Shamil Basaev con barba y Aslan Masjadov

El 8 de marzo, cuando el presidente Vladímir Putin entregaba regalos a las veteranas rusas de la II Guerra Mundial con motivo del Día Internacional de la Mujer, le tocó a él mismo un premio largamente esperado. El ex presidente de la República de Ichkeria (así denominan a Chechenia) y líder del movimiento separatista en Chechenia, Aslan Masjadov, fue aniquilado en un búnker subterráneo situado a una profundidad de dos metros en la localidad de Tolstoi-Yurt, en las afueras de Grozny.

Y aunque Putin acogió esta noticia con una cara impermeable, tiene todos los motivos para sentirse profundamente satisfecho.
Habiendo marcado como objetivo, en el año 1999, la eliminación consecuente de los jefes terroristas chechenos, el mandatario ruso consiguió en los últimos seis años muchas cosas.

En abril de 1996, los militares rusos localizaron gracias a una conversación telefónica interceptada al primer presidente checheno Dzojar Dudaev y lo abatieron con un misil de alta precisión.

En marzo de 2000 fue arrestado el autor de los secuestros terroristas en Pervomaisky y Kizliar, Salman Radúev, quien más tarde falleció en un hospital de prisión. En junio de 2001 fueron aniquilados Arbi Baraev, uno de los jefes de la guerrilla separatista chechena, y 17 militantes de su grupo.

En marzo de 2002 se eliminó a Jattab, mercenario jordano quien ocupaba en la jerarquía de los secesionistas chechenos una posición incluso superior a la de Shamil Basaev. En febrero de 2004 se produjo la detención de Ruslan Guelaev y los integrantes de su grupo en la frontera ruso-georgiana. Y ahora, finalmente, el castigo ha alcanzado a una figura mucho más importante y controvertida en la cúpula clandestina del terrorismo checheno, Aslan Masjadov, cuyas capacidades de camaleón político habían despistado durante mucho tiempo a los patrocinadores occidentales, proclives a ver en él a un representante de la «corriente moderada» del separatismo checheno y, por consiguiente, al interlocutor más adecuado para las negociaciones de paz con Putin.

El problema es que los patrocinadores conocían mal la biografía de su protegido.
Nada más elegido presidente de Ichkeria (nombre que los rebeldes le dan a Chechenia) en 1997, Masjadov dio al traste con su imagen de político razonable.

Las normativas legales fueron suplantadas al poco tiempo por las leyes del Chariat. Por miedo de oponerse a los islamistas radicales, Masjadov propiciaba en Chechenia la revitalización de las tradiciones medievales en una versión técnica moderna. Frente a las ventanas del palacio presidencial se realizaban ejecuciones en público, con latigazos y metrallas de los Kalashnikov. Y eso se llamaba independencia.

Aslan Masjadov

Es difícil decir cuál de las dos cosas había primado, si la falta de voluntad o una apuesta consciente por el terrorismo, pero Masjadov consintió durante su presidencia el ataque de los combatientes chechenos contra la vecina república de Daguestán.

También recordamos todos una grabación vídeo del año 2002 en la que Masjadov, contra el cual ya pesaba una orden de busca y captura emitida por la Justicia rusa e internacional, anunciaba cierta «operación singular», según él mismo dijo. A los pocos días Rusia fue conmocionada por la toma de rehenes en el moscovita Teatro Dubrovka.

En aquel secuestro bandido participaron varias terroristas suicidas adiestradas en los centros de entrenamiento especiales cuya creación para Masjadov era una de las tareas fundamentales. La sangrienta impronta de Masjadov está presente también en la tragedia de Beslán que se ha cobrado más de 300 víctimas, la mitad de ellas, niños.

El único miembro superviviente del comando terrorista de Beslán mencionó a Masjadov entre los autores intelectuales de aquel atentado espeluznante. «Nos dijeron que ocupáramos una escuela en Beslán - confesó él -. Fueron Masjadov y Basaev quienes plantearon esa tarea».

Los abogados de Masjadov en el extranjero - empezando con el politólogo y ex asesor de la Administración norteamericana para seguridad nacional durante la presidencia de Jimmy Carter, Zbiegnew Brzezinsky, y terminando con el ministro de Asuntos Exteriores de Polonia, Adam Rotfeld - deploran hoy la eliminación de su protegido afirmando que es «un grave error político».

Sus argumentos no son nada novedosos: Aslan Masjadov, en su opinión, había sido el único interlocutor moderado para las negociaciones y los chechenos, después de su muerte, tendrán «un símbolo de la resistencia». El emisario de Masjadov en Europa Ahmed Zakaev, refugiado en Londres y ya sin amo, va más allá y predice una «movilización» de los comandos chechenos porque Masjadov, supuestamente, había sido un «factor de freno».

La realidad es que en estos últimos meses Masjadov ya tenía muy poca influencia en los comandos chechenos o, para ser exactos, se encontraba completamente aislado de ellos. Era incapaz de frenar a los jefes de campaña ni inspirarles hacia nuevos atentados terroristas.

Consciente de este aislamiento, el líder separatista decidió coger en las manos un lanzagranadas y desplazarse a Tolstoi-Yurt para preparar en persona un nuevo atentado de gran envergadura: un bombardeo contra las oficinas locales de la Administración, el Interior y la Comandancia Militar.

Políticamente confinado, Masjadov pretendía incorporarse así a los jefes de campaña. Sin embargo, la recompensa de diez millones de dólares que el Kremlin había prometido contra su cabeza resultó para alguien más valiosa que la lealtad a un líder nominal.

Donde Masjadov efectivamente había tenido un protagonismo clave, era en la búsqueda de patrocinadores occidentales. Era el cajero número uno y principal administrador de los recursos financieros. Tras su desaparición, esta fuente importante que nutría el terrorismo checheno podría extinguirse rápidamente, y la propia guerrilla chechena se verá en un estado de desorganización.

En general, la situación política en Chechenia será ahora menos ambigua y se va a despojar de esas perspectivas ilusorias de una negociación con el diablo del terrorismo que Masjadov se había empeñado en alimentar. Todo en Chechenia será «más en blanco y negro», según la expresión del parlamentario ruso Guennady Gudkov, miembro del Comité de seguridad en la Cámara baja: a las autoridades federales y locales en esta república se opondrán grupos terroristas pequeños y desunidos cuya única opción ahora es izar la bandera blanca.

Ya les queda absolutamente claro que la muerte de Masjadov es un signo del castigo ineluctable para todos ellos. El siguiente en esta lista es Shamil Basaev, ya hecho una ruina, y es una cuestión de meses o tal vez semanas. Alentado por el éxito de su línea dura, el Kremlin mantendrá su presencia militar en Chechenia y continuará escalando las operaciones bélicas, tal y como ha ido haciendo últimamente.

Las prioridades de Moscú son la ulterior «chechenización del conflicto», es decir, el traspaso de todas las funciones del orden público a un régimen leal y que cuenta con el apoyo de la población, la consolidación de este régimen y la asistencia a la recuperación económica de Chechenia.

Dicen que el cuerpo de Masjadov no será entregado a los parientes sino que lo van a enterrar en una fosa anónima, como ya se hizo en el caso de Radúev y Guelaev. Es una lástima porque hay un epitafio muy bueno: «Aquí se ha dado un paso importante hacia la paz en el Cáucaso».

Fuente
RIA Novosti (Rusia)