Todos están de acuerdo en poner fin a las discriminaciones inscritas en las leyes. Pero algunos europeos acusan a otros europeos de querer crearlas. Eso es lo que está sucediendo entre la Unión Europea y Hungría. Pero si analizamos los hechos con más detenimiento veremos que la acusación emitida contra Hungría es deshonesta y que tras ella se esconden intereses inconfesables.
El 15 de junio de 2021, el parlamento húngaro adoptó una ley que prohíbe promover la homosexualidad entre los menores.
Días después, el 21 de junio, en la reunión de los ministros de Asuntos Internos de los países miembros de la Unión Europea, se decidió abrir un procedimiento contra Hungría, pero no por «claro peligro de violación del estado de derecho» sino por «claro peligro de violación de los valores en los cuales se basa la Unión» (12266/1/18REV 1 COR 1).
Diecisiete de los 27 Estados miembros de la Unión Europea solicitaron entonces al presidente del Consejo de jefes de Estado y/o de gobierno de ese ente supranacional, Charles Michel, que incluyera la cuestión de los derechos de los LGBTQI+ húngaros en el orden del día de la cumbre europea realizada el 24 y el 25 de junio. En el marco de esta última reunión, esos 17 países acusaron a Hungría de homofobia.
El 25 de junio, la presidente de la Comisión Europea, Ursula von der Layen, condenó duramente la ley húngara e instó los comisarios europeos de Justicia, el belga Belge Didier Reynders, y de Mercado Interno y Servicios, el francés Thierry Breton, a escribir al gobierno húngaro para «hacer respetar el derecho», orden que ambos comisarios europeos acataron de inmediato (Ares S(2021) 4587976).
Pero no debemos dejarnos llevar por las apariencias. Examinemos más bien lo que se esconde tras esos “enérgicos” posicionamientos.
LGBTQI+
Los derechos de las personas LGBTQI+ no han sido nunca parte de los valores europeos, simplemente porque la creación de la Unión Europea se basó en los Tratados de Roma de 1957, cuando ni siquiera existía algo como lo que hoy llamamos LGBTQI+. Por supuesto, ya había homosexuales, aunque hay que recordar que ese concepto ni siquiera existía antes de 1868, año en que fue enunciado por el escritor húngaro Karl-Maria Kertbeny. Por cierto, hasta la adopción del «Párrafo 17», en Alemania y en 1871, y de la «Criminal Law Amendment Act», en Reino Unido y en 1885, a nadie se le había ocurrido la idea de penalizar las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo.
Antes de la aparición de esas leyes contra la homosexualidad en Alemania y Reino Unido, ya habían existido en Europa leyes que prohibían la sodomía, pero se aplicaban tanto a las relaciones entre personas del mismo sexo como a las relaciones heterosexuales, y los “homosexuales” también tienen muchas otras prácticas. Cometemos un error cuando creemos que los LGBTQI+ fueron perseguidos en el pasado y que hoy ya no son perseguidos en los países “modernos”. En realidad, la manera como se conciben la sexualidad y lo que se prohíbe varía según las épocas y los lugares, pero la distinción entre personas que practican sexo con personas de otro sexo y quienes tienen sexo con personas de su mismo sexo es reciente.
El concepto mismo de LGBTQI+ no viene del pensamiento francés de los años 1960 –aunque eso es lo que suele decirse– sino del pensamiento puritano estadounidense. Es una especie de revoltillo intelectual donde se entremezclan arbitrariamente conceptos vinculados al sexo (en el plano anatómico), a la orientación sexual (en el plano biológico) y al género (en el plano psicológico). De esa manera, la sigla LGBTQI+ designa:
– L por Lesbian (lesbiana), o sea las mujeres que practican sexo con otras mujeres;
– G por Gay, o sea hombres que practican sexo con otros hombres;
– B por Bisexual, o sea una persona de cualquier sexo que practica sexo tanto con personas de su propio sexo como con personas de otro sexo;
– T por Transgender (transgénero). En este caso no se trata de los individuos cuyo sexo genético no los define como hombres (con cromosomas XY) ni como mujeres (con cromosomas XX) y que, por consiguiente, no se reconocen a sí mismos según su sexo anatómico –en términos estadísticos esos casos son menos de 1 por cada mil personas [1]. Estamos hablando aquí de personas que se definen intelectualmente con un papel social diferente al que se asocia a su sexo anatómico. Los llamados “transexuales” pueden adaptar su sexo anatómico a su particularidad cromosómica sometiéndose a procedimientos quirúrgicos radicales e irreversibles pero las personas transgénero no desean someterse a tales intervenciones quirúrgicas y pueden cambiar de género –en el sentido social de la palabra– más de una vez a lo largo de sus vidas.
