La salida de la cárcel de Francisco Galán renueva las preguntas acerca de lo que haría falta para concertar un proceso de paz con el ELN.
Francisco Galán, líder del ELN, sale por sexta vez de la cárcel, luego de trece años en prisión. Lo hace por autorización del Gobierno del Presidente Álvaro Uribe y a instancias de una iniciativa de la Comisión Facilitadora de la Sociedad Civil, que desde hace ocho años trabaja por acercar al ELN y al Estado Colombiano a una posible solución política a la guerra que esta agrupación desarrolla.
Autorizado por el Comando Central del ELN, su máxima instancia de conducción permanente, tiene la tarea de establecer las posibilidades de que. con participación plural de la sociedad Colombiana y acompañamiento internacional, ELN y administración Uribe se acerquen en sus posiciones y puedan establecer un proceso de diálogo y negociación en procura de enrutar caminos y mecanismos para ponerle fin al alzamiento armado de esta guerrilla, que ya cumple cuatro décadas de trasegar los caminos de la guerra.
El ELN es una guerrilla sui géneris: se ha contenido de involucrarse en el circuito de las drogas, lo cual la privó de los ingentes recursos que requiere mantener una acción armada. Cuando quiso pasar a la ofensiva militar, a finales de los años 80, y tuvo pérdidas de combatientes importantes en número y prestigio, reversó la decisión y volvió a su modalidad operativa de pequeñas unidades. Intentó construir un movimiento político legal e igualmente reversó este esfuerzo y se enclaustró en los laberintos de la clandestinidad, teniendo como consigna la de preservar fuerzas y esperar mejores momentos para su actuación.
Es una guerrilla que según dice está reducida, que ha perdido importantes zonas frente a la presión paramilitar como en el caso del sur de Bolívar, donde se ha replegado a las zonas montañosas históricas en las que se estableció a principios de los años 70, o en el oriente antioqueño, donde ha perdido importantes espacios por la iniciativa de las fuerzas armadas y de los paramilitares. Si hiciéramos un recorrido por toda la geografía nacional, a excepción de Arauca y el sur de Bolívar, los frentes guerrilleros no pasan de pequeños destacamentos, que invierten buena parte de su tiempo y gastan sus energías en sobrevivir y rehuir la acción de combate. Aún así, estamos aún lejos de la posible derrota de una guerrilla que toda la vida ha trajinado al filo de la navaja, experta en revivir una y otra vez de los aniquilamientos anunciados con bombos y platillos.
El ELN es una guerrilla que no pudo dar el salto militar que vivió las FARC a mediados de los años 90, pero igualmente es una fuerza que se ha mantenido resistente a entablar una negociación global que la lleve a la civilidad.
Pero si por parte del ELN las limitaciones son protuberantes, no menos limitaciones se encuentran en los Gobiernos Colombianos, que han planteado siempre una posibilidad de negociación con el ELN de manera subsidiaria a las iniciativas en marcha, limitadas o inexistentes, con las FARC, sin propuestas audaces que atraigan al ELN a una posible mesa de negociación.
Sin oferta de paz, limitada y sobre elementos sustanciales, no va a ser posible una negociación con el ELN. Pero también se requiere que el ELN acote una agenda para seguir por el camino de remover todos los obstáculos económicos, sociales, políticos y culturales que están en la raíz de las motivaciones y la voluntad de mantenerse en el alzamiento armado, pues continuarlo es condenar a la sociedad Colombiana a una guerra de desgaste, desangre y perpetuación de una degradación en la que los ataques a los civiles son el pan de cada día y las talanqueras de la antidemocracia se ajustan en medio de una guerra de perdedores.
Francisco Galán inicia una labor de cien días de diálogos, intercambios y acercamientos con una multiplicidad de sectores de la sociedad Colombiana y de la Comunidad internacional, en la que puede tender puentes y establecer las posibilidades de un proceso de diálogos y negociaciones con la administración del presidente Álvaro Uribe, en un periodo de debate electoral y de incertidumbre sobre las posibilidades de un segundo mandato de la administración Uribe si la Corte Constitucional avala la posibilidad de reelección inmediata.
La solución política requiere una mano y para ello hay que desplegar imaginación y acción desde la sociedad, pero requiere también que el ELN se aplique a encontrar fórmulas ajustadas y proporcionales que le permitan pasar a la civilidad con la cabeza en alto y asumiendo sus responsabilidades en una agenda de verdad, justicia y reparación que todos los grupos armados le deben a la sociedad y ante la cual está expectante la comunidad internacional. Y, por supuesto, se requiere oferta de paz de las élites en el poder, porque, de gratis, Galán y sus huestes preferirán una tumba en las montañas de Colombia a una salida deshonrosa de la causa bélica a la cual se han consagrado miles de hombres y mujeres que, equivocados o no, han sido tercamente perseverantes en la empresa de la guerra.
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