A fuerza de tratados, la Unión Europea se ha convertido en una estructura supranacional. ¿Cómo pueden entonces los países miembros designar a los altos funcionarios de quienes van a recibir órdenes? Simplemente… no los eligen sino que se someten a lo que decide la OTAN, decisiones que discuten Alemania y Francia.
Antes de las elecciones para el Parlamento Europeo, Estados Unidos, Alemania y Francia ya habían decidido que el alemán Manfred Weber sería –en principio– el nuevo presidente de la Comisión Europea. Manfred Weber se había comprometido a poner fin a la construcción del gasoducto Nord Stream 2 y a limitar la adquisición de hidrocarburos rusos para favorecer las compras europeas de gas licuado estadounidense, cuya producción y transporte son mucho más onerosos.
Para adormecer a los electores europeos, una intensa campaña de propaganda les había asegurado que el presidente de la Comisión Europea sería elegido según una «regla democrática», que consiste en que la presidencia va a manos del político que encabeza la lista del grupo parlamentario que más votos obtenga. Y no había duda de que ese sería Manfred Weber, como jefe del grupo conservador Partido Popular Europeo (PPE). Por supuesto, esa regla nunca ha sido democrática ya que lo democrático sería designar una persona respaldada no por un grupo parlamentario sino por una mayoría. Sin embargo, la prensa y los candidatos repetían a coro esa falsedad, conscientes de que la Unión Europea es sólo eso… un engaño.
Pero en el último momento, Francia renunció a su compromiso inicial. El presidente francés Emmanuel Macron esgrimió como pretexto que su grupo parlamentario europeo (ADLE convertido en Renew Europe) había logrado un importante avance en la elección europea y exigió uno de los 4 puestos de altos funcionarios más visibles en la Unión Europea. Así que Macron hizo que Nathalie Loiseau –a la cabeza de la lista de su partido– insultara a Manfred Weber llamándolo «ectoplasma» y él mismo vetó la nominación del alemán. En definitiva, el propio Macron propuso un nuevo candidato alemán, la ministra alemana de Defensa Ursula von der Leyen, en cuanto se confirmó la nominación de la francesa Christine Lagarde –actual directora del FMI– a la cabeza del Banco Central Europeo.
Esas dos mujeres obtienen así los dos puestos más importantes mientras que el belga Charles Michel –actual primer ministro de su país– presidirá el Consejo Europeo (o sea, el consejo de jefes de Estado y de gobierno de la UE, así como el consejo de la eurozona) y el español Josep Borrell –actualmente ministro de Exteriores– será el Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad. En realidad se trata de dos funciones puramente formales ya que el presidente del Consejo Europeo no hace más que dar la palabra a los oradores y representar la Unión Europea en el extranjero mientras que el Alto Representante sólo es el vocero de una política que se decide en Washington, no en el seno de la Unión Europea.
No fue el Consejo Europeo quien decidió esas nominaciones. Las decidieron la canciller alemana Angela Merkel y el presidente francés Emmanuel Macron, sin la participación de los demás jefes de Estado y/o de gobierno, y fueron posteriormente aceptadas por los demás miembros del Consejo Europeo.
¿Por qué fueron seleccionados esos 4 altos funcionarios? Para ocupar un alto cargo en la Unión Europea hay que reunir 2 condiciones:
– ser atlantista
– y tener algo que esconder,
esto último garantiza que si el nominado renuncia al atlantismo mientras ocupa el cargo… siempre queda la posibilidad de chantajearlo.
Ser atlantista
Ser atlantista es un requisito evidente para cualquier funcionario de la Unión Europea ya que el Tratado de Maastricht y los tratados posteriores de esa Unión estipulan que es la OTAN –alianza militar anti-rusa– quien garantiza la defensa de la Unión Europea.
Por ejemplo, Ursula don der Leyen publicó oportunamente, a principios de este año, en el New York Times, un artículo de opinión donde hace la apología de la OTAN, que «defiende el orden mundial», razón por la cual «el mundo sigue necesitando la OTAN» [1].
Ya no es necesario tratar de demostrar el atlantismo de Christine Lagarde, quien comenzó su carrera como asistente parlamentaria en el Congreso de Estados Unidos y más tarde pasó a hacer trabajo de cabildeo para el complejo militaro-industrial estadounidense en contra de la industria militar de Francia. Fue Christine Lagarde quien convenció a Polonia de comprar el armamento de Boeing y de Lockheed Martin en vez de recurrir a Airbus o Dassault [2].
Charles Michel es el primer ministro del país sede de la OTAN y cuenta con la recomendación de su padre, Louis Michel, quien fue comisario europeo para la cooperación internacional, la ayuda humanitaria y la respuesta frente a crisis. Josep Borrell, quien trabajó en el kibbutz de Gal On –en el desierto de Neguev– y fue presidente del Parlamento Europeo, donde defendió con ardor el principio de sumisión europea a las órdenes de la alianza atlántica. Estará perfecto en su papel de “ministro europeo de Exteriores y de Seguridad” ya que hace poco calificaba a Rusia de «viejo enemigo» que «vuelve a convertirse en una amenaza».
Por supuesto, los cuatro felices designados habían sido invitados a reuniones del Grupo de Bilderberg, el club de la OTAN. El único que no pudo utilizar su invitación el mes pasado fue Josep Borrell… porque el jefe de su gobierno le prohibió participar.
«Tener un cadáver en el armario»
Por mucho que confíe en sus empleados, Estados Unidos siempre prefiere tener cómo presionarlos para garantizar su fidelidad… o para meterlos en cintura en caso de rebelión –después de todo, siempre existe el peligro de que, a pesar de sus salarios astronómicos, algún alto funcionario conciba la extraña idea de defender realmente los intereses de sus conciudadanos.
La justicia alemana había emprendido una investigación judicial sobre el manejo del ministerio de Defensa por parte de Ursula von der Leyen. Aunque es de público conocimiento que las fuerzas armadas alemanas no cuentan con el equipamiento necesario, un gigantesco exceso de los estimados en varias transacciones ya había dado lugar anteriormente a una investigación de una oficina de auditoría, que finalmente se dio por satisfecha con las explicaciones presentadas. Pero luego se descubrió que quien había dirigido la auditoría en el seno de dicha oficina era precisamente el hijo de la ministro de Defensa, descubrimiento que movilizó al ministerio público. El «estado de Derecho» alemán está concebido de tal manera que la Cancillería (o sea, la oficina del jefe del gobierno) puede poner fin a las investigaciones judiciales sobre los miembros del gobierno.
Christine Lagarde fue condenada por el Tribunal de Justicia de la República Francesa, que la encontró culpable de «negligencia»… pero la exoneró de cumplir la pena pronunciada contra ella. Siendo ministro de Economía de Francia, Christine Lagarde había decidido llevar un litigio financiero entre un banco público y un ex ministro francés a una corte de arbitraje en vez de presentar el caso a los tribunales. El arbitraje dio la razón al ex ministro contra el banco perteneciente al Estado, cosa que nunca debería haber ocurrido.
Ignoro en qué oscuros asuntos pueden estar implicados Charles Michel y Josep Borrell, pero seguramente hay alguno. No está de más recordar que Charles Michel fue primer ministro porque aceptó dirigir un gobierno minoritario mientras que Josep Borrell abandonó la escena política española durante una decena de años, precisamente cuando parecía estar en el apogeo de su carrera.
[1] “The World Still Needs NATO”, Ursula von der Leyen, New York Times, 8 de enero de 2019.
[2] «Con Christine Lagarde, la industria estadounidense entra al gobierno francés», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 29 de junio de 2005.
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