Suscrito el Tratado de París, Estados Unidos intentó durante la etapa de ocupación militar consolidar su injerencismo en la Isla mediante la implementación de diversas medidas que, no solo pretendían desintegrar todos los órganos e instituciones cubanas, sino también controlarla política y económicamente.
Este artículo es la continuación de:
1- Orígenes de las pretensiones anexionistas norteamericanas
2- América para los americanos: aspiración del vecino codicioso
3- Entre Monroe e intentos de compra: Cuba para Estados Unidos
4- Estados Unidos ante la Guerra de los Diez Años
5- Martí denuncia las patrañas norteamericanas
6- El imperio ignora a los combatientes cubanos
Si bien la administración norteamericana en Cuba tenía plena potestad para actuar a sus antojos, la situación de ambivalencia en el gobierno condicionaba que no pudieran, desde el punto de vista jurídico, promulgar leyes. Como resultado, se vio precisada a gobernar a partir de órdenes militares, las cuales igualmente tendían a garantizar su control.
Entre las primeras medidas dispuestas figuraba el desarme de la población. La promulgación de esa disposición no solo sentaría las bases para la disolución del Ejército Libertador, sino limitaba cualquier posibilidad de resistencia armada.
De esa forma John R. Brooke, gobernador estadounidense en la Isla, fomentando contradicciones entre diferentes dirigentes cubanos, lograría la liquidación del ejército cubano, uno de sus mayores obstáculos.
Todo esto, unido a la anterior desintegración del Partido Revolucionario Cubano a instancias de Tomás Estrada Palma, y la disolución de la Asamblea del Cerro, dejaron a los cubanos a los designios de los gobernadores norteamericanos poniendo los destinos de Cuba en manos del ladrón.
Paralelamente en la economía, y por medio de las propias órdenes militares, se favorecía la inversión de capital norteño en importantes renglones como la industria azucarera, los ferrocarriles y la minería.
No obstante todas esas acciones, resultaba claro para el gobierno de Estados Unidos que constituía una necesidad cortar cualquier posibilidad o intento de los cubanos de hacer algo favorable a su autodeterminación.
Ello quedó patentizado en fragmentos de la carta elaborada por el expresidente Grover Cleveland, en marzo de 1900, cuando apuntó: “(…) Cuba debería ser sumergida por algún tiempo antes de que pudiera ser un estado, territorio o colonia de los Estados Unidos (…)"
Poco tiempo después, esta idea se concretaría aún más durante el proceso de aprobación de la Constitución que regiría los destinos de la Isla.
Durante la celebración de sus sesiones Leonard Word, quien sucedería a Brooke en el gobierno de La Habana, presionaría a fin de lograr que se garantizara el definitivo control, donde se abordaran las relaciones entre ambos países.
Con ese precedente haría su entrada en el panorama político cubano la Enmienda Platt, apéndice adicionado, bajo permanente presión, a la Constitución cubana, y condición para proceder a la retirada de las tropas norteamericanas del territorio nacional.
De esa manera, y partir de recursos legales, Estados Unidos garantizaría su control sobre Cuba: no solo su economía estaba atada a los designios norteamericanos, sino también el devenir político perennemente expuesto a los deseos de tan poderoso vecino, dispuesto a hacer valer cada deseo por la fuerza de las armas.
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