Resulta memorable aquel dos de septiembre de 1960. Apenas transcurridos 19 meses del triunfo de la Revolución, Fidel, ante más de un millón de cubanos, anunció la ruptura de relaciones con Taiwán y el establecimiento de estas con la República Popular China (RPCh).
El paso era dado por el naciente proceso en momento trascendental de su historia pues el pueblo, enardecido, había acudido a la Plaza de la Revolución en ocasión de proclamarse la primera Declaración de La Habana; digna respuesta a la reunión de la Organización de Estados Americanos (OEA) en San José de Costa Rica.
El ente regional, dominado por Estados Unidos, había sido convocada para expulsar a la Isla del organismo hemisférico en un intento por aislarla, paso que solo México rechazó.
El 28 de septiembre, Cuba y China firmaban el Comunicado Conjunto para el establecimiento de relaciones diplomáticas entre ambas naciones.
Pero un acontecimiento de marcada importancia había tenido lugar dos meses antes. El 23 de julio de aquel año, ambas naciones habían suscrito un acuerdo comercial y de pagos, así como varios convenios de cooperación que abarcaban las esferas técnica, científica y cultural.
Los intercambios económicos entre los dos países comenzaron a tomar cuerpo con la visita realizada al gigante asiático por el Comandante Ernesto Ché Guevara en noviembre de 1960.
En esa ocasión, La Habana y Pekín firmaron el Acuerdo de Cooperación Económica y Tecnológica y Cuba fue beneficiada con un crédito por 40 millones de dólares, sin intereses, para la adquisición de equipos y mercaderías.
A partir de entonces, la RPCh tuvo gestos hacia la Antilla Mayor, y que sus dirigentes y pueblo no olvidan.
La nación asiática fue una de las que asimiló parte de la cuota azucarera cubana cuando el presidente Dwight Eisenhower, en 1960, inició el proceso de cierre del acceso al mercado estadounidense de ese rubro cubano.
Productos chinos lograron insertarse en el mercado cubano en diversas esferas, cuando el bloqueo económico, comercial y financiero de Washington se cernió sobre la Isla en los heroicos y difíciles años 60.
La situación se repitió a inicios de los 90, cuando desapareció el campo socialista y la Isla perdió casi totalmente su mercado y se anudó, con mayor rigor, el cerco económico estadounidense.
Acuerdos, convenciones y tratados sobre comercio, ciencia, tecnología, cooperación económica y comercial, exención mutua de visado, protección de inversiones, turismo y otorgamiento de créditos, abarcan actualmente el espectro de las relaciones económicas cubano-chinas.
El intercambio de técnicos en varias disciplinas, la preparación de jóvenes de ese país en Cuba y de nacionales en la RPCh, intercambio en biotecnología, cooperación fitosanitaria, modernización del sistema meteorológico y financiamiento para la construcción de plantas como la de ferroníquel en Moa, son solo algunas de las acciones que actualmente se ejecutan como parte de los nexos existentes y documentos rubricados.
El bloqueo y el tema de los derechos humanos en la Organización de Naciones Unidas, son algunos de los más sobresalientes aspectos en los que la RPCh ha dado su apoyo a la ínsula, en tanto Cuba ha dado su respaldo a Beijing para el ingreso en la Organización Mundial de Comercio, entre otros aspectos de las relaciones políticas internacionales.
Ambas naciones han sufrido y enfrentado el saqueo y las apetencias extranjeras, luchan aún contra las secuelas del colonialismo, comparten los intereses lógicos de naciones en vías de desarrollo, tienen como meta la elevación del nivel de vida de sus pueblos, trabajan por un orden internacional estable y libre de enfrentamientos, mientras laboran por fortalecer la cooperación económica y tecnológica sobre la base de las ventajas mutuas.
De cara al histórico y amistoso intercambio de visitas de alto nivel de tiempos pretéritos y recientes, como a las coincidencias políticas, los dos distantes países han encontrado motivos para su creciente acercamiento.
También lo son la similitud en intereses económicos y metas sociales, histórico y favorable saldo actual de los nexos comerciales y políticos, todo lo cual coloca a ambas naciones ante un promisorio futuro común.
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