Desde la problemática de la satisfacción de la necesidad alimentaria, en el sur de la Ciudad de Buenos Aires, el Comedor Los Pibes ensaya respuestas con perspectivas superadoras, hacia la construcción genuina y solidaria.
El nacimiento del Comedor Los Pibes, de La Boca, fue el merendero de la calle Lamadrid, el 25 de mayo de 1996. Ahora gran parte de sus actividades las desarrollan en una ex fábrica de motores navales del barrio de La Boca. Están ahí desde el 1 de Mayo de 2004. Hoy, en este lugar, así como se reparte comida para más de mil personas, también se abordan emprendimientos productivos cooperativos. Además, las doscientas familias que participan del reparto de comida conforman la asamblea, que es soberana en la toma de decisiones y configura la resistencia y construcción popular.
Esos dos hitos fundacionales en la trayectoria del comedor. Pero hay otro, entonado con dolor y presente en todos los rincones, que es el asesinato cobarde de Martín Cisneros, el Oso, integrante fundamental desde la fundación del comedor, el 25 de Junio de 2004. Asesinato que contó, al menos, con la complicidad de la comisaría del barrio, el verdugo fue un socio de la policía en la venta de drogas. Que este hecho haya sucedido con estas características muestra que, más allá de un gobierno con otra sensibilidad, brazos del Estado asumen la persecución de activistas sociales en defensa del sistema de injusticias que comprende también los propios negocios de la mafia policial.
El reparto de la comida que se realiza en el comedor prioriza que cada familia lleve el alimento diario y semanal para disfrutarlo su seno. Así, más allá de las dificultades, la alimentación conserva su espacio en el ambiente cotidiano.
El inicio para los emprendimientos que desarrollan es el esfuerzo de los propios compañeros a través de cuotas sociales. Con esto compraron las primeras máquinas de coser, el horno y se abastecen de los insumos necesarios, además del pago de servicios e impuestos del local –desde un comienzo el alquiler es subsidiado por el gobierno porteño-. A esto se le agrega la ayuda de otros movimientos sociales y personas que brindan su apoyo.
La producción cooperativa, social, no es la creación de un empleo para enfrentar la desocupación. La práctica cooperativa tiene sentido cuando es formadora de una conciencia colectiva y solidaria sobre el trabajo y la vida. De una boca y otra del Comedor Los Pibes, se escucha que la formación de esa conciencia es la tarea fundamental, la construcción primordial que merece todos los esfuerzos.
Desde este año, el taller textil del Comedor Los Pibes produce guardapolvos para el Estado. El taller de serigrafía está pronto a realizar un acuerdo con el Estado venezolano, a través de la Embajada, por el que van a recibir una máquina y también van a Venezuela, invitados para compartir su experiencia y construcción con personas que estén emprendiendo la producción cooperativa en la República Bolivariana. El comedor, como parte del Congreso Bolivariano de los Pueblos, ha ido asumiendo esta tarea desde hace tiempo.
Edificar desde la no explotación del hombre
Comprendiendo que la política social de un buen gobierno apunta a la construcción de dignidad, trabajo sustentable y autogestión de proyectos, entre otras cosas, y no asistencialismo y prácticas clientelares, asumimos que esa política social tiene que tener interlocutores genuinos, con construcciones sólidas en el campo popular. La integración que puede hacer fuerte a Latinoamérica es la que tiene como protagonistas a las bases sociales, y a esto apunta el convite venezolano en este caso; la construcción de conciencias rebeldes en al práctica diaria del trabajo. En el Comedor Los Pibes, muchas personas están trabajando, y la tarea más ardua es la formación de un modo de percibir esta construcción que permita que en la labor cotidiana en los emprendimientos de producción, la insignia sea la construcción en conjunto de la vida sin patrón. Lo significativo es la búsqueda de la libertad en el quehacer, y con esto la satisfacción de las necesidades.
Nadie lo va a hacer por vos. Del conocimiento rico que trae una construcción de este tipo, que nació enfrentando al menemismo, transcurrió entre la Alianza y el gobierno de Duhalde y llega a estos días podemos aprender que, bienvenida la mano de un gobierno con otras sensibilidades, pero la construcción genuina es la que nace de los propios actores.
En la búsqueda de la capacitación con conciencia social, hay quince compañeras y compañeros que este año cursan cooperativismo, periodismo y economía política y social, becados por la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo, y que pueden enseñarnos sobre el disfrute en la formación. Desde 1994, cuando fue la resistencia al desalojo de las familias que vivían en el edificio donde funcionaron las Bodegas Giol, con el Oso Cisneros como baluarte, el Comedor Los Pibes y las Madres se apoyan y acompañan en la lucha.
En la panadería cooperativa, el objetivo ahora es la provisión de pan para las escuelas del barrio. Para esto, además de la decisión política de dejar de comprarles a las grandes panificadoras, los compañeros necesitan un horno rotativo. Para eso es necesario financiamiento. Pero los compañeros asumen que para este proyecto están preparados, que ése crecimiento es una necesidad; darles de comer a nuestros hijos en las escuelas con producto de trabajo sin explotación. En la trayectoria del emprendimiento, se pasaron de los 15 kilos semanales de harina hasta los 450 que se trabajan hoy. Mientras tanto, con un préstamo del Ministerio de Desarrollo Social se disponen a la refacción de la cocina, donde también funciona la producción de galletitas y la fábrica de pastas, y la compra de un horno más moderno que el que usan hasta ahora y una heladera. El préstamo, que está dentro del programa FOPAR (Fondo Participativo de Inversión Social), tiene como contrapartida la producción de alimentos por el valor prestado, en el plazo de dos años, para un comedor comunitario; en este caso es el Comedor Copito de Virrey del Pino. La construcción para emprender el camino hacia estos objetivos es ineludible y las razones no encajan en la búsqueda de mercado sino en que lo cotidiano se pinte con colores de justicia social y liberación en la cultura del trabajo y, por la continuidad de la práctica, en la vida. En el taller cooperativo textil, este año se consiguió un avance en este sentido con la provisión de guardapolvos para escuelas estatales, la adquisición de cinco máquinas nuevas proveídas por Desarrollo Social y la capacitación a cargo del INTI (Instituto Nacional de Tecnología Industrial). Para absorber esta posibilidad manteniendo el rumbo fue necesario que la concepción del trabajo solidario sea la guía.
También emprendieron, mediante créditos oficiales, la construcción cooperativa de viviendas, con créditos a 30 años. La necesidad aún excede a lo conseguido, pero el camino está abierto y las necesidades manifiestas. Y en la trayectoria del equipo técnico de viviendas, hace años que Jaime Sorín, desde hace unos días decano de la Facultad de Arquitectura, brinda su conocimiento y esfuerzo de manera solidaria. Y el objetivo también acá trasciende la necesidad de la vivienda, se apunta a la convivencia de compañeros en casas que son fruto del esfuerzo colectivo.
La razón para el nacimiento de un comedor es el hambre. Desde el hambre, la historia del Comedor Los Pibes marca que, practicando con el trabajo solidario y la construcción colectiva y horizontal, se edificaron emprendimientos que además de generar trabajo genuino, sus productos nacen desde la no explotación del hombre. La construcción de viviendas continúa el camino de satisfacer las necesidades desde el trabajo solidario. Desde el pan a las viviendas, o desde la supervivencia al diseño de los nuevos horizontes.
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