Cuando los buenos fundadores desaparecen, su obra se convierte en desafío y obligación para los que quedan en pie.
Ante todo si sobre nuestras cabezas persiste la acción negativa mancomunada de poderosos sectores internos y externos, empeñados a lo largo de la historia en desterrar cualquier idea o proyecto que apunte contra la mezquindad de sus intereses.
Y en esas circunstancias se encuentra ahora América Latina y el Caribe a raíz de la marcha a la posteridad del presidente venezolano Hugo Chávez, convertido hoy en otra bandera de combate.
Hay una herencia que defender y hacer crecer. Desde la Revolución Bolivariana y el Socialismo del Siglo Veintiuno que inspiraron su desempeño al interior de Venezuela, hasta la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), ejemplos de su absoluta proyección regional y global.
Y justo la desaparición física de Chávez ha coincidido en el tiempo con los primeros pasos de la CELAC y el inicio del ejercicio por Cuba de la presidencia temporal de esa entidad, llamada a hacer de nuestro espacio geográfico, económico, político, cultural y social, interlocutora clave en este controvertido mundo de hoy donde la batalla crucial transcurre entre un proyecto hegemónico imperial y aquellos que se apegan al multilateralismo, la justicia y la equidad.
De manera que para la Isla represente grandes responsabilidades.
Una, la de fortalecer al máximo un mecanismo llamado a concretar el pensamiento y la acción unitaria de los próceres del Sur del Hemisferio, entre ellos nuestro preclaro y universal José Martí.
Dos, materializar el esfuerzo que con especial brío y denuedo rescató y continuó el amigo eterno de Cuba que recién finalizó su vida en Caracas.
La CELAC deberá entonces conservar ese espíritu democrático, respetuoso y convergente que se radica en sus bases fundacionales, para que nunca más seamos divididos ni enfrentados entre hermanos a cuenta de fantasmas internos y externos azuzados por los oligarcas locales y las fuerzas imperialistas externas.
Y en esa tarea, las ideas y la acción de Hugo Chávez son y serán ejemplos de inclusión, tolerancia, compresión y buena voluntad, pero asentadas a su vez en la firmeza que otorgan el respeto y la defensa de los principios inviolables y de la lógica política.
De manera que para latinoamericanos y caribeños integrados en la CELAC, este año bajo la consecuente presidencia cubana, hay sin dudas un deber redoblado que cumplir.
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