Si Joe Biden acaba siendo entronizado como presidente de Estados Unidos, es posible que apoye los proyectos de los presidentes de Irán y de Turquía. Biden podría favorecer la creación de un imperio regional iraní en Levante y de un imperio regional turco en el Cáucaso, en ambos casos en detrimento de Rusia. Este trabajo pasa revista a los cambios registrados en Irán.
En Irán existe un gran antagonismo entre el gobierno del jeque Hassan Rohani y los Guardianes de la Revolución. Los Guardianes de la Revolución no dependen del gobierno de Rohani sino que están directamente bajo las órdenes del Guía Supremo, el ayatola Alí Khamenei.
El proyecto del presidente Rohani: capitalismo e imperialismo regional
El jeque Rohani es miembro del clero chiita, como el ayatola Khamenei. Pero los Guardianes de la Revolución no son miembros del clero sino soldados.
Los Guardianes de la Revolución son discípulos del imam Khomeini y se plantean como objetivo exportar la revolución antimperialista y liberar el mundo del imperio anglosajón (Estados Unidos + Reino Unido + Israel) que tanto sufrimiento ha causado a Irán. No tienen ningún tipo de vínculo con el ejército regular iraní, que depende del presidente de la República Islámica (el jeque Rohani) y cuya única misión es garantizar la defensa del país.
Durante la larga guerra que Irak emprendió contra Irán por cuenta de Estados Unidos, el jeque Rohani era parlamentario. En aquella época, Rohani se entendió con Washington para obtener la liberación de rehenes estadounidenses en Líbano a cambio de aprovisionamiento en armas garantizado por Estados Unidos. Posteriormente, Israel se puso en contacto con Rohani para armar a su país. Fue Rohani quien introdujo en ese juego a su mentor, el hodjatoleslam Akbar Hashemi Rafsanyani. Rohani y Rafsanyani organizaron juntos el tráfico de armas (que al salir a la luz pública dio inicio al escándalo conocido como “Irán-Contras”, en 1986), que significó muerte y desolación para la Nicaragua sandinista mientras que alimentaba aún más la fortuna del ya muy acaudalado Rafsanyani.
Años después, como resultado de una nueva negociación secreta con Estados Unidos en Omán, el ayatola Khamenei designó al jeque Rohani para sustituir al entonces presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad. Durante la campaña electoral que precedió la elección presidencial iraní de 2013, el jeque Rohani se presentó como un partidario del naciente capitalismo financiero y declaró que Irán tenía que dejar de financiar movimientos revolucionarios extranjeros, aunque fuesen chiitas, como el Hezbollah libanés. Con ese discurso, Rohani estaba ofreciendo garantías a Estados Unidos y a Israel.
Ya electo presidente de Irán, el jeque Rohani negoció inmediatamente con Estados Unidos –conforme a las instrucciones del Guía, el ayatola Khamenei. Su ambición era recuperar el papel de gendarme regional que el imperialismo anglosajón había asignado en el pasado al shah Mohamed Reza Pahlevi –con el derrocamiento del shah, ese papel había pasado sucesivamente a manos del Irak de Saddam Hussein y después a Arabia Saudita.
Por tratarse de un objetivo en total contradicción con el legado del imam Khomeini, Teherán y Washington presentaron sus negociaciones como tendientes a poner fin al programa nuclear iraní. Seguidamente incorporaron a los demás miembros del Consejo de Seguridad de la ONU más Alemania a una serie de reuniones en Ginebra, reuniones que rápidamente conducirían a un acuerdo sobre el tema nuclear, en 2013. Aquel acuerdo no sorprendió a Alemania, China, Francia, Reino Unido y Rusia porque ya sabían que Irán había abandonado la investigación nuclear con fines militares desde 1988.
Todavía hubo un año de pausa, utilizado para proseguir las negociaciones bilaterales entre Teherán y Washington. Durante ese periodo, el ahora presidente Rohani procedió discretamente a retirar su embajador de Siria y los créditos iraníes al gobierno sirio. Sólo se mantuvieron en Siria los Guardianes de la Revolución, frente a la OTAN y a los yihadistas utilizados por Occidente para destruir la República Árabe Siria. Finalmente, el acuerdo negociado con los 5+1 fue firmado públicamente en Viena, el 14 de julio de 2015.
De paso, el jeque Rohani negoció con Austria un acuerdo que le permitiría exportar el gas iraní a Europa, en detrimento de Rusia. Pero ese acuerdo nunca llegó a concretarse.
El jeque Hassan Rohani esperó hasta su segunda campaña electoral, al cabo de la cual fue reelecto presidente, en 2017, para permitir que se conociera su proyecto: restaurar el imperio safávida. Pero siguió actuando con toda prudencia ya que la revelación se hizo a través de una publicación de su think-tank mientras que Rohani seguía utilizando la retórica del imam Khomeiny. El imperio safávida [de 1501 a 1736] se constituyó alrededor del culto musulmán chiita y el nuevo «Gran Irán» abarcaría también el Líbano, Siria, Irak y Azerbaiyán, bajo la autoridad del Guía de la Revolución.
Consecuencias del proyecto del presidente Rohani
El texto sobre el verdadero proyecto de Rohani fue inmediatamente traducido al árabe y estremeció el Medio Oriente ampliado (o Gran Medio Oriente) ya que Azerbaiyán es un país casi enteramente chiita, pero no es así en los demás países mencionados.
• En Líbano, el Hezbollah ha visto aparecer en su seno dos tendencias: la primera está encabezada por su secretario general, Hassan Nasrallah, quien defiende una línea nacionalista libanesa, mientras que la otra, lidereada por el jeque Naim Qassem aplaudió ruidosamente al jeque Rohani.
• En Siria, donde los chiitas son una pequeña minoría, el presidente Bachar al-Assad –chiita pero profundamente laico– disimuló su cólera prefiriendo ignorar tal proyecto.
• En Irak, país donde la población chiita es mayoritaria –pero también profundamente nacionalista en su mayoría–, la mayoría de los chiitas, entre ellos el líder Moqtada el-Sadr, han preferido volverse hacia Arabia Saudita (sunnita).
• En Irán, el general Qassem Suleimani, jefe de los Guardianes de la Revolución, se convirtió en el principal adversario del presidente Rohani.
• En Azerbaiyán, país simultáneamente chiita y turcoparlante, la clase dirigente prefirió acercarse a Turquía, con la cual finalmente emprendió la guerra contra Armenia en el Alto Karabaj.
Fue en ese contexto que el presidente estadounidense Donald Trump sacó a Estados Unidos del acuerdo 5+1 (JCPoA) sobre el tema nuclear. Pