Cuando hace cinco años, en la capital cubana, Fidel Castro y Hugo Chávez daban nacimiento a la entonces Alternativa Bolivariana para los pueblos de Nuestra América, ALBA, quizás no pocos repararon más en el efecto político del hecho, que en su real y tangible alcance económico, social e integrador.
Con el tiempo la Alternativa devendría en Alianza, y cuando del 14 al 15 de este diciembre los jefes de Estado y Gobierno de sus nueve naciones integrantes se reúnan en La Habana, no solo podrán rememorar las particularidades del acto fundacional, sino examinar también una larga cadena de logros y una no menos abultada cartera de proyectos que resultan claves en estos complicados instantes globales.
De hecho, gracias a los esfuerzos del ALBA, millón y medio de latinoamericanos han recuperado la vista gracias a la Operación Milagro, y tres millones 500 mil han aprendido a leer y escribir.
Organismos como PETROCARIBE, nacidos al calor de las nuevas ideas de integración y solidaridad, aseguran el abastecimiento energético a precios racionales a un importante grupo de naciones de esta región.
Mientras, el Sucre va haciéndose realidad como una moneda autóctona para el impulso de las relaciones comerciales y financieras alejadas de la tiranía de un dólar vacilante y cada vez menos creíble, y se adelanta en el proyecto de un Banco del ALBA, que precisamente regule, controle e impulse la actividad económica del conglomerado.
Es decir, que más allá de intenciones y declaraciones, la Alianza Bolivariana de los Pueblos de Nuestra América tiene ya una importante obra concreta que mostrar, y que en muy poco tiempo, exactamente un quinquenio, sobrepasa con creces la de otros grupos y entidades con mayor tiempo de existencia dentro y fuera de esta zona geográfica, muchas veces extraviados en la simple declamación carente de toda sustancia.
Pero el ALBA ha sido a su vez tribuna política trascendental y decisiva, en la misma medida en que nunca se proclamó ajena a la lucha de los pueblos latinoamericanos por un futuro mejor, ni capaz de pasar por alto las presiones, agresiones y prácticas injerencistas de quienes no desean transformaciones profundas en el hemisferio.
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