La OTAN, que se había visto excluida de las fuerzas de paz al término de la guerra israelo-libanesa de 2006, se introdujo discretamente en el Líbano durante los últimos días. Por un lado, el destructor USS Cole, que se encuentra frente a las costas del País del Cedro, participa en la guerra de la alianza atlántica contra «el terrorismo». Por otro lado, revela Thierry Meyssan, el nuevo comando de los cascos azules y de las fuerzas de la FINUL ya no está subordinado únicamente a la ONU sino también a la OTAN. Esta peligrosa mezcolanza y la jerarquía paralela que esta instituye pudieran modificar en cualquier momento la naturaleza misma del conflicto regional.
El anuncio por parte de Washington del envío del USS Cole a las costas del Líbano, el 28 de febrero de 2008, provoca el surgimiento de numerosas interrogantes en el Medio Oriente. ¿Qué nueva maniobra está preparando el Pentágono con el envío de ese destructor, último grito de la tecnología militar estadounidense, equipado con el sistema de radar Aegis, con un sistema de tiro vertical y con sistemas avanzados de lucha antiaérea y antisubmarinos así como con misiles de ataque del tipo Tomahawk?
Según un «alto responsable de la administración Bush, que prefirió mantenerse en el anonimato», «Estados Unidos estima que una señal de apoyo resulta importante para la estabilidad regional. Estamos muy preocupados por la situación en el Líbano. Ha durado ya demasiado tiempo (…) Nos parece que el nerviosismo se acrecienta, con las amenazas del Hezbollah y la impresión general de que no hay avance hacia una solución». El envío del USS Cole, prosiguió, «es parte de una serie de medidas que adoptamos nosotros y otros miembros de la comunidad internacional para expresar nuestra inquietud en cuanto al comportamiento de los sirios» [1].
Como siempre, la prensa libanesa comentó estas declaraciones de forma febril, dividida entre su deseo de informar a sus lectores y sus sentimientos hacia cada una de las partes. Los diarios y canales de televisión de la mayoría popular temían una nueva agresión militar contra un país que viene sufriendo constantes ataques desde hace 60 años. Por el contrario, los que apoyan a la mayoría parlamentaria aplaudieron la llegada de sus salvadores, convencidos de que Washington está finalmente dispuesto a aplastar a «la oposición» y a acabar con el apoyo logístico proveniente de Siria.
En vez de sumarnos a ese falso debate en el que las simpatías de cada cual sustituyen a los argumentos, analicemos los hechos y volvamos a la declaración que citamos al principio de este mismo artículo. ¿Qué trata de decirnos la administración Bush?
– Describir el envío de un destructor como «una señal de apoyo importante para la estabilidad regional» significa que la marina de guerra estadounidense no tiene la intención de atacar sino de disuadir al Hezbollah en cuanto a la ejecución de sus amenazas contra Israel.
– Subrayar que la crisis política libanesa dura desde hace demasiado tiempo y que no avanza hacia una solución significa, en boca del principal organizador de dicha crisis, que no hay intenciones de ceder pero que tampoco se desea que los adversarios saquen provecho de dicho período.
– Algo más extraño: declarar que ese despliegue «es parte de una serie de medidas que adoptamos nosotros y otros miembros de la comunidad internacional» indica que el envío del USS Cole no se debe interpretar por sí solo sino en relación con otras medidas, de otros Estados.
– Finalmente, la estigmatización del «comportamiento de los sirios» tiene como objetivo justificarse en el plano jurídico atribuyendo a otros la responsabilidad por la internacionalización de la crisis. De no hacerlo así podría acusarse a Estados Unidos de recurrir a la amenaza del uso de la fuerza para abrirse mercados [2].
La Task Force marítima de la FINUL
En realidad hacía ya varios días que el USS Cole se encontraba frente a las costas del Líbano, al igual que la flota rusa del Mediterráneo, con todo su equipamiento de intercepción electrónica en plena actividad de escucha (decididamente, las grandes potencias se agolpan en ese brazo de mar entre Chipre y el Líbano). Washington escogió el momento del anuncio de forma tal que coincidiera con las medidas de otros Estados con los que mantiene vínculos. Para entender lo que está pasando, tenemos que desviar nuestra mirada y pasar de la 6ª Flota estadounidense al componente marítimo de la Fuerza Interina de las Naciones Unidas en el Líbano (FINUL).
La FINUL, que fue reforzada luego de la agresión israelí de julio-agosto de 2006 contra el Líbano, tiene la misión, en virtud de las resoluciones 1701 y 1773 del Consejo de Seguridad, de verificar la aplicación del cese del fuego y de prestar asistencia al ejército libanés en el control de su propio territorio, tomando todas las iniciativas necesarias para el desarme de los grupos armados.
