No se trata de una poción mágica. El secreto de la admirable lozanía de la Revolución cubana está en su permanente apuesta por los jóvenes desde el primer día, mucho antes de la victoria del Primero de Enero de 1959.
Si para no pocos en el mundo, incluso a la hora de hacer política, juventud aún hoy equivale a problema, riesgo, una enfermedad que los años curan y un segmento del electorado cuyos votos ganar con ofrecimientos rara vez cumplidos, la Revolución ha confiado en los jóvenes siempre y en ellos ve potencial y la promesa de ese futuro que han de construir desde el presente que viven y en el cual forjan su identidad como generación.
“Hagamos”, en lugar de “Te vamos a dar”, y a esa convocatoria han respondido una y otra vez los “pinos nuevos” en este último medio siglo. No voy a hacer historia ni a hablar de la Campaña de Alfabetización, Playa Girón, las zafras del pueblo, las escuelas al campo y en el campo, Angola, Etiopía o la Nicaragua sin Somoza.
Prefiero hablar del presente, de los más de 200 mil jóvenes movilizados hoy por hoy en campamentos agrícolas, obras de choque y muchas otras iniciativas en apoyo al colosal esfuerzo del pueblo y sus autoridades para eliminar, en el menor tiempo posible, las secuelas del devastador azote de los huracanes Gustav y Ike.
En tiempos como éstos, cuando tanto se debate en el orbe sobre la desmotivación y desmovilización de la juventud, semejante catástrofe tendría en cualquier otro lugar cualquier otra respuesta. Pero, es que en Cuba los jóvenes son verdaderos sujetos del cambio, o lo que es igual, de la construcción de la sociedad nueva, y no meros objetos receptores de políticas públicas.
Baste este ejemplo: La revolución educacional que lleva adelante el país tiene claro está, a las nuevas generaciones como principales destinatarias y, también, como protagonistas, e igual puede decirse de otros importantes programas sociales y culturales de los últimos años.
Claro está que no todo deviene color de rosa. Como cualquier grupo social, la juventud es heterogénea y compleja, con tensiones, urgencias, contradicciones, paradojas, expectativas y carencias, y los jóvenes cubanos, que no viven en una urna de cristal ni mucho menos, están expuestos a la influencia de un planeta globalizado hasta para las crisis, dígase económica, social y hasta de valores.
Marginalidad, exclusión, deserción escolar, migración, descenso de la fecundidad juvenil, drogadicción, consumismo, discriminación, delincuencia, el VIH-SIDA: temas como esos no nos son ajenos.
Pero, tampoco falta una real voluntad de enfrentar y resolver los problemas, de hacer en busca de esa justicia social, que pasa por la igualdad de oportunidades para todos.
En Cuba, el discurso político no resulta letra muerta, va acompañado de acciones concretas, con programas que tienen muy en cuenta la opinión de los jóvenes, partícipes directos, por muchísimas vías, de la vida política de la nación. Dieciocho años tiene –solo es uno de tantos ejemplos- Liaena Hernández Martínez (18), la más joven entre los 614 diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular.
En este 2008, Año Iberoamericano de la Juventud, la mayor de las Antillas puede sentirse inmensamente feliz por la obra de medio siglo en Revolución, una Revolución tan joven como esas manos que han ayudado a tejer el sueño de lo posible y la defenderán por siempre.
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