Al sacar a Estados Unidos del Tratado INF, el presidente Donald Trump vuelve a la situación anterior a la Iniciativa de Defensa Estratégica de Ronald Reagan, o sea a la época en que Estados Unidos –incapaz de rivalizar con la política de defensa soviética– la combatía más eficazmente saboteando el complejo militaro-industrial de la URSS.
Estados Unidos y la URSS firmaron el Tratado SALT-2 el 18 de junio de 1979. Ese tratado tiene que ver con los misiles balísticos intercontinentales y, por consiguiente, no afecta los misiles de alcance medio e intermedio. Dos países miembros de la OTAN que no tenían que ver con ese acuerdo –Reino Unido y Francia– disponían de misiles nucleares de alcance medio que apuntaban a la Unión Soviética. Sin embargo, Estados Unidos pospuso la aplicación del tratado utilizando como pretexto la intervención de la URSS en Afganistán. Además, el 12 de diciembre de 1979, la OTAN decidió instalar 572 misiles nucleares estadounidenses (108 Pershing II y 464 Tomahawk) en Inglaterra, Bélgica, Holanda, Italia y la República Federal de Alemania (RFA).
La respuesta soviética fue el despliegue de los nuevos misiles balísticos RSD-10 Pioneer en las montañas del Ural occidental y las cercanías de Moscú. El RSD-10 era un misil de 37 toneladas cuya precisión era de 150 metros en relación con el emplazamiento del blanco, podía portar una carga nuclear de 1 megatón y su alcance era de 5 000 kilómetros. Este misil soviético era superior a los misiles estadounidenses y podía alcanzar cualquier blanco en Europa.
A su llegada al poder, el presidente estadounidense Ronald Reagan cambió de orientación, ejecutando un viraje de 180 grados en relación con la política de la administración Carter. Reagan aprobó el plan de la CIA tendiente a sabotear el complejo militaro-industrial soviético.
Gracias al coronel del KGB Vladimir Vetrov, responsable del robo de información y de tecnología occidentales, quien se había convertido en agente de los servicios secretos franceses, estos últimos tenían en su poder la lista del equipamiento tecnológico vital que los soviéticos estaban tratando de obtener (Operación Farewell).
Se trataba principalmente de bombas turbo y de cierres utilizados en los misiles balísticos así como en las redes de distribución de gas natural. En secreto, la CIA hizo llegar aquel equipamiento a la URSS a través de terceros países. Pero habían sido concebidos de manera que comenzaran a tener fallas de funcionamiento al cabo de cierto tiempo, lo cual provocó una ola de fracasos en el lanzamiento de misiles balísticos rusos.
También como resultado de una propuesta de la CIA, Reagan aprobó un plan destinado a engañar el KGB y el GRU [1] haciéndoles llegar falsos indicios sobre la inminencia de un ataque nuclear. Aquel plan fue sugerido a partir de las informaciones que el coronel del KGB Oleg Gordievsky había proporcionado después de su deserción hacia Inglaterra.
Esta última operación, bautizada Ryan, provocó una verdadera sicosis en el Kremlin. El 26 de noviembre de 1983, el centro de alerta espacial Serpujov 15, situado en el sur de Moscú, recibió de un satélite de vigilancia infrarroja el «código rojo de lanzamiento», que señalaba la presencia de misiles balísticos estadounidenses a 30 000 kilómetros de altitud. Aquello resultó ser una falsa alarma.
El 20 de noviembre de 1983, a propuesta de la Casa Blanca, la cadena estadounidense de televisión ABC transmitió por primera vez el film The Day After (“El día después”) que describía las consecuencias de un ataque nuclear de la URSS contra Estados Unidos. La producción de aquel film había costado 7 millones de dólares.
Hay que recordar que Leonid Brejnev había fallecido en 1982. Fue reemplazado por Yuri Andropov, quien estuvo hospitalizado durante la mayor parte de los 15 meses que estuvo en el poder.
Reagan propuso a Andropov un acuerdo: a cambio de una anulación del despliegue de los misiles estadounidenses en Europa, los soviéticos tendrían que destruir todos sus misiles RSD-10. Andropov rechazó la propuesta y, en diciembre de 1983, Reagan puso en servicio los misiles nucleares estadounidenses en Europa.
Hasta la llegada de Reagan al poder, la estrategia de guerra nuclear entre las dos grandes potencias se había basado en la destrucción mutua por oleadas sucesivas de misiles nucleares. Reagan estaba convencido de que la superioridad tecnológica de Estados Unidos podía modificar las reglas de aquel juego. ¿Por qué emplazó entonces aquellos misiles en Europa?
Anteriormente, el 23 de marzo de 1983, el propio Reagan había presentado la «Iniciativa de Defensa Estratégica» (Strategic Defense Initiative, SDI), más conocida como la «Guerra de las Galaxias». Su objetivo era crear armas capaces de neutralizar [desde el espacio] todos los misiles balísticos soviéticos después de su lanzamiento. Las instalaciones científicas de la «Guerra de las Galaxias» fueron creadas por el programa espacial estadounidense Apollo, que dio lugar al surgimiento de ordenadores de gran potencia capaces de calcular la trayectoria de un misil balístico en cuestión de segundos. El programa Apollo introdujo también el equipamiento de tipo CCD (Charge Coupled Device) utilizado en las cámaras de la televisión numérica. Los CCD abrieron la puerta a la aparición de los sistemas ópticos de alta resolución que se utilizan en los interceptores antibalísticos autodirigidos.
La «Guerra de las Galaxias» de Ronald Reagan acabó teniendo que renunciar a su plan inicial, que consistía en poner en órbita, sobre la totalidad del territorio de la URSS, centenares e incluso miles de misiles antimisiles que debían derribar los misiles balísticos soviéticos que fuesen lanzados. Además, el uso de la energía dirigida de un láser nuclear de rayos X no resultó viable.
Hoy en día sólo quedan los escudos balísticos terrestres o emplazados en navíos de guerra. Pero el alcance de sus misiles antimisiles no pasa de 500 kilómetros. Con la salida unilateral de Estados Unidos del Tratado INF, el presidente Trump vuelve a la situación de 1983.
La diferencia es que Rusia dispone ahora de misiles hipersónicos extremadamente maniobrables cuyas trayectorias no podrán ser previstas por los ordenadores estadounidenses, misiles que no podrán entonces ser interceptados.
Y por último, Vladimir Putin no es Yuri Andropov.
[1] El KGB fue el servicio de inteligencia de la Unión Soviética y el GRU fue el servico de inteligencia militar. Nota de la Red Voltaire.
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