Aquella madrugada del nueve enero de 1992 hubiera sido tan apacible como otra para los vigilantes del Campamento de Pioneros José Martí, al este de La Habana… pero el grupo de contrarrevolucionarios penetró en su Base Náutica para sustraer una embarcación y viajar ilegalmente hacia EE.UU.
En su afán por abandonar Cuba a cualquier costo, sorprendieron a los combatientes del Ministerio del Interior: el soldado Orosmán Dueñas Valero, de Tropas Guardafronteras; el sargento de tercera Yuri Gómez Reinoso, de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR); y el custodio Rafael Guevara Borges, a quienes neutralizaron y maniataron.
Cuando los elementos antisociales se percataron de la frustración del intento de arrancar la nave y la posibilidad de dejar el país, regresaron y ametrallaron a los tres jóvenes que yacían amarrados en el suelo.
Otro agente de la PNR, el sargento de primera Rolando Pérez Quintosa, acudió al lugar tras escuchar los disparos y recibió heridas de gravedad en desigual combate; a poco más del mes, fallecía también, después de inagotables esfuerzos médicos para tratar de salvarle la vida.
La rápida actuación de las fuerzas del MININT, del Sistema Único de Vigilancia y Protección, y la acción de la población, pusieron en menos de 48 horas a los autores del crimen en manos de los tribunales.
Pérez Quintosa sufrió durante 40 días hemorragias e infecciones causadas por las perforaciones en su tórax y abdomen, aunque se habría salvado de no resultar imprescindible un medicamento solo producido en Estados Unidos.
Ni siquiera por sentido elemental de humanismo, el gobierno estadounidense dejó de ampararse en su guerra generalizada contra la Revolución y se negó a vender el medicamento para impedirle la muerte.
Cuando amigos de la obra revolucionaria hicieron llegar el producto a La Habana, ya era tarde. El único sobreviviente de la masacre de Tarará falleció el 17 de febrero de 1992.
Pablo Dueñas, padre de Orosmán, evidenció posteriormente las huellas del dolor por haber perdido a su hijo quien al morir contaba apenas con 20 años de edad.
Calificó de horrible ver a esos jóvenes vilmente masacrados. “Mi hijo era el menor de todos, un muchacho que pasaba en Tropas Guardafronteras su Servicio Militar y sentía orgullo de ser miembro del MININT.
“Nunca olvidaremos a Orosmán ni lo que le hicieron. Quienes cometieron ese atroz crimen estaban motivados por la asesina Ley de Ajuste Cubano”.
Sin embargo, está pendiente el establecimiento de la justicia con norma legal de nombre tan polémico como Ley de Ajuste Cubano, la cual promueve monstruosidades como la ocurrida en Tarará y otros terribles desgarramientos a la población cubana.
Es de las más claras expresiones de la política migratoria criminal, inmoral y discriminatoria de Estados Unidos contra los cubanos, adoptada en 1966 con el deliberado propósito de incentivar las salidas ilegales hacia esa nación.
Para colmo, es la única de su tipo en el mundo, pues ofrece a los cubanos que arriben a Estados Unidos de modo irregular e ilegal, privilegios que no tienen ciudadanos de otra nacionalidad ni país, sin reparar en las formas y métodos empleados.
Han pasado 20 años y todavía se mantiene fresca en la memoria aquella mañana en la que la Plaza de la Revolución se llenó de pueblo para rendir tributo a los mártires de Tarará y donde sus familiares y amigos lloraron de rabia y de dolor por aquel atroz asesinato.
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