Lo acontecido apenas horas atrás en Cartagena de Indias, no podrá ser edulcorado por Washington ni por los grandes poderes mediáticos acostumbrados a trucar cualquier suceso.
Y es que la Sexta Cumbre de las Américas, el foro creado por los Estados Unidos en 2004 como pretendida “ventana de integración” con sus vecinos del hemisferio -vistos siempre en calidad de segundones- no fue capaz de aprobar una declaración final en medio de severas contradicciones entre la mayoría de los países latinoamericanos y caribeños, y el coloso del Norte más las autoridades de Canadá.
Lo tremendo y significativo es que los desacuerdos no fueron sobre materias “suaves” o por meros matices. El pique, que dicho sea de paso, podría comprometer definitivamente el futuro de semejante convocatoria Made in USA, radica en que el Sur del Continente ha reclamado la insoslayable presencia de Cuba en el foro, junto a una posición única que reconozca y se solidarice con el derecho de Argentina sobre las Islas Malvinas, usurpadas por Gran Bretaña desde 1833.
De manera que el mecanismo exclusivista con el que la Casa Blanca intentó, entre otras cosas, imponer al Sur de la región su neocolonial Acuerdo de Libre Comercio de las Américas, ALCA, o presentarse en el rostro de Barack Obama como un ente liberal y dado a la flexibilidad, hace agua aceleradamente, al punto que a estas alturas muy pocos se inclinan a dar siquiera unos centavos por su continuidad.
Y son trascendentes los factores que están contribuyendo a esta nueva y positiva ejecutoria latinoamericana y caribeña.
Hay que decir que los cambios políticos registrados en nuestra zona geográfica en los últimos años con el surgimiento de gobiernos progresistas y populares, y la propia perpetuación de la desidia oficial estadounidense ante los problemas y las realidades de su Sur inmediato, son elementos esenciales de tan significativo giro.
En ese contexto, la creación y expansión de entidades como la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, ALBA, y de la ulterior Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, CELAC, sobre bases estrictas de convergencia respetuosa y solidaria, resultan también claves para que, aún en medio de innegables diferencias ideológicas vigentes, se hayan impuesto en nuestro escenario geográfico la madurez, la sensatez, el apego a las realidades, y un espíritu de unidad que este abril, en Cartagena de Indias, ha pasado con todo éxito una estricta prueba de fuego.
Quienes conocen la nefasta historia de dependencia y servilismo que durante decenios debió vivir el Sur del hemisferio con relación a la primera potencia imperialista, no pueden menos que admirarse y felicitarse por lo acontecido en esa ciudad del Caribe colombiano.
Por tanto, la frase “no hay acuerdo”, es una noticia que implica, por primera vez en mucho tiempo, el triunfo de la autodeterminación regional en toda la extensión de la palabra, con más valor cuando ha sido expresada abiertamente ante el actual jefe de la administración estadounidense, y frente al muro de exclusión y unilateralidad que llevó en su cartera.
¿Consecuencias? O las tituladas Cumbres de las Américas asumen con seriedad y equilibrio los nuevos tiempos regionales, y los poderosos se inclinan a oír y negociar a la par con sus restantes interlocutores; o los latinoamericanos y caribeños siguen su propio camino y se dedican a tiempo completo a fortalecer sus prometedores vínculos y entidades autóctonas.
La bola, por tanto, está en el campo de los recalcitrantes auto-excluidos en esta vigorizada parte del mundo.
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