Apenas en unos días los cubanos celebrarán el aniversario número 48 del triunfo revolucionario de enero de 1959, que implicó un cambio radical en los destinos de la nación.
Y si algo debe destacarse en fecha tan significativa, es la enorme cuota de sacrificio y resistencia que legiones de ciudadanos de la mayor de las Antillas han derrochado por más de cuatro décadas y media frente a las atroces amenazas y agresiones contra su integridad, estabilidad y propia existencia como comunidad humana.
Solo un apego excepcional a sus raíces, historia y conquistas sociales, y un amor ilimitado a la libertad, dignidad, independencia y autodeterminación, permitieron y permiten que Cuba siga existiendo y marche por sus propios derroteros, sin dudas perfectibles, pero con un legítimo sello de autenticidad que nadie puede poner en duda.
Todavía están frescos en la memoria los días de soledad y aislamiento continental, cuando casi todos los gobiernos del hemisferio fueron empujados a rechazar a la Isla rebelde, sometida además a un bloqueo económico sempiterno y a toda suerte de actos agresivos y de inusitada violencia.
Por eso no se exagera cuando se dice que los cubanos son ejemplo, y que en buena medida su creativa y combativa impronta está presente en el vuelco actual de América Latina, y que hoy puedan compartir sus banderas y sus aspiraciones con otros puños hermanos.
Tampoco puede ser identificado como un intento de dramatizar la permanente aspiración de los cubanos a alcanzar una vida cada día más plena mediante un ejercicio eficaz de sus posibilidades propias, y un clima global ajeno a las tensiones, al hegemonismo y a las imposiciones.
El presidente Fidel Castro ha indicado que "este pueblo merece la victoria", y es evidente que no se hablaba solo de colocar el cañón del fusil sobre los intentos de agresión del enemigo. Victoria es también una existencia libre de entuertos y de limitantes, apegada al más justo principio distributivo, donde el mérito y la entrega sean la primera carta de presentación de cada quien.
La heroica digna nación cubana, sus sucesivas generaciones de patriotas, las que ya no están, las que cierran su correspondiente capítulo y las que deben proseguir la marcha, se han ganado ese porvenir.
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