En la esquina del lobby-bar del Hotel Copacabana, al oeste de La Habana, se localiza un sencillo sitial que no debería existir.
La tarja en bronce muestra la efigie del joven italiano Fabio Di Celmo, quien falleciera en aquel lugar el cuatro de septiembre de 1997 víctima de un atentado terrorista fraguado por los sempiternos enemigos de la Revolución, anidados por la extrema derecha de la floridana ciudad de Miami.
“Tal barbarie imperialista no puede impedir que el pueblo de Cuba y la familia del deporte nacional te recuerde, Fabio”, reza la placa recordatoria del repudiable crimen que, como todo acto terrorista, no reparó en inocencias y colocó a un turista italiano en la mira de sus acciones anticubanas.
Allí, cada año, en sencillo acto, trabajadores del hotel, funcionarios del turismo y decenas de personas, rinden homenaje a esa vida cruelmente truncada.
Siempre, entre los presentes, no falta un venerable hombre ya entrado en años que, flores en mano y con los ojos llenos de lágrimas, se postra ante la tarja.
Desde la muerte de su hijo, cada día, en algún momento, ese nonagenario vierte lágrimas “y desde entonces siempre me muevo abrumado por el peso de la angustia”, confiesa.
Este hombre, desde hace 16 años, no solo derrama su dolor por fuera sino también vierte lágrimas por dentro, que es el peor de los llantos.
Es este el anciano que, con voz temblorosa de emoción, pero firmes palabras, habla de su fe en Cuba, la Revolución, la justicia, y de los principios que siempre abrigó su desaparecido hijo: la paz, la fraternidad entre los pueblos, el amor...
A sus 91 años, Giustino Di Celmo, el progenitor del joven asesinado, es un hombre activo, lúcido, de hablar pausado, claras ideas e inconmovibles convicciones que lo sitúan al lado de esta tierra, convertida en su segunda patria, y en la cual, afirma estar decidido a vivir hasta su último aliento.
Estamos en medio de la gran campaña internacional por la liberación de los Cinco Héroes antiterroristas presos en Estados Unidos, y bajo su mirada atenta, nace esta entrevista:
– Sabemos cuánto significa para usted la lucha contra el terrorismo…
– La pregunta es muy apropiada en este día cuando el mundo está pendiente de la tremenda decisión que lo amenaza, como sería una Tercera Guerra Mundial, responde, y con firmeza, asevera:
“Los Cinco Héroes han luchado por Cuba y por todo el mundo, por toda la humanidad y eso merece no solo respeto, hace válido todo nuestro esfuerzo por sacarlos de la prisión, es decir, sería lograr la verdadera justicia, no la falsa que les aplicaron cuando los condenaron”.
Mira por los amplios cristales del Hotel Copacabana, donde transcurre la conversación; parece hurgar en los recuerdos… al rato prosigue:
– En la Segunda Guerra Mundial yo participé; fui combatiente. En ella murieron alrededor de 60 millones de personas, y soy uno de los sobrevivientes.
“Si no se evita ahora, a tiempo, el enfrentamiento bélico, es casi seguro que la Tercera Guerra Mundial va a tener lugar, porque el capitalismo la necesita, porque ese sistema, sin esos conflictos armados, no puede existir.
“En esa conflagración, esta vez, en lugar de 60 millones de víctimas, habrá quizás 600 millones; y no se puede predecir qué más podría sobrevenir, cuáles otras consecuencias acarrearía esta guerra sobre el mundo.
“Además, en sucesos de ese tipo, siempre los pobres son los que pagarían el mayor precio y seguirían como los más desamparados”.
– ¿Que actitud habría asumido su hijo en una coyuntura como la actual?
– Esta es una ocasión para pensar cómo Fabio, si viviera, estaría seguramente en la primera línea en la lucha por la paz, la fraternidad entre los pueblos, el amor y la justicia, porque solo así es que el mundo podría sobrevivir.
– ¿Qué significa para usted vivir aquí, entre nosotros, en esta Isla, en los actuales momentos para la humanidad.
– Aquel día, cuando Fabio murió en el atentado terrorista en este Hotel Copacabana, prometí ante su cuerpo sin vida que nunca lo iba a dejar, y por esto tomé la decisión de quedarme por siempre, hasta mi último día, en Cuba, contesta.
“También te diré que me hice del pensamiento, de la idea, la cual me costó mucho, pero no me arrepiento porque, a pesar de la edad, me siento todavía en perfectas condiciones, y se lo prometí a Fabio: voy a luchar siempre y quiero hacerlo aquí, en esta Isla, al lado de ustedes”.
El anciano comerciante trasluce angustia, y al valorar que si extendemos la plática abusaríamos de su ya afectado estado de ánimo; sin embargo, hizo una última reflexión:
– Aprovecho la ocasión para decirle a Obama, por si acaso lee esta entrevista, que no olvide su Premio Nóbel por la Paz, y por ello no debe provocar la Tercera Guerra Mundial. En caso de que lo hiciera, yo sería el primero en ir a quitarle la medalla, porque la maldad siempre será condenada y no puede sobrevivir.
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