Las sólidas objeciones a los planes de la Casa Blanca de producción de etanol a partir de maíz, soya y otros productos agrícolas, con la finalidad de sustituir el petróleo como energético, constituye un tema de la mayor trascendencia para la sobrevivencia de la especie y en consecuencia está puesto con fuerza sobre el tapete.
Justos y oportunos los llamados de alerta recién realizados por el presidente cubano, Fidel Castro, cuando adelantó cálculos, según él, cautelosos, de que tal práctica promovida por el mandatario George W. Bush, condenaría a muerte prematura por hambre y sed a más de tres mil millones de personas, poco menos de la mitad de la población actual del planeta.
No es preciso ser un perito para compartir las gravísimas conclusiones formuladas por el líder cubano. Basta para ello con conocer los datos acerca de la capacidad de conversión en alcohol de las materias primas destinadas a esa producción y ser capaz de efectuar simples operaciones aritméticas.
Se sabe, por ejemplo, que una tonelada de maíz puede llegar a producir 413 litros de etanol, equivalentes a unos 109 galones de ese combustible. Para hacer más integral y comprensible el resultado, añádase que con esa cantidad un moderno automóvil norteamericano puede recorrer alrededor de dos mil 800 kilómetros.
La ecuación entonces no puede ser más sencilla: una tonelada de maíz se convierte en un recorrido en auto de dos mil 800 kilómetros, que estimados conservadores pueden establecer como promedio mensual de los cerca de 150 millones de autos existentes en Estados Unidos.
El presidente Bush, instó al Congreso a avanzar rápido en una legislación que el gobierno propuso para ordenar el uso de 132 mil millones de litros de combustible alternativo para el 2017.
Según lo anterior, para esa fecha EE.UU. debe producir 311 millones 926 mil 605 toneladas de maíz, pero de acuerdo con datos de la FAO, la cosecha norteamericana del 2005 se elevó a 280,2 millones, lo cual establece un claro déficit respecto a las necesidades planteadas para los próximos 10 años, de 31 millones 726 mil toneladas.
Y esas colosales cantidades representan solamente alrededor del 15 por ciento del actual consumo de petróleo de la Unión.
El diario The New Cork Times, en un editorial del cinco de abril, señala: "La producción de etanol a partir del maíz reemplazará una pequeña fracción del petróleo que utilizamos y si eso se realizara al precio de una nueva locura en busca de tierras cultibables, será mayor la pérdida en conservación que la ganancia en independencia energética."
Cualquiera medianamente sensato y conocedor del enorme potencial económico y la voracidad consumista del Imperio, no dudará de que en el más breve plazo las grandes trasnacionales de ese país tendrán el control de gran parte de las tierras fértiles del Tercer Mundo, con el interés de producir la materia prima necesaria para mantener llenos los tanques de sus automóviles.
Con toda lógica el Presidente cubano lanzó inquietantes interrogantes.
"¿Dónde y quienes - ha dicho - van a suministrar los más de 500 millones de toneladas de maíz y otros cereales que Estados Unidos, Europa y los países ricos necesitan para producir la cantidad de galones de etanol que las grandes empresas norteamericanas y de otros países exigen como contrapartida de sus cuantiosas inversiones? ¿Dónde y quiénes van a producir la soya, las semillas de girasol y colza, cuyos aceites esenciales esos mismos países ricos van a convertir en combustible?"
No es preciso añadir nuevos elementos para validar estas dudas y corroborar la preocupación expresada por el Comandante en Jefe en sus reflexiones sobre el tema, cuando afirmó : " Aplíquese esta receta a los países del Tercer Mundo y verán cuántas personas dejarán de consumir maíz entre las masas hambrientas de nuestro planeta. O algo peor; présteseles financiamiento a los países pobres para producir etanol del maíz o de cualquier otro tipo de alimento y no quedará un árbol para defender la humanidad del cambio climático."
Este espinoso asunto tiene otras aristas igualmente graves para el destino mediato de los habitantes del planeta, básicamente los pobres. Uno de ellos es el efecto detonante de los precios de los alimentos, pues como resulta conocido, cuando la demanda supera la oferta, los precios aumentan incontenibles como ya está ocurriendo, efectos que inevitablemente descargarán sobre los hombros de los desposeídos.
Pero este ángulo y otros como su relación con el cambio climático y la necesidad de promover la cooperación internacional para el ahorro de petróleo, pueden ser objeto de otros comentarios, con el objetivo de contribuir a crear conciencia y movilizar a la opinión pública acerca de un asunto que atañe a todos.
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