Los esfuerzos cubanos en materia de educación y su proyección internacional son realidades que no pueden ser ignoradas.
La campaña nacional de alfabetización generada en la mayor de las Antillas en 1961, y que la declaró territorio libre de iletrados en apenas doce meses, no solo fue un ejemplo de despliegue masivo de nuevos métodos de enseñanza, sino además una tarea relevante de orden social por el nivel de incorporación, tanto de alumnos, como de ciudadanos, mayormente jóvenes, devenidos educadores.
Por demás, Cuba ha generado programas de alfabetización masiva que se aplican hoy en varias regiones del planeta con probada efectividad, de manera que al menos seis millones de personas en todo el mundo han aprendido a leer y escribir hasta el presente con la extensión de su uso.
Y en ese sentido, durante la reciente Reunión Mundial sobre Educación Para Todos, celebrada en Ginebra, Cuba reiteró su compromiso de mantener y extender su cooperación educacional a otras naciones, esencialmente en la batalla contra el analfabetismo.
Hoy existen en nuestro mundo sesenta y un millones de niños sin escolarizar, doscientos millones de ellos que no concluyeron la escuela elemental, y setecientos setenta y cinco millones de seres humanos que desconocen la lectura y la escritura. En cifras redondas, casi un sexto de la humanidad no puede leer ni escribir.
Cuba ha demostrado, por añadidura, que más que un asunto de grandes y cuantiosos recursos, el propiciar la educación para todos implica una sostenida voluntad política y el empeño por hacer valer con efectividad mecanismos internacionales como la cooperación Sur-Sur, toda vez que son los países subdesarrollados los que más sufren de las carencias educacionales a partir de la pobreza generalizada que les asola.
Y en ese sentido, la mayor de las Antillas ha sido una esforzada ejecutora de políticas de cooperación que han propiciado, por ejemplo, que Venezuela y Bolivia se hayan convertido en territorios libres de analfabetismo, o que poblaciones en extremo golpeadas por factores adversos como la de Haití, tengan una esperanza cierta de acceder a la enseñanza.
No por gusto, en su reciente visita a la Habana, Irina Bokova, directora general de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), subrayó el papel que desempeña Cuba en la lucha global contra el analfabetismo y la complacencia de su organismo por contar con un miembro tan esforzado en librar al planeta de uno de sus más degradantes flagelos.
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