Cuando el pueblo peruano, el 10 de abril, votó con desdén y en paupérrima porción por Alan García Pérez, le dijo: ¡hasta aquí, no más allá! Su larga lista de escándalos, liberación de narcotraficantes, falta de escrúpulos en todo orden de cosas, desviacionismo para con las ideas de Víctor Raúl Haya de la Torre, abandono absoluto de toda ética, su entrega desvergonzada a la derecha y a los grupos de poder, su hedonismo y vanidad, sepultaron al alanismo y con este acto independiente, también, a todos los que vienen siendo cómplices desde hace más de treinta años de la traición. Ni Alan ni ellos merecen cargo, sino la expulsión terminante y el alejamiento total del Partido Aprista.
Concebir que los ingenieros y arquitectos de la pavorosa debacle del 10 de abril, léase alanistas de primer, segundo, tercer o cuarto escalón, sean parte de una “reorganización” es como poner al gato de despensero y, en analogía útil, encaramar de ministro de Moral y Etica a Vladimiro Montesinos y su aberrante concepción de compra y subasta de conciencias, firmas y almas. Quien albergue este falso atajo es cómplice, también, de un insulto a la memoria invicta de Haya de la Torre.
El país ha contemplado cómo Alan García Pérez, muy a tono con su cinismo a prueba de fracasos espeluznantes, manda cartas y alienta la colocación de trebejos suyos en comisiones que son espúreas por contener dentro de sí, elementos digitados por el anti-Haya por antonomasia. Culpar, como hace García, a la derecha, deviene irrisorio y ridículo porque él es un derechista irredento y soberbio que no quiere admitir que hasta sus patrones, esos que le pagaban conferencias por decenas de miles de dólares, también se cansaron de él y le retiraron toda clase de respaldo culposo.
El pueblo aprista, alejado de los locales partidarios, eludido por una cáfila de seguidores del alanismo, debe comprender que no hay posibilidad de pacto, componenda, alianza estratégica o torpe con aquellos que hicieron de la política vil negociado culpable que denunciaba Haya de la Torre desde su carta del 3 de octubre de 1923 en la Isla San Lorenzo cuando partía hacia su primer destierro. Ningún inmoral, todos los alanistas lo son, puede exhibir honestidad ni de obra o palabra son más bien los que han disfrutado de las mieles de puestos públicos, dinámicas oscuras que jamás han sido aclaradas sobre el uso de fondos del Estado en aventuras non sanctas, elementos que de la noche a la mañana, resultaron con propiedades inmobiliarias, vehiculares, viajes al por mayor y títulos académicos dudosos o falsos.
El alanismo se apropió para fines egoístas y personales del aparato partidario del aprismo. Declinó las viejas banderas éticas y convirtió en mercenarios con sueldo y pitanza a cientos o miles de jóvenes que son incapaces de deletrear, siquiera, los rudimentos más esenciales de El antimperialismo y el Apra y, en cambio, sí ladran groserías y dicterios de alto calibre pero nula savia como la de los cabellicos que se lleva el aire. Torcido el designio histórico de partido-escuela, el aprismo de las calles, de los sindicatos, de las marchas, de las protestas, vio cómo una pandilla de aventureros pusieron precio dinerario a todo y “negociaron” huelgas, alentaron sindicalismo paralelo y entreguista y pudrieron lo que jamás debió ser otra cosa que la sana protesta en la forja de un Perú libre, justo y culto.
¿Qué hacer? Alentamos a todos los militantes que quieran romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz a que expresen su protesta, desconozcan a los inmorales alanistas enquistados aún en puestos de la maquinaria del Partido. Cualquier avenimiento con elementos podridos por la venalidad y el soborno de conciencias, es inviable y una farsa a todas luces. No sólo es Alan García, también son co-responsables todos aquellos que no dijeron nada y dejaron hacer el estropicio de haber convertido al Apra en una minúscula muestra de cualquier capacidad política, con número pobre de parlamentarios, aún por interpelar y enjuiciar políticamente a cada uno de ellos, por tanto, esa barbarie alanista sólo merece la expulsión radical de todas las actividades con el propósito sincero de rescatar al aprismo de las manos innobles en que está en estos días.
La hora ha sido llegada de juntar esfuerzos entre los puros y sinceros y porque podemos exhibir trayectorias sin manchas, invitamos a que se unan a la acción.
El rescate del aprismo es, por los próximos años, una tarea indispensable en todo el Perú. Hay que liquidar la suciedad alanista y limpiar el Partido. Eso sólo lo pueden hacer quienes estén limpios. ¡De ninguna manera, quienes tienen manchadas las manos con la sangre del crimen que significa la equivocada imagen que el pueblo peruano tiene de la gran obra de Víctor Raúl Haya de la Torre y que fuera esperanza y elan de compatriotas que expusieron su credo ante pelotones de fusilamiento, sufrieron prisión y deportaciones y consagraron la prestancia de honrados con que se conoció a los apristas desde 1930!
¡La gran transformación, el rescate del aprismo por los apristas, es ya mismo!
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