Claro que la salud del líder de la Revolución Cubana es preocupación de los medios de prensa de todo el mundo, y que cualquier información al respecto se convierte en titular en diversas latitudes del planeta.
No es para menos. Fidel devino líder mundial en estas más de cuatro décadas de continuo bregar contra una decena de administraciones norteamericanas, en los que el proyecto revolucionario se convirtió en realidad y resultó esperanza y guía para millones de personas en varios continentes.
Su obra trascendió las fronteras nacionales de la mano del internacionalismo con el que sangre cubana contribuyó a desmantelar el colonialismo y el apartheid en Àfrica, o médicos antillanos combatieron y combaten enfermedades en apartados rincones del planeta.
Y esa vocación humanista, compartida con el Che Guevara, es la misma que anima a Cuba a formar a profesionales, en particular médicos, para el Tercer Mundo. Ello explica la presencia de numerosas personalidades internacionales en La Habana, desde intelectuales, activistas sociales y políticos, incluidos el presidente boliviano Evo Morales, el haitiano René Preval, el premier de San Vicente y las Granadinas, Ralph Gonzalvez, así como el presidente electo de Nicaragua, Daniel Ortega, y el canciller venezolano, Nicolás Maduro.
La aparición del Comandante en Jefe en la explanada de la Plaza de la Revolución era un anhelo callado o dicho a voces por los cubanos, en la calle, en los trabajos, en los barrios.
Los cientos de miles que desfilaron lo deseaban en su fuero íntimo y muchos mantuvieron su esperanza hasta último momento. No ocurrió esta vez, pero no por ello decayó el ánimo de la avalancha en la que se fundieron militares, trabajadores, estudiantes, amas de casa, hombres, mujeres, niños, ancianos.
La amplia avenida de Paseo, que cruza la Plaza de la Revolución de norte a sur, se vio inundada de carteles, en los que Fidel estaba reflejado en las disímiles maneras con que el pueblo echa a andar su imaginación para expresar la forma de quererlo, esperarlo.
Desde el tradicional y repetido " Viva Fidel", "Fidel, 80 y más", "Seguimos adelante" o "Bush, si te tiras quedas", hasta aquel de "Aché pa´ti", con el que le deseó la mayor de las buenaventuras un ciudadano anónimo de creencias afro.
Y entre tantas consignas escritas o entonadas, una que me impactó, un cartel en manos de un humilde cubano, un negro, que sin pretenderlo escribía un editorial con apenas cuatro palabras: "La Revolución soy yo".
Lo más probable es que haya pasado inadvertido para la mayor parte de los corresponsales extranjeros que por estos días especulan y hacen pronósticos sobre Fidel, el futuro de Cuba y de su emblemática Revolución.
Y en esas cuatro letras está el quid y la respuesta a tantas elucubraciones que circulan en el mundo, mientras los cubanos están preocupados, si, por su líder, pero tranquilos y confiados en el porvenir.
La garantía y continuidad del proceso cubano no descansa en la vida de un hombre, sino en la unidad popular. La Revolución es Fidel, Raúl y otros dirigentes, pero es sobre todo el pueblo, en el que se sembró la semilla de la libertad, la resistencia, la dignidad y el decoro, irrenunciables, que están recogidos en el cartel de aquel sencillo hombre que proclama, con todos los derechos de su lado, que él es la Revolución.
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