombre de la paz que tanto desea y necesita el país, las cuestiones del orden público se están manejando como un juego de cartas politiqueras. Está bien la paz con los paramilitares, pero está muy mal que se hayan dejado de lado todas las reglas penales universales para el castigo de delitos atroces y contra el derecho humanitario que se hubieren cometido. Por eso el descrédito del gobierno en la Unión Europea.
El Presidente encarcela y pone en libertad según sus gustos. En Bucaramanga a alguien que se robó una cartera con papeles, él lo perdonó y lo dio por libre. Los jueces tuvieron que correr a adelantar el respectivo proceso porque es un abuso del poder que el presidente Uribe condene o ponga en libertad a presuntos delincuentes. En Bogotá se dio el caso escandaloso del señor ’Julián’, a quien también puso en libertad y mandó a disfrutar de los servicios del Hotel Tequendama. Esto se parece a la conducta de gobernantes del Caribe y Centroamérica, instalados en sus países por el poder norteamericano. Era lo que hacían Trujillo, Somoza, Duvalier y tantos otros.
Extraditar o no extraditar a paramilitares sin que los jueces colombianos tengan la oportunidad de pronunciarse sobre los crímenes de que están o pueden estar acusados, es un abuso del poder. La propuesta sobre condiciones para no extraditar a Estados Unidos a un dirigente guerrillero de las Farc es otro abuso del poder y propaganda inicua a la reelección presidencial. A nadie es permitido convertir el proceso de paz en un juego con el dolor de las víctimas de la violencia.
En estas cosas no hay seriedad presidencial. La reelección se muestra cada vez más como una oportunidad para toda suerte de malas prácticas, mientras la economía del país se desmorona y el desempleo avanza implacablemente, pese a los informes del Dane, convertido por el propio presidente en una agencia personal de informes favorables. La Cepal, en su reciente informe para el 2005, señala que Colombia crecerá en el 2004 en el 3.3% y no en el 4% que predica el gobierno, cuando el promedio latinoamericano será del 5.5%, al tiempo que pronostica para el 2005 un crecimiento del 3%, apenas por encima de Haití (de nuevo ocupado por tropas norteamericanas), El Salvador y República Dominicana.
¡Bravo por el Junior!
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