Más de 14 mil familias cubanas se dejaron engañar por el macabro plan organizado en Estados Unidos con el criptográfico nombre de Operación Peter Pan, el cual fue denunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro como un invento absurdo, inverosímil y ridículo.
"Es la patraña más descarada que se le ha ocurrido inventar a la contrarrevolución’’, afirmó el máximo líder de la Revolución el 19 de septiembre de 1961 en un acto para la entrega de los premios a los ganadores del Concurso de Canciones Populares, efectuado en el teatro García Lorca.
Los antecedentes de semejante campaña sobre la Ley de la Patria Potestad datan del 26 de octubre de 1960, cuando la emisora Radio Swan comenzó a intercalar anuncios alarmantes sobre el particular.
Radio Swan formó parte del Programa de Acción Encubierta contra las autoridades cubanas, aprobado el 17 de marzo de 1960 por el presidente Dwight D. Eisenhower, quien rompió las relaciones diplomáticas con la Isla el tres de enero de 1961.
En la extensa lista de acciones reprobables de la CIA estuvo esa falsa ley, profusamente reproducida y distribuida por sus agentes internos, para hacer creer que el gobierno despojaría a los padres de la Patria Potestad sobre sus hijos, ese arcaico principio del Derecho que data de la antigua Roma imperial.
Los autores del documento legislativo lo dieron a la publicidad cuando el gobierno cubano, con su Ley 797 del 20 de mayo de 1960, facultó al Ministerio de Justicia para que en forma gratuita realizara inscripciones y transcripciones de nacimientos y efectuara matrimonios ilegales hasta el momento.
No obstante, la referida Agencia continuó su propósito, públicamente reconocido, de fabricar dentro y fuera de Cuba a la "oposición" contrarrevolucionaria, como se evidencia en la Ley Helms-Burton y otros textos.
La falsa Ley de la Patria Potestad estaba supuestamente firmada por Fidel y el Presidente Osvaldo Dórticos, cuando ni siquiera este último se encontraba en La Habana.
De modo que una rara masa de niños confundidos preparándose a viajar solos hacia Estados Unidos, comenzó a colmar el Aeropuerto Internacional José Martí.
En violación de sus propias leyes de inmigración, Washington gastó grandes sumas con las compañías aéreas para recibirlos en Miami, en un centro de "refugiados" para los mayores y otro con varios pabellones para los niños que llegasen solos.
Una parte de los menores encontró a familiares que los albergaron, pero otros quedaron al cuidado de instituciones católicas, en campos de asilo o fueron recibidos por familias en varios lugares de Estados Unidos.
Era una gran paradoja: abandonaron a sus hijos a una incierta suerte, con la incauta intención de protegerlos. Los niños llegaron a 187 ciudades, en 45 estados de EE.UU, según fuentes de la Unión.
La mayoría de ellos sufrió un gran trauma que desembocó en desarraigo. Hubo desde quienes aprendieron solos a situarse en la vida, hasta casos dramáticos como el de Robert Rodríguez, quien a los 55 años de edad, presentó una demanda ante un juez de Miami.
Denunció que durante los cinco años que estuvo bajo la "protección del programa de la arquidiócesis de esa ciudad, fue víctima, junto a otros niños, de continuos abusos sexuales y emocionales... en los distintos campamentos donde lo tuvieron".
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