– Q: Queer [2], término que designa la cultura provocadora de las personas cuya sexualidad no se inscribe en la norma social. Es en ese sentido que el autor de este artículo creó, a principios de los años 1990, la Casa de las Homosexualidades en París.
– I: Intersex (intersexual), término que designa las personas en general cuyo sexo genético no corresponde a la clasificación binaria de “hombre” o “mujer”. Algunas de esas personas pueden ser transexuales.
– +: Plus (otros). Debido a la aparición de un sin fin de “definiciones” o denominaciones diferentes [3], los juristas estadounidenses cerraron el asunto con un signo + que abarca todas las demás opciones ya identificadas y las que puedan aparecer en el futuro.
En Washington, la administración Biden se comprometió, en ocasión del «mes del orgullo gay», a promover los derechos de las personas LGBTQI+, no sólo en Estados Unidos sino en el mundo entero [4]. Asi que los edificios federales estadounidenses –exceptuando el Pentágono– izaron la bandera de los LGBTQI+ durante todo el mes de junio. Es en ese marco que se producen los actos antes mencionados de la Comisión Europea y del Consejo Europeo, que en realidad no defienden «valores europeos», que por cierto nada tienen que ver con este asunto.
Ya en los años 1980, la administración Clinton financió el debate mundial sobre el sida para manipular las asociaciones gays, presionar a los gobiernos y venderles tratamientos y medicamentos “Made in USA”.
La confusión de Occidente sobre los homosexuales
Nadie duda que el presidente Joe Biden sea sincero cuando dice querer poner fin a los diferentes tipos de discriminación basadas en el color de la piel de las personas. Sin embargo, como ya lo demostré en un artículo anterior [5], lo que Biden está haciendo va exactamente en el sentido contrario.
Biden cree estar luchando contra el racismo y aplicando una política antisegregacionista y algunos de mis lectores estuvieron en desacuerdo con aquel artículo, viéndolo incluso como la expresión de una opinión minoritaria. Pero lo que expliqué en aquel texto ya es más que una simple opinión. Ahora es el resultado de un análisis compartido por los principales intelectuales negros en Estados Unidos [6].
Exactamente de la misma manera, nadie piensa que Joe Biden no es sincero cuando dice querer luchar contra las discriminaciones aplicadas a personas debido a su orientación sexual. Pero, por muy sincero que sea, el hecho es que, en ese caso, también está haciendo lo contrario.
En el plano internacional, la administración Biden está manipulando el tema homosexual de la misma manera que manipula la libertad religiosa y el racismo. Por ejemplo, la administración Biden afirma que Rusia es homófoba, pero en Rusia ser homosexual no es un crimen –de hecho, la homosexualidad fue duramente penada por la ley en tiempos de Stalin, quien luchó así contra la creación de soviets de homosexuales, pero fue despenalizada por Mijaíl Gorbatchov [7]).
La confusión de Occidente sobre esa cuestión tiene sus raíces en la institucionalización del matrimonio entre homosexuales en los países escandinavos. Pero es importante no perder de vista que la significación del matrimonio varía grandemente según las épocas y las civilizaciones. Cuando los países escandinavos concibieron el matrimonio homosexual no buscaban hacerlo equivalente al matrimonio entre heterosexuales sino que todos los ciudadanos tuviesen acceso a un servicio público de la iglesia de Estado. Esos países disponen, en efecto, de iglesias de Estado, cuyos pastores son funcionarios, así que veían en el matrimonio un servicio público denegado a los homosexuales.
Recuerdo muy bien un almuerzo con una diputada escandinava que fue relatora de la primera ley que instituyó el matrimonio gay. Aquella parlamentaria me aseguraba que esa ley pondría fin al «vagabundeo sexual» de la comunidad gay. Cuando le pregunté qué había previsto su país para los transexuales, me respondió que en su país, no había «gente así».
Volviendo al tema que nos ocupa. Siendo yo presidente de la asociación política gay más importante de Europa –el Proyecto Ornicar– me opuse a la implantación del matrimonio gay en los países de cultura latina. Es por eso que, cuando la diputada ecologista alemana Claudia Roth redactó –en 1994– su informe al Parlamento Europeo sobre la cuestión de los homosexuales, no aconsejó instituir el matrimonio gay en todas partes sino sólo poner fin a las discriminaciones basadas en el matrimonio entre heterosexuales [8].
