Básicamente un logrero. Dice el diccionario Larousse: “Persona que procura lucrarse por cualquier medio”.
Infiérese inequívocamente que ser inescrupuloso es ser alanista y viceversa. Una manifestación temprana de este cinismo lo constituye la foto que acompaña a este trabajo: la burda falsificación que “muestra” a Alan García Pérez al pie del lecho de enfermo de Víctor Raúl Haya de la Torre en Villa Mercedes, Vitarte, lugar al que tenía prohibido entrar. Si el jefe de la pandilla era capaz de mentir trucando fotos, ¿por qué no el resto?
El alanista está alejado de la ética, no comulga con aquella porque la mentira es su blasón y la demagogia su estandarte. Al estilo de Goebbels: “miente, miente, que algo queda”, esta deformación social depredó el inmenso capital político forjado en las calles, con héroes y mártires, yerros, giros y volteretas polémicas, por la generación que a partir de los años 20 y que saliendo de la escuela del anarcosindicalismo, formó luego el Partido Aprista, cuya historia se encargaron de vomitar los fautores del reciente y catastrófico 10 de abril.
La fauna alanista no argumenta, insulta y apostrofa sin medida y con fanatismo ridículo. Es tanta la majestad inversa de estos individuos que pretenden encontrar explicaciones emotivas o históricas a la monumental derrota que canceló el alanismo en abril. Verbi gracia: resulta divertido y abyecto ver cómo los alanistas ensayan llevar a cabo un congreso partidario en julio cuyo resultado hemos previsto sin mayor dificultad: ¡fraude!
¿Cómo explican los alanistas esos descarados signos exteriores de riqueza, propiedad patrimonial, vehicular, viajes al por mayor, maestrías y cursos urbi et orbi, de sus principales capituleros? Como son ignorantes desconocen que Haya de la Torre murió el 2 de agosto de 1979 en casa familiar y fraterna pero prestada. Su única propiedad, los cientos y miles de libros que eran su fuente cotidiana de consulta y aprendizaje y renovación constante, tenía precio simbólico. La limpia autoridad moral de Víctor Raúl contrasta con la desverguenza millonaria de quienes le invocan pero que le niegan con cada delito que acometen.
Si se trata de ideas, los alanistas carecen de aquellas. No suscriben el antimperialismo y menos hablan de la construcción del Estado con base en el frente único de trabajadores manuales e intelectuales. Desclasados, defienden una pseudo posición que lo único que pretende es disimular las continuas y clamorosas claudicaciones al ideario y doctrina apristas. Y por toda solución aluden a García Pérez, persona insospechable de honestidad o coherencia porque sus signos distintivos siempre han sido su falta de escrúpulos de cualquier índole. Sembró tanta insidia y mediocridad que el 10 de abril desapareció al Partido Aprista aunque “salvó” gracias a los amigotes, al cancelado alanismo con algo más del 5%.
Sociológicamente el alanismo no va más allá de un club de amigos o una taifa de depredadores políticos. Pocos se explican cómo es que aún haya quienes persisten alineados alrededor del dos veces ex presidente. ¡He allí la clave! La lectura debe discurrir por el frío análisis que lleva a la conclusión que hay quien conoce de múltiples delitos y guarda la documentación precisa. Los que no quieren irse a la cárcel o a juicios penales con el mismo destino, tienen que poner fondos y emprender caminos conjuntos con el mandón. ¿O no es así?
Con sus errores múltiples, al aprismo se reputaba como a una fuerza política siempre con el tercio presencial en las elecciones. El alanismo pulverizó esa potente porción. Aún más, a los de ese partido se les conocía como gente honrada. A partir de 1985, el pueblo empezó a tildar a todos los apristas como rateros y delincuentes. Justos han pagado por pecadores.
¿Amainó luego del 2011 y a posteriori de terminado el segundo gobierno de García Pérez, esa sensación en la conciencia del pueblo peruano? ¡De ninguna manera, se acentuó y los malabares del alanismo en el Poder Judicial consiguen “victorias” que son derrotas flagrantes en el sentimiento popular! El 5.7 % así lo testimonia y los ladridos pueden poco o nada frente a realidades concretas e imbatibles.
¿Cómo es que los apristas de base, los que siempre son usados y aprovechados, no botan y expulsan a los alanistas? Cuestionamiento que pasa por una interrogante, también dolorosa: ¿murió el aprismo como respuesta al reto y como capacidad de lucha espiritual y doctrinaria por un Perú libre, justo y culto?
El tiempo lo dirá.
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