Me imagino que apenas decenios atrás, la Venezuela bolivariana sería tildada por Washington como nuevo “satélite de Moscú” en este hemisferio, y la Organización de Estados Americanos, la desvencijada OEA, ya hubiese sido convocada para analizar “el expansionismo” del Kremlin en América Latina.
Es la experiencia que tenemos los cubanos de épocas pasadas a manos de quienes se estiman dueños de esta porción del planeta, eso sí, bien delimitada entre los poderosos del Norte y los “minusválidos” del Sur.
Por eso es de suponer que, a pesar del transcurrir del tiempo, e incluso de los cambios políticos experimentados por Rusia, los crecientes vínculos entre Caracas y Moscú resulten en extremo molestos para la Casa Blanca y, muy en especial, para los grupos más reaccionarios dentro de las murallas del imperio.
Acostumbrados a analizarlo todo a partir del malsano interés, no comprenden que las naciones puedan establecer lazos de amistad y cooperación para mutuo beneficio y que, cuando alguien te apedrea e insulta, resulte lo más lógico del mundo buscar nuevos amigos verdaderamente respetuosos y colaboradores.
Todos esos elementos están en los cimientos de los vínculos venezolano-rusos, que acabaron de recibir nuevo impulso con la reciente visita a Caracas del premier Vladímir Putin.
Hay un sustrato esencial que hace converger a ambas naciones y las impulsa al más efectivo entendimiento: es el sentido de multilateralidad promovido en favor de las relaciones internacionales, y excluyente de todo intento hegemonista, exclusivista o imperialista, bases de la actuación norteamericana en la arena global.
Pero además, Rusia y Venezuela tienen infinidad de puntos comunes sobre los cuales poder trabajar intensamente para beneficio compartido.
De hecho, Putin y el presidente Hugo Chávez suscribieron 31 acuerdos en materia energética, agrícola, educativa, comercial y tecnológica, entre ellos, el protocolo por valor de 20 mil millones de dólares para invertir en los próximos 40 años en la explotación del campo Junin 6 de la Faja Petrolífera del Orinoco, de la cual se pretende extraer en conjunto hasta 450 mil barriles diarios de crudo.
El presidente venezolano informó además que se iniciaron conversaciones sobre la posibilidad de generar en Venezuela, con la ayuda de Rusia, energía nuclear con fines pacíficos.
A cambio, Caracas no tendrá que plegarse a los intereses del Kremlin ni cederle bases militares ni asentir servilmente indicaciones de Moscú, actitudes que todavía en esta región algunos asumen hasta gustosos con respecto al autoritario índice de Estados Unidos.
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