Estados Unidos y sus aliados, que en el pasado provocaron deliberadamente hambrunas en Corea del Norte, Sudán, Túnez y actualmente en Yemen, comienzan ahora a hacer lo mismo en Siria. La única manera de evitar que lo logren sería reactivando la economía en toda la región, seriamente afectada por las guerras contra Irak y Siria. En este momento existen dos proyectos ferroviarios que compiten entre sí. Uno de ellos tiene como objetivo desarrollar la región, el otro apunta a dividirla. ¿Se comportarán humanamente las potencias occidentales o continuarán empeñadas en su proyecto de dominación?
Siria sólo podrá contar con sus propias fuerzas para llevar adelante cualquier plan de reconstrucción. Ninguno de los países que dedicaron cientos de miles de millones de dólares a destruir la República Árabe Siria está dispuesto a invertir ahora ni un centavo para reconstruirla.
Ante esas circunstancias, el futuro de Siria reside en la posibilidad de volverse hacia su pasado –cuando era la vía de tránsito obligada entre el Océano Índico y el Mar Mediterráneo. En la Antigüedad, la «Ruta de la Seda» comenzaba en la gran ciudad china de Xi’an y se extendía hasta las ciudades de Antioquía [hoy parte de Turquía] y Tiro [que hoy es parte del Líbano].
Más que una vía para el intercambio de mercancías de ciudad en ciudad, aquella «Ruta de la Seda» era también un corredor cultural a través del cual la filosofía china llegó a difundirse en Asia mientras que la religión musulmana llegaba a China, y la lengua común de quienes transitaban por ese corredor no era el mandarín sino la lengua persa. Posteriormente, Siria siguió siendo una vía de tránsito entre el Océano Índico y el Mar Mediterráneo, lo cual garantizó su prosperidad hasta la construcción del Canal de Suez.
No es nuevo el proyecto de construcción de un enlace ferroviario entre el puerto iraní de Khorramshahr, en la frontera con Irak, y el litoral sirio, pasando por Bagdad. Ese proyecto data de la época del mercado común turco-irano-sirio, antes del inicio de la agresión exterior contra Siria. Durante ese conflicto, los mercenarios de Occidente sabotearon sistemáticamente los tramos instalados en territorio sirio, asesinando además al personal y los viajeros.
Eso indica que, desde el inicio mismo de la agresión contra Siria, los artífices de la guerra –encabezados por el Reino Unido– siempre tuvieron en mente impedir el desarrollo de la actividad económica en Siria.
Garantizar que los pueblos colonizados sigan siendo dependientes es un comportamiento característico del colonialismo británico. Por ejemplo, cuando la India era el principal productor de algodón, Londres garantizó que siguiera produciendo el algodón como materia prima pero le prohibió procesarlo, de manera que el algodón indio sólo podía convertirse en tejido en las fábricas británicas. Por eso el Mahatma Gandhi comenzó a hilar personalmente el algodón e invitó a sus compatriotas a imitarlo como un acto de rebelión contra la Corona británica.
Hoy en día Estados Unidos afirma que si se opone a ese proyecto ferroviario es porque quiere evitar el envío de armamento pesado iraní al Líbano. ¿Por qué sabemos que eso es sólo un pretexto? ¡Porque el propio secretario de Estado Mike Pompeo lo dijo el mes pasado! El único objetivo de Washington es retrasar la explotación del gas y del petróleo de Siria para favorecer las ventas de los hidrocarburos de esquistos estadounidenses –cuya producción declinará rápidamente a partir de 2023, según la Agencia Internacional de la Energía (AIE).
En abril de 2017 y en noviembre de 2018, Israel propuso construir otra vía férrea entre el Índico y el Mediterráneo. El ministro de Inteligencia y Transporte, Israel Katz, parece haber obtenido el apoyo de Jordania, Arabia Saudita, Emiratos Árabes y Omán para ese proyecto. El enviado especial de Estados Unidos en el Medio Oriente, Jason Greenblatt, ha sugerido que el proyecto israelí podría ser incluido en el «Trato del Siglo» estadounidense para la región.
Se estima que la cantidad de mercancía sería tan grande que permitiría la coexistencia entre los dos proyectos… pero Israel no se distingue precisamente por su disposición a compartir.
En realidad, los únicos perdedores serían las países de Europa occidental porque las mercancías de hoy no son las de los tiempos de la antigua Ruta de la Seda. En aquella época, los europeos no producían la seda que China ofertaba. Hoy en día, Europa y China proponen los mismos productos. Los productos chinos son de menor calidad… pero también son menos caros. La llegada masiva de productos chinos podría acabar rápidamente con lo que queda de la industria europea. Para los países de Europa occidental, la única posibilidad de protegerse sería reglamentar sus intercambios comerciales.
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