A George W. Bush le quedan 19 meses en la Casa Blanca -debe entregar el 20 de enero del 2009 - y parece decidido a invertir hasta entonces buena parte de sus energías y escasas neuronas en recrudecer aún más su ya agresiva política contra Cuba.
No otra puede ser la conclusión cuando se observa en las últimas semanas, la prioridad otorgada y el manejo obsesivo del tema cubano por el propio Bush, Condoleezza Rice, Caleb McCarry y hasta por funcionarios subalternos de los Departamentos de Estado y el Tesoro.
Muy significativo resulta que en la visita al Papa Benedicto XVI, el Presidente norteamericano anunciara, en más de una ocasión, su interés en hablar de Cuba con el Sumo Pontífice para convencerlo de que asuma una posición hostil hacia la Isla. Y ese esfuerzo inusitado en medio de una apretada agenda con temas de tanta importancia y urgencia para el Vaticano y el mundo, como la búsqueda de la paz mediante el diálogo en Iraq y el Medio Oriente.
Claro ejemplo de estas ansiedades del inquilino de la Oficina Oval, es el desespero mostrado ante la posibilidad de que sea asumida por la Unión Europea la posición española de diálogo constructivo Prueba al canto constituye el envío de una subsecretaria de estado para regañar a Miguel Ángel Moratinos, ministro de Asuntos Exteriores hispano, por no haberse reunido con los opositores asalariados de la Oficina de Intereses norteamericana durante la visita del canciller ibérico a La Habana.
Y como si la prepotencia implícita en el gesto no le pareciera suficiente, Condoleezza fue personalmente hasta la península a pedir cuentas y presionar, interesada en preservar la llamada "posición común " de la UE, conseguida como resultado, entre otras, de la insistente puja del lacayo José María Aznar. Súmese a lo anterior, la intensa y extensa gira por el Viejo Continente de Caleb McCarry, Coordinador de la llamada Comisión de Asistencia para una Cuba Libre, autora del conocido plan injerencista aprobado por Bush en mayo del 2004 y complementado dos años más tarde, cuyo capítulo Uno dice:
"Ofensiva para que los gobiernos y ONGS de terceros países, así como determinados organismos internacionales se sumen a la política de Estados Unidos contra Cuba."
No deviene casual por ende que Europa sea escenario de algunas de las últimas agresiones económicas anticubanas. Recientemente el banco austriaco Bawang, decidió cancelar las cuentas de casi un centenar de clientes cubanos, residentes en la república alpina.
También el banco inglés Barclays, mediante instrucciones de la Oficina de Control de Bienes Cubanos en el Extranjero, adscrita al Departamento del Tesoro, ordenó cerrar las cuentas de las empresas cubanas Havana International Bank y Cubanacán. Conocida es igualmente la prohibición de alojar funcionarios de la ínsula en hoteles propiedad de firmas estadounidenses como los de las cadenas Hilton y Sheraton.
De ese corte deviene asimismo el anuncio de medidas judiciales contra el conocido cineasta Michael Moore, solo por haber visitado la ínsula y filmado unas escenas del documental Sicko y hacerse acompañar por un grupo de trabajadores norteamericanos afectados durante la eliminación de escombros de las Torres Gemelas. La obsesión anticubana de la Casa Blanca llega al extremo increíble de intentar impedir que funcionarios de la Antilla Mayor puedan recibir servicios en gasolineras norteamericanas en terceros países. O el no menos ridículo escándalo armado solo por que el gobernador republicano de California, Arnold Schwarsenegger, camino del aeropuerto de Ottawa, detuvo su automóvil ante una boutique para adquirir ¡un supuesto habano cubano!.
No vale la pena ampliar, por conocida, la libertad concedida al peligroso terrorista Luis Posada Carriles, y la reducción de las condenas a Santiago Álvarez y Osvaldo Mitat, solo por entregar voluntariamente a las autoridades un enorme arsenal destinado a realizar acciones violentas contra Cuba.
Sobrada razón tiene Ricardo Alarcón, presidente del Parlamento cubano cuando afirmó recientemente en Beijing: "Las relaciones entre Cuba y Estados Unidos atraviesan su peor momento, pero el cambio llegará pues no hay Bush que dure 100 años ni mundo que lo resista."
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