Que los tiempos latinoamericanos son ahora más promisorios que nunca antes no lo discute nadie. Vale recordar que apenas a finales de los 90 de la recién concluida centuria, parecía que la izquierda universal dejaba de existir como fuerza política a juzgar por el descalabro de la URSS, la disolución del campo socialista europeo y la proclama imperial que daba "fin a la historia".
Sin embargo, han sido las propias condiciones terribles de explotación y dependencia aupadas por los poderosos, y la carencia de base y sustento de sus propias teorías sobre la invencibilidad del capitalismo, las que han provocado una eclosión progresista en este hemisferio y no deja de incitar el análisis y la admiración de los estudiosos.
Podría decirse sin dudas que, entre quienes conciben la evolución histórica como una espiral, América Latina se ubica hoy en una curva ascendente que podría asumir una prolongada trayectoria a partir de la propia persistencia, inteligencia y creatividad de los pueblos y sus nuevos dirigentes.
En ese contexto hace unas horas cerró en Bolivia una nueva cumbre de dignatarios de América del Sur, donde con incisiva mirada el presidente venezolano Hugo Chávez no dejó de recordar que aún la zona no avanza como un solo pilar unido hacia la independencia y el progreso.
Todavía persisten en el área, pese a los cambios operados en Venezuela, Bolivia, Argentina, Brasil, Uruguay y ahora Ecuador y Nicaragua, gobiernos que le hacen el juego a Washington y a las oligarquías nativas, dados a la retórica populista a la hora de los intercambios públicos, pero reacios a modificar una pulgada de trayectorias que para nada obedecen a las urgencias de sus ciudadanos.
Y Chávez recordaba, por ejemplo, el caso del leonino Acuerdo de Libre Comercio para las Américas (ALCA) diseñado por Washington como nuevo grillete para esta parte del mundo, y que si bien fue derrotado en su intento de instrumentación más generalizada, se infiltra poco a poco en las venas de la región a través de los protocolos bilaterales de la Casa Blanca con algunos gobiernos de la región.
De manera que si hay luces crecientes en América Latina, no dejan tampoco de existir muestras de estancamiento y hasta retroceso a cargo de ciertas autoridades que persisten en hacer gobierno para los intereses foráneos y no para el beneficio de quienes les eligieron a nombre de una esperanza finalmente traicionada.
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