En la misma medida en que el capitalismo demuestra sus incapacidades para solventar las necesidades más prioritarias de la humanidad, regiones como América Latina, otrora campo libre para los más violentas formas de dominación imperial, se van imponiendo en su ruta por convertirse en polos influyentes en la realidad global.
Ha sido, desde luego, una lucha larga, estoica, en la cual los pueblos de la región y sus dirigentes más auténticos han ido ganando en fuerza, madurez y una visión lo más objetiva posible de la realidad mundial, regional y nacional, de manera de intentar evadir los cambios erráticos y voluntaristas.
Y en esa historia, desde luego -y es un acto de total justicia subrayarlo siempre- Cuba ha desempeñado un papel relevante, desde el pensamiento profundamente latinoamericanista y antimperialista de José Martí, hasta la etapa de lucha y resistencia que convirtió a la Isla en un referente obligado para los revolucionarios del área y de otras partes del mundo.
Y de hecho, la mayor de las Antillas sigue desempeñando, en el nuevo contexto político regional, una actividad notoria y sensible. No puede olvidarse, por ejemplo, que el surgimiento de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, ALBA, con toda su trascendencia como nuevo y humano proyecto de integración, nació precisamente en La Habana en 2004, por iniciativa venezolana y cubana.
Pero el proceso de cambios latinoamericanos prosigue, y justo con signos de orden positivo.
Hace pocos días, por ejemplo, Bolivia anunció su aceptación a formar parte del MERCOSUR, el titulado Mercado Común del Sur, a tono con las políticas de complementariedad y fructífera colaboración que han ido sustituyendo en ese organismo a las tendencias mayoritariamente mercantilistas que le dieron origen decenios atrás.
Por otra parte, es indispensable remitirse además, al hablar de esta evolución regional, a la posición de nuestra zona geográfica en la reciente 21 Cumbre Iberoamericana, con sede en la ciudad española de Cádiz, y donde las naciones del Sur del hemisferio americano demandaron de sus interlocutores europeos un trato y una percepción diferentes.
El diálogo, fomentado entre las ex metrópolis colonialistas y sus antiguas posesiones en esta parte del planeta, debe dejar atrás todo rasgo de velada dependencia e intromisión, para establecerse sobre bases de absoluta igualdad, con más razón cuando España y Portugal viven hoy severas crisis económicas que empañan sus capacidades como pretendidas sociedades desarrolladas.
Estadistas latinoamericanos exigieron de sus pares europeos conductas firmes y racionales frente a sus respectivos desastres financieros y productivos, y recordaron que bajo la égida de nuevos gobiernos de corte progresista, América Latina ha logrado paliar hasta el presente los efectos negativos de la crisis surgida en los Estados Unidos en 2008 y desparramada como un aluvión sobre sus socios del Viejo Continente.
De hecho, varias naciones latinoamericanas se van convirtiendo hoy en receptoras de fuerza de trabajo de las antiguas metrópolis que, como sucediera alguna vez siglos atrás en otras circunstancias y contextos, llegan al Nuevo Mundo en busca de las oportunidades perdidas en casa por la irresponsabilidad e inhabilidad de sus gobiernos.
De manera que así andamos en estos patios regionales que persisten en que la voz y la presencia latinoamericanas ocupen todos los espacios posibles en el controvertido mundo de hoy.
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