Resulta lamentable que España, Portugal, Francia y Malta hayan instaurado finalmente el matrimonio entre homosexuales cuando el matrimonio heterosexual no pasa de ser en esos países un contrato destinado garantizar la herencia que podrán recibir los hijos de la pareja. En vez de abrir el matrimonio a parejas por definición esteriles, la igualdad podía haberse obtenido poniendo fin a los privilegios legales del matrimonio entre heterosexuales. Esa fue la solución que yo mismo negocié con monseñor Joseph Duval, presidente de la Conferencia episcopal de Francia, que apoyó esa variante.
Distinguir y separar los problemas
Generalmente se considera que la pubertad es el momento de la vida en que las personas descubren su sexualidad. La mayoría de las sociedades se abstienen de orientar a los adolescentes en uno u otro sentido. Desde ese punto de vista, se justifica que Hungría prohíba la orientación homosexual en las escuelas, al igual que la orientación heterosexual. Esa medida no viola ningún derecho humano, a condición de que ambas orientaciones sexuales sean consideradas legales para los adultos.
Es por eso que Francia adoptó en 1994 la enmienda Jolibois, que penaliza entre otras cosas la pornografía «susceptible de ser vista o percibida por menores». Algunos medios pretendían utilizar ese texto para censurar todo tipo de películas, libros y revistas. La Red Voltaire se creó en aquella época para precisar el alcance de aquel texto y evitar que limitara la libertad de expresión. Lo cual se logró y es lo único que habría que hacer actualmente en Hungría.
Al interferir en la decisión soberana de Hungría, la Unión Europea pone de manifiesto su voluntad de imponerse como una burocracia supranacional, por encima de las democracias nacionales.
Al apoyar a la Unión Europea sobre este tema, ciertos grupos de LGBTQI+ europeos se implican en un conflicto que no les pertenece. Y se exponen también a ser víctimas del cambio de situación, cuando los pueblos derroten finalmente la burocracia de la Unión Europea, lo cual es inevitable.
La verdad sobre todo este asunto
Es interesante observar que la Unión Europea abandonó el argumento del «claro peligro de violación del estado de derecho» para adoptar el del «claro peligro de violación de los valores en los cuales se basa la Unión». En efecto, todo el mundo coincide en considerar que la ley húngara incriminada no viola los principios jurídicos de la Unión Europea. El argumento sobre los valores aparece precisado por los comisarios europeos Didier Reynders y Thierry Breton en la carta que envían a la ministro de Justicia de Hungría.
Si bien estos comisarios europeos hacen referencia en esa carta al artículo 2 del Tratado sobre la Unión Europea –el Tratado de Maastricht de 1992– y al artículo 21 de la Carta del 2000 sobre los derechos fundamentales en la Unión Europea, en realidad no insisten porque no logran definir en qué consiste la discriminación que se reprocha a Hungría. Los comisarios europeos dedican su carta principalmente a la directiva «Servicios de medios audiovisuales» (AVMSD) y a la directiva europea sobre el «e-comercio». La idea es que la ley húngara incriminada por la UE es supuestamente contraria al derecho comercial del Mercado Común Europeo porque prohíbe la difusión en Hungría de productos que son legales en el resto de la Unión Europea. Si Bruselas tuviese que mantener tal argumento a largo plazo, el «claro peligro de violación de los valores en los cuales se basa la Unión» no pasaría de ser un “peligro” de no poder vender cualquier cosa en cualquier lugar.
Es evidente que la UE está instrumentalizando la lucha por la equidad para satisfacer intereses que nada tienen que ver con la justicia. Con ello, la Unión Europea se burla de los homosexuales y de la igualdad de derechos de esa comunidad.
[1] L’Intégration des transsexuels (2 volúmenes), Thierry Meyssan y otros autores, Projet Ornicar éd., 1993.
[2] Queer es un término proveniente del inglés que podría traducirse como “raro”, “extraño” o “inusual”. Nota del Traductor.
[3] “The ABCs of L.G.B.T.Q.I.A.+”, Michael Gold, The New York Times, 21 de junio de 2018.
[4] «Estados Unidos apoya a los LGBTQI+ en todo el mundo», por Antony Blinken, Red Voltaire, 1º de junio de 2021.
[5] «Joe Biden reinventa el racismo», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 11 de mayo de 2021.
[6] «Personalidades negras denuncian el racismo del Partido Demócrata y del New York Times», Red Voltaire, 2 de junio de 2021.
[7] «À l’Est: la Révolution Gay», Didier Marie, Rebel (Francia), Red Voltaire, 1º de marzo de 1993.
[8] «Le Parlement européen et les Gays», Didier Marie, Rebel (Francia), Red Voltaire, 1º de agosto de 1993, y La Protection des homosexuels dans le droit européen, por Thierry Meyssan, Thierry Monchâtre y Antoine Ulma, Projet Ornicar éd., 1993.
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