Cual letanía que repiten cada año en la Asamblea General de la ONU, los representantes de Estados Unidos argumentan que el asunto del "embargo" a Cuba es un tema bilateral entre ambas naciones.
Si así fuera, no creciera cada año la lista de países que dan su apoyo a la resolución presentada por La Habana, la cual tiene como propósito poner fin a la política de bloqueo contra la Isla.
Y para colmo, el número de Estados que así refrendan con su voto la postura cubana, llegó el pasado año a 183, para escarnio de Estados Unidos, que apenas puede recurrir a Israel y a alguna que otra pequeña ínsula del Pacífico, rehén del chantaje económico y las presiones de la Casa Blanca.
Hay muchas razones para explicarse que el país bloqueado tenga el respaldo pleno de la comunidad internacional, mientras EE.UU. queda aislado en el organismo mundial por su obstinado propósito de doblegar a un pueblo por hambre y enfermedades.
A fin de cuentas, el mundo no puede permanecer indiferente cuando Washington maneja una lista negra de "hospitales denegados", entre estos el Cardiocentro infantil de La Habana, imposibilitado siquiera de comprar anestésicos a compañías norteamericanas o subsidiarias de estas.
La fobia anticubana es tal que en el colimador del bloqueo está también ahora la Operación Milagro, misión humanitaria que Cuba y Venezuela implementan para beneficio de millones de latinoamericanos de escasos recursos afectados de la visión.
Por estas y otras muchas razones, el cerco a la Isla no es un "asunto bilateral", sino todo lo contrario. Basta tener a mano la Ley Helms-Burton o la Enmienda Torricelli, adoptadas por el Congreso norteamericano, y que sanciona a quienes en el planeta se relacionen con Cuba.
Que lo diga el Netherland Carribbean Bank, incluido en la lista negra de la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC), la misma que tiene más personal para implementar el bloqueo a Cuba que los destinados a la captura del saudita Osama bin Laden.
Lo más irónico es que la OFAC retuvo los pagos por concepto de fletes a la compañía armadora norteamericana San Juan Vaigator e impidió así la salida de dos buques con alimentos comprados por Cuba hasta tanto se confirmara que los fondos no provenían del Netherland Caribbean Bank.
Esa firma, con oficinas en Cuba y en Antillas Holandesas, está sujeta al congelamiento de las cuentas que pudiera tener en EE.UU. y la prohibición de realizar transacciones con ciudadanos y entidades estadounidenses. Tampoco es la única víctima de tales sanciones.
Dresser-Rand Group Inc, compañía europea que se dedica a la producción de turbinas y compresores para la industria minera, fue multada con 171 mil 305 dólares por exportar bienes y servicios a la mayor de las Antillas. Ello ocurre cuando esta busca desarrollar aún más la industria niquelífera, favorecida hoy por los precios del mercado, lo cual la convierte en blanco predilecto de la OFAC.
No es casual tampoco que arrecien las presiones contra las empresas petroleras o de servicios en ese ramo, tanto de EE.UU. o de otras partes, cada vez más interesadas en las potencialidades cubanas, en particular en su área de exclusión económica.
En mayo de este año, la empresa británica PSL Energy Services fue castigada a pagar 164 mil dólares por exportar y reexportar equipos de servicios de campos petrolíferos y servicios técnicos a Cuba.
¿Bilateral? Para nada, el bloqueo afecta a cubanos y estadounidenses, pero también a ciudadanos y empresas de todo el mundo, víctimas también de la obsesión criminal de la administración Bush.
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