Cuando se habla de una isla grande en el Caribe y con sobradas bondades para el turismo, muchos pensarán de inmediato en Cuba, privada por el bloqueo de EE.UU. de ser puerto seguro para los buques de recreo que pululan por esa zona.
La dimensión extraterritorial de esa guerra de Washington contra La Habana desde hace 50 años ha tenido en sus últimas etapas una incidencia particularmente negativa sobre la industria turística, con énfasis en la modalidad de los cruceros.
Específicamente, la Enmienda Torricelli (1992) prohíbe tocar radas en los dominios norteños por un plazo de 180 días a las embarcaciones que lo hayan hecho antes en suelo cubano.
Fuentes oficiales calculan que por las vecinas aguas se mueven en 12 meses unos tres millones de cruceristas. E l 90 por ciento de esa industria naviera posee capitales de Norteamérica.
Por otra parte, a l os estadounidenses en general les está prohibido visitar Cuba desde 1961 y se estima que los ingresos dejados de percibir por tal razón están en el orden de 1214.5 millones de dólares.
El informe cubano a Naciones Unidas subraya: “La Oficina de Control de Activos Extranjeros del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos de América (OFAC) ha continuado impidiendo las transacciones comerciales a Cuba derivadas de la oferta turística cubana, incluidos los servicios ofrecidos a través de Internet, entre los cuales se encuentran servicios de reservaciones, compra de pasajes, alojamiento, arrendamiento de aviones y operaciones relativas al turismo de crucero y náutico”.
Empresarios consultados sobre esa última variante, coincidieron en reconocer que t odo el mundo está interesado en venir a La Habana, pero ninguna (compañía) puede porque los penalizan (en Estados Unidos). Las leyes son implacables..., se lamentaron.
La infraestructura instalada en la Isla tiene capacidad para recibir unas 600 escalas en tres puntos y un millón de pasajeros, han señalado autoridades del patio relacionadas con las terminales de la capital, Cienfuegos y Santiago de Cuba.
Según las proyecciones de la Asociación de Agencias de Viajes de América (ASTA), la cantidad de turistas y cruceristas estadounidenses que habrían podido disfrutar sus vacaciones en Cuba en el año 2008 de no existir la prohibición que mantiene el gobierno de los Estados Unidos, se calcula en la cifra de 1,75 millones de visitantes.
Por ese concepto, la industria turística cubana dejó de ingresar en ese período no menos de 1,120 millones de dólares.
Como se advierte no solo es el archipiélago antillano el sitiado, sino que el poderoso vecino se bloquea a sí mismo, pues la apertura de esos vínculos representaría para ellos más ganancias por la ampliación de su giro del ocio, la creación de nuevas fuentes de empleo y la adquisición de más clientes para su esfera agrícola.
Por obra y gracia del criminal bloqueo imperial, los cruceros por el Caribe continúan mirando a la distancia a la isla maldita y sus itinerarios se vuelven una telaraña en torno al territorio nacional, cuyos puertos seguros...están prohibidos.
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