En Estados Unidos, no todo el mundo aplaude los anatemas y amenazas de sanciones contra Moscú que Barack Obama ha venido repitiendo a raíz del regreso de Crimea a la Federación Rusa. Para Ron Paul, personalidad cimera de la no injerencia y del Partido Libertario de Estados Unidos, las amenazas del presidente Obama no sólo son vanas sino que además desacreditan a Washington.
Los habitantes de Crimea acaban de tomar las riendas de su propio futuro al pronunciarse –a través del sufragio universal– por una de las dos opciones que tenían ante sí: conservar la condición de región autónoma de Ucrania o unirse a la Federación Rusa. Al hacerlo siguieron las huellas de toda una serie de países y regiones que hoy tratan de liberarse del dominio de un Estado que los ahoga y que hace oídos sordos a sus reclamos.
Escocia, Cataluña y Venecia se han unido recientemente a ese cortejo. Pero nunca oímos hablar de esos tres territorios, que prosiguen pacientemente su lucha, mientras que el voto masivo de los habitantes de la República Autónoma de Crimea a favor de su incorporación a la Federación Rusa ha desatado un verdadero temporal: los dirigentes de Estados Unidos y de la Unión Europea han proferido toda clase de acusaciones y la OTAN incluso ha dado nuevos pasos hacia el inicio de una confrontación armada con Rusia, como en los momentos más álgidos de la guerra fría, situación inédita desde aquel entonces.
¿Lo sucedido justifica tales reacciones?
Quienes condenan el voto que Crimea organizó para decidir sobre su propio futuro se complacen en subrayar que el referéndum es ilegal. Pero el derecho de los pueblos a la autodeterminación es uno de los principios básicos del derecho internacional. El artículo 1 de la Carta de las Naciones Unidas estipula claramente que la gran aspiración de la ONU es promover entre las naciones relaciones de buena vecindad y de amistad basadas en la igualdad en materia de derechos y en la autodeterminación de los pueblos. ¿Por qué entonces se preocupa Estados Unidos por el color de la bandera de un territorio situado a miles de kilómetros de sus propias fronteras?
Para los detractores del referéndum, la ocupación de Crimea por las tropas rusas prueba que era imposible organizar allí un voto justo. ¿Dónde estaban todos estos pensadores cuando las elecciones organizadas en un Irak enteramente sometido a la ocupación militar estadounidense fueron saludadas como el «triunfo de la democracia»?
Los dirigentes estadounidenses que creyeron tener que respaldar el derrocamiento anticonstitucional del gobierno ucraniano harían bien en volver a estudiar lo que les enseñaron en la escuela. Así comprobarían que la Constitución estadounidense prohíbe claramente a nuestro gobierno promover el derrocamiento de gobiernos extranjeros, así como utilizar 1 000 millones de dólares del dinero de los contribuyentes para pagar las deudas que Ucrania ha contraído con sus acreedores internacionales.
La administración Obama ha decidido aplicar sanciones limitadas a un reducido grupo de personalidades oficiales de la Federación Rusa y de la República de Crimea [1]. Pero lo cierto es que ni Estados Unidos ni la Unión Europea pueden darse el lujo de adoptar verdaderas sanciones contra Rusia. Los beneficios que produce la globalización de los intercambios comerciales son demasiado importantes para todas las partes y nadie quiere correr el riesgo de ponerlos en peligro.
Incluso acaba de producirse una mejoría de los mercados internacionales desde que se anunció que las sanciones serían, al menos por el momento, de carácter muy limitado. En esos medios se sabe perfectamente que el intercambio y los acuerdos económicos internacionales constituyen el camino más seguro para la paz y la prosperidad. Esperemos que los gobiernos tengan el buen juicio de seguir ese camino.
[1] “Blocking Property of Additional Persons Contributing to the Situation in Ukraine”, por Barack Obama, Voltaire Network, 17 de marzo de 2014.
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