A 15 años del hallazgo de los restos mortales de Ernesto Guevara y otros seis miembros de la guerrilla en Bolivia este 28 de junio, el suceso sigue constituyendo un hito histórico y científico. Su regreso a Cuba cumplió el anhelo del pueblo de la Isla.
Desde la divulgación de la muerte del comandante guerrillero, en 1967, se inició el largo proceso de acopio y análisis de información, a la espera de las condiciones políticas propicias en el país andino, que permitieran su búsqueda, lo cual se produjo en 1995.
Ese año, el equipo multidisciplinario de especialistas cubanos y argentinos, encabezado por el doctor Jorge González, entonces jefe del Instituto de Medicina Legal de Cuba, viajó a Bolivia.
Tras un año de intensa labor, que no descartó otros lugares de la geografía de ese país, se logró ubicar el sitio exacto del aeródromo de Vallegrande, donde los verdugos pretendieron también sepultar, en una fosa común, el recuerdo del legendario guerrillero.
"La investigación histórica realizada fue crucial para determinar áreas de interés donde realizar fotografías aéreas y los análisis de teledetección que permitieron identificar los lugares probables del enterramiento", apuntó por aquel entonces el doctor González.
El trazado de un mapa de isolíneas, elaborado por técnicos cubanos, contribuyó a identificar los movimientos de terreno que no correspondían a los realizados para la construcción de la pista, y fue analizado cada metro cuadrado del suelo; su composición química, Ph, color...
El análisis topográfico incluyó la comparación de fotografías para detectar cambios en la vegetación, desplazamientos geológicos, movimiento de objetos como cercas perimetrales, piedras, que pudieran revelar evidencias de alguna excavación.
Héctor Soto, médico forense, explicó entonces que el trabajo arqueológico fue realizado con sumo cuidado para no dañar las osamentas, y porque existían versiones sobre la posible siembra de explosivos junto a los cadáveres, con lo cual pretendían desestimular la búsqueda.
En la identificación de los restos se aplicó la técnica de superposición cráneo-fotográfica por sistema computarizado, y se compararon registros dentales y otros datos clínicos.
Deysi Vilamajó, ecóloga, quien integró el grupo de más de 100 especialistas de 15 instituciones científicas, quienes apoyaron el trabajo de campo desde Cuba, a pesar de considerar ínfimo su aporte, afirma que esta fue la investigación más importante de su carrera y su recuerdo más entrañable.
"El Che nunca se fue de aquí; crecimos con su ejemplo y su presencia es permanente, pero, como parte de este pueblo, teníamos el anhelo y el deber de encontrarlo y traerlo de regreso", dijo la especialista.
Ella supo la noticia del hallazgo la víspera de su cumpleaños, durante un viaje de trabajo a la española ciudad de Sevilla. Allí, mientras se trasladaba en el metro, escuchó en las estaciones radiales, y luego en los autobuses, el timbre inconfundible del cantor cubano Carlos Puebla, y las conversaciones que giraban en torno al hallazgo; las personas especulaban sobre el destino de los restos de los combatientes.
Al llegarle tan especial noticia en tierras lejanas, la ecóloga cubana solo lamentó no poder compartir la alegría del éxito con sus colegas.
Entonces, dijo, "recordé los versos, tantas veces evocados, del poeta nacional Nicolás Guillén, quien cantó al deseo irrenunciable de hallar al Comandante-amigo entre bosques, selvas, páramos, donde pretendieron ocultar su ejemplo".
En suelos que el Che nunca pisó, constató nuevamente las colosales dimensiones del hombre para el que, al decir de Fidel en el complejo escultórico Memorial Comandante Ernesto Che Guevara en Santa Clara, el seis de octubre de 2010: “Sólo en el mundo con el cual soñó, para el cual vivió y por el cual luchó, hay espacio suficiente”.
Manténgase en contacto
Síganos en las redes sociales
Subscribe to weekly newsletter