En la práctica, mientras el ejército libanés no disponga del equipamiento necesario para poder defender el país contra una enésima agresión israelí, el propio ejército libanés no tendrá razón alguna para pedir que la FINUL lo ayude a desarmar a la resistencia, lo cual equivaldría a entregar el país al enemigo. Por otro lado, como ningún Estado se ha atrevido a dotar a la FINUL del equipamiento que se necesita para poder disuadir a Israel de seguir violando diariamente el espacio aéreo libanés, los cascos azules no tienen más que dos tareas: servir de escudo humano para prevenir una nueva invasión contra el Líbano e impedir la proliferación del armamento. Con este último objetivo, la FINUL creó una Task Force (o Fuerza de Tarea) marítima que inspecciona los barcos que circulan frente a las costas del Líbano y Siria.
Para algunos, esa misión ha resultado eficaz. Los cascos azules han inspeccionado miles de barcos y servido como disuasión a las posibilidades de tráfico marítimo. Para los demás, por el contrario, la misión ha demostrado su inutilidad ya que el Hezbollah ha logrado importar un gigantesco arsenal –quizás por vías no marítimas– sin que se interceptara ningún cargamento.
Según el vocero de la ONU, la flota de la FINUL es una fuerza poderosa. La componen:
– 2 navíos italianos: la fragata Espero y el patrullero Comandante Bettica (305 hombres)
– 1 navío francés: la fragata Courbet (153 hombres)
– 2 navíos griegos (290 hombres)
– 1 navío turco (250 hombres)
– 4 navíos alemanes (425 hombres)
– 1 navío español, el patrullero Vencedora (118 hombres) que se unirá a esa fuerza a mediados de marzo.
La Euromarfor
Sorpresa. A partir de la noche del 29 de febrero los navíos enviados por Italia, Francia y España dejarán de formar parte de esta Task Force a nombre de sus países de origen y lo harán a nombre de la Euromarfor (acrónimo por «Fuerza Marítima Europea»). Sin embargo, contrariamente a lo que parece indicar la bandera europea que ondea sobre sus barcos, la Euromarfor no será un instrumento de la Unión Europea hasta la entrada en vigor del Tratado de Lisboa, prevista para el año 2009. Los «27» jamás debatieron su implicación, aunque fueron informados. La Euromarfor es una estructura franco-hispano-italo-portuguesa que se encuentra bajo las órdenes de un estado mayor conjunto en el que sólo están representados Francia, España, Italia y Portugal. Por el momento, la Unión Europea dispone de otra fuerza marítima, la Eumarc, que no existe más que en papeles.
La Euromarfor puede ser activada en virtud del artículo 5 del Tratado modificado de Bruselas (Unión de Europa Occidental – UEO) o del artículo 5 del Tratado de Washington (Organización del Atlántico Norte – OTAN) [3]. En la práctica, como el ejecutivo de la UEO está casi muerto, la Euromarfor ha sido activada exclusivamente par la OTAN.
Creado en 1995, esta fuerza ha realizado numerosos ejercicios pero hasta ahora se le han asignado solamente 2 misiones, ligadas ambas a la aplicación de una decisión tomada luego de los atentados del 11 de septiembre de 2001. En aquel entonces, Washington y Londres aseguraron que Estados Unidos y el Reino Unido [4] habían sido atacados por terroristas extranjeros, sin presentar pruebas de ello. Enrolaron entonces a sus aliados en una «guerra contra el terrorismo». En octubre-noviembre de 2002, la Euromarfor llevó a cabo la operación Coherent Behavior, en el Mediterráneo oriental, o sea ante las costas… de Siria y del Líbano. En el marco de Enduring Freedom, la Euromarfor integró la Task Force 150 de la coalición de voluntarios y vigiló el tráfico marítimo en el Océano Índico, frente a las costas del Cuerno de África, desde febrero de 2003 hasta diciembre de 2004 y lo hizo nuevamente después de agosto de 2005.
De ello se desprende que aunque la participación de la Euromarfor en la FINUL (Operación Impartial Behavior) se desarrolla oficialmente bajo la autoridad del Comité Interministerial franco-hispano-italo-portugués también se puede interpretar como una participación de la OTAN, en el marco de la guerra contra el terrorismo.
Sin embargo, los navíos estadounidenses presentes en la zona, como el USS Cole o el USS Nassau y las unidades encargadas de reabastecerlos de combustible, pertenecen a la 6ª Flota de Estados Unidos, o sea la flota de la OTAN en el Mediterráneo, bajo las órdenes del almirante Mark Fitzgerald (ver foto).
La Task Force marítima de la FINUL se encuentra ahora bajo las órdenes del almirante de la Euromarfor, el italiano Ruggiero Di Biase. Este último se verá en una extraña situación: en el marco de la FINUL, depende de la ONU, pero en el marco de la Euromarfor, está subordinado a la OTAN. En el marco de la FINUL, está encargado de aplicar las resoluciones 1701 y 1773 –que establecen cierto equilibrio entre Israel y el Líbano-, pero en el marco de la guerra de la alianza atlántica contra el terrorismo estaría luchando contra los elementos que acusa de estar o de haber estado implicados en operaciones terroristas (como la destrucción del campamento de los marines estadounidenses en Beirut, en 1983).
Como la OTAN no elabora listados de organizaciones terroristas y sus miembros tienen divergencias al respecto (según Washington, el Hezbollah es terrorista, pero para París no lo es), no se puede acusar a la Euromarfor de ser explícitamente hostil al Hezbollah, principal componente de la resistencia libanesa frente a las agresiones israelíes. Sin embargo, más allá de la retórica, no hay confusión posible: resulta imposible ver quién –aparte del Hezbollah– podría ser el blanco de las acciones de la OTAN.
La OTAN
¿Qué significa entonces esta irrupción de la alianza atlántica en el Medio Oriente y por qué se despliega tan sutilmente?
En el plan israelo-estadounidense de invasión del Líbano del verano de 2006 estaba previsto que la presión internacional interrumpiera el avance israelí y que la OTAN se desplegara entonces, con un mandato de la ONU, para proseguir la cacería contra el Hezbollah. Previendo esto, el general Bantz Craddock, había sido nombrado a la cabeza de la OTAN. Él habría dirigido sucesivamente la guerra israelí y, posteriormente, la guerra de las fuerzas atlánticas. Fue la presión de Francia (que se encontraba en aquel entonces bajo el liderazgo gaullista) lo que llevó a la anulación de aquel plan, durante la conferencia de Roma. Washington y Tel Aviv se vieron así obligados a conformarse con una FINUL reforzada [5]. Posteriormente, el presidente libanés Emile Lahoud bloqueó todos los intentos tendientes a implicar a la OTAN. Ahora que Lahoud ya no es presidente del Líbano, la OTAN vuelve a la carga con la mayor discreción.
Pero el posible papel de la OTAN ha cambiado desde aquel entonces. Ya no se trata de sustituir a Israel para acabar con el Hezbollah, sino de proteger a Israel de un Hezbollah victorioso y amenazante.
Por otra parte, el Pentágono, consciente del excesivo despliegue militar estadounidense a escala mundial, está tratando en estos momentos de retirarse de varios teatros de operaciones, sin por ello abandonarlos. Así que tiene la intención de utilizar la cumbre de la alianza atlántica, que se desarrollará en Bucarest los días 3 y de abril, para dejar una parte del trabajo en manos de sus aliados. Ya en estos momentos los está implicando en Afganistán como medio de garantizarse un respiro. [El Pentágono] quiere además dejarle a otros una parte del peso que representa la protección de la colonia sionista de Palestina, a la que considera como la cabeza de playa de Occidente en el Oriente. La misión del USS Cole no consiste en auxiliar al gobierno libanés de facto, sino en supervisar el relevo por parte de los europeos, que pudiera concretarse cuando Francia asuma la presidencia rotativa de la Unión Europea, el 1º de julio.
En definitiva, lo que al principio parecía ser una buena noticia para los colaboradores del Departamento de Estado estadounidense en el Líbano resulta más bien algo inquietante para ellos. El caso es que dentro de poco van a tener que tratar con los europeos quienes, conociendo el Levante mejor que los estadounidenses, se mostrarán más exigentes en el plano político. Lo más importante es que resulta evidente que ninguna potencia se comprometerá con todas sus fuerzas a favor de ellos y que ningún apoyo será eterno.
En todo caso, con el envío de esta flota, Washington reconoce implícitamente que la correlación de fuerzas se ha invertido en el Medio Oriente: el ejército israelí, que hasta hace poco parecía invencible, fracasó en el Líbano en 2006 y acaba de fracasar nuevamente en Gaza en 2008.
[1] «Un navire de guerre américain dépêché au large du Liban», por Sue Pleming, Reuters, 28 de febrero de 2008.
[2] La coalición que dirigen el Hezbollah de Hasan Nasrallah y la Corriente Patriótica de Michel Aoun lanzó una advertencia al gobierno libanés de facto: dicha coalición estima que les privatizaciones anunciadas serán causa de un conflicto militar en caso de concretarse.
[3] El artículo 5 del Tratado de Washington estipula que:
«Las partes acuerdan que un ataque armado contra una o varias de ellas, en Europa o en Norteamérica, será considerado como un ataque contra todas las partes y, por consiguiente, acuerdan que, de producirse tal ataque, cada una de ellas, en el ejercicio del derecho de legítima defensa, individual o colectiva, reconocido en el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas, asistirá a la parte o las partes que hayan sido atacados emprendiendo inmediatamente, individualmente o de acuerdo con las demás partes, las acciones que juzgue necesario, incluyendo el uso de la fuerza armada, para restablecer y garantizar la seguridad en la región del Atlántico Norte.
Todo ataque armado de dicha naturaleza y toda medida adoptada como consecuencia de este se pondrán inmediatamente en conocimiento del Consejo de Seguridad. Se pondrá fin a dichas medidas cuando el Consejo de Seguridad haya tomado las medidas necesarias para restablecer y mantener la paz y la seguridad internacionales».
[4] Ante las Naciones Unidas ambos países invocaron solidariamente la legítima defensa, aunque los atentados se produjeron solamente en territorio estadounidense.
[5] Sobre la guerra israelí del verano de 2006 contra el Líbano, ver L’Effroyable imposture 2, por Thierry Meyssan, éd. Alphée, 2007.
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