El discurso que anunció la creacion de la nueva alianza bélica AUKUS está plagado de mentiras. Los submarinos que Estados Unidos venderá a Australia están concebidos para portar armas nucleares. Al negar ese hecho, Australia trata de ocultar que AUKUS prepara una guerra nuclear en la zona Indo-Pacífico.
El presidente estadounidense Joe Biden justificó la creación de AUKUS, la nueva alianza estratégico-militar entre Estados Unidos, Reino Unido y Australia, aludiendo a una supuesta necesidad «de garantizar la paz y la estabilidad a largo plazo en [la región] Indo-Pacífico», que según la geopolítica de Washington se extiende desde la costa occidental de Estados Unidos hasta las costas de la India.
El objetivo de esa «misión estratégica» sería «enfrentar juntos las amenazas del siglo 21, como lo hicimos en el siglo 20», lo cual es una clara referencia a China y Rusia. Para «defenderse contra las amenazas en rápida evolución», AUKUS emprende un «proyecto clave»: Estados Unidos y Reino Unido ayudarán a Australia a adquirir «submarinos de propulsión nuclear con armamento convencional».
La primera reacción ante el anuncio del proyecto AUKUS fue la de Francia. Ese país pierde un contrato de 90 000 millones de dólares que había firmado con Australia para la entrega a la marina de guerra australiana de 12 submarinos de propulsión convencional. El gobierno francés estima que fue traicionado y retiró sus embajadores de Estados Unidos y Australia, así que la atención político-mediática se ha concentrado en la disputa entre París y Washington, dejando en la sombra las graves implicaciones del proyecto AUKUS.
Primero que todo, no es creíble que Estados Unidos y Reino Unido pongan a la disposición de Australia las tecnologías más avanzadas para construir al menos 8 submarinos nucleares de última generación –a un costo de 10 000 millones de dólares cada uno– para después dotarlos únicamente de armamento convencional, o sea no nuclear. Eso sería como si entregaran a Australia portaviones incapaces de portar aviones.
En realidad esos submarinos nucleares estarán dotados de sistemas de lanzamiento capaces de disparar indistintamente misiles convencionales o nucleares. Además, el primer ministro australiano Scott Morrison ya anunció que Australia obtendrá rápidamente –a través de Estados Unidos– «una capacidad de ataque de largo alcance» con misiles Tomahawk y misiles hipersónicos, capaces de llevar tanto ojivas convencionales como ojivas nucleares.
Es evidente que los futuros submarinos australianos podrán lanzar también los misiles balísticos estadounidenses Trident D5, que son parte de la dotación de los submarinos estadounidenses y británicos. Un misil balístico Trident D5 tiene un alcance de 12 000 kilómetros y puede llevar hasta 14 cabezas nucleares que pueden ser del tipo W76 –de 100 kilotones– o W88 –de 475 kilotones. Por ejemplo, el submarino de la clase Columbia que Estados Unidos comenzó a construir en 2019 tiene 16 sistemas de lanzamiento para misiles Trident D5, lo cual significa que puede disparar más de 200 cabezas nucleares capaces de destruir esa misma cantidad de objetivos, que pueden ser bases, puertos, ciudades, etc.
Al mismo tiempo, queda claro que Washington cierra el camino a Francia como proveedora de submarinos a Australia, no sólo por razones económicas (Washington favorece su propia industria de guerra) sino también con un objetivo estratégico: pasar a una nueva fase de la escalada contra China y Rusia en la región Indo-Pacífico pero manteniendo el control absoluto de la operación en manos del Pentágono.
Ya anulada la compra australiana de submarinos franceses de propulsión convencional, Washington emprende lo que el Ican-Australia denuncia como «la nuclearización creciente de la capacidad militar de Australia». Cuando estén en disposición operativa, los submarinos nucleares estadounidenses vendidos a Australia serán en realidad parte de la cadena de mando estadounidense, que tomará las decisiones sobre su uso. Esos submarinos, de los cuales nadie sabrá realmente qué tipo de armamento portarán, podrían acercarse silenciosamente a las costas chinas navegando en inmersión, o también a las de Rusia, para golpear en cuestión de minutos los principales objetivos militares en esos países con artefactos nucleares cuya capacidad destructiva equivale a la de 20 000 bombas como la utilizada contra Hiroshima.
Es muy fácil prever cuál va a ser la primera consecuencia de esta amenaza.
China, que según el SIPRI dispone de 350 cabezas nucleares –frente a las 5 550 que posee Estados Unidos– acelerará el desarrollo de sus propias fuerzas nucleares, en cantidad y calidad. El potencial económico y tecnológico de China le permite dotarse de fuerzas nucleares equivalentes a las de Estados Unidos y Rusia.
Eso sucederá “gracias” al aprendiz de brujo Joe Biden, quien, mientras emprende el «proyecto clave» de venta de submarinos nucleares a Australia, exalta «el liderazgo de larga data de Estados Unidos en la no proliferación nuclear».
Traducido al español por Red Voltaire a partir de la versión al francés de Marie-Ange Patrizio
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