Una década atrás, la capital cubana fue testigo de una serie de atentados contrarrevolucionarios en instalaciones turísticas. De esa manera pretendían el Imperio y la mafia de Miami detener el pujante desarrollo de la industria del ocio local, erigida a partir de los años 90 en motor impulsor de la economía nacional.
Sabían donde atacar y empezaron el 12 de abril de 1997, cuando una bomba explotó en un baño de la entonces discoteca Aché —hoy el Habana Café—, del capitalino Hotel Meliá Cohíba. Tal fue el inicio de un ciclo de acciones criminales, ejecutadas por una red montada en Centroamérica por el terrorista confeso Luis Posada Carriles y financiada por la Fundación Nacional Cubano-Americana (FNCA).
El promotor de esa y las restantes explosiones —el día 30 de ese mismo mes y en ese propio inmueble fue desactivada otra carga explosiva— reconoció públicamente su autoría en entrevista concedida al diario The New York Times, en julio de 1998. Entonces, también revelaba sin ambages que el soporte económico lo había aportado la FNCA.
Han pasado 10 años y Posada no ha saldado sus deudas por esos y otros hechos vandálicos con la justicia, esa misma justicia que ahora en la persona de una jueza de Miami aprueba se le otorgue una fianza para salir en libertad.
El aparato judicial norteamericano solo le imputó cargos migratorios por su entrada ilegal a la Unión, e hizo mutis ante un expediente cargado de datos y pruebas de las fechorías de este asesino, quien personalmente contrató a dos salvadoreños para perpetrar los atentados en La Habana.
Luego de apresados, Francisco Chávez Abarca y Raúl Ernesto Cruz León admitieron su vinculación con Posada Carriles, cerebro de esos siniestros planes.
Tras los sucesos de abril en el referido hospedaje cinco estrellas, el 12 de julio siguiente se produjeron dos explosiones casi simultáneas en los hoteles Capri y Nacional, en los cuales cuatro personas resultaron lesionadas. De nuevo el cuatro de agosto, el objetivo fue el Meliá Cohíba y 18 jornadas después, el escenario de tamañas tropelías se trasladaba hacia el Hotel Sol Palmeras, en Varadero.
El ciudadano italiano Fabio Di Celmo murió el cuatro de septiembre, cuando un artefacto hizo explosión en el Hotel Copacabana. También ese día otras siete personas resultaron heridas en similares delitos en los hospedajes Tritón y Chateau Miramar, y en el restaurante La Bodeguita del Medio.
A partir de los actos terroristas realizados desde el 17 de octubre de 1992 hasta el 30 de abril del 97, Cuba confeccionó una lista de 13 graves hechos de esa índole, cometidos especialmente contra instalaciones turísticas, financiados casi en su totalidad por la Fundación Nacional Cubano Americana. Se elaboró un informe que se hizo llegar al Presidente de Estados Unidos a través de una destacada personalidad política, en visita privada a Cuba, a principios de mayo.
Pero una actitud y una conducta agresivas por parte de las administraciones norteñas hicieron caso omiso de tales denuncias, hace 10 años; como también ahora, en vez de juzgar, protegen y buscan a toda costa la libertad del autor confeso de tantos y tantos crímenes, su fiel agente imperial Luis Posada Carriles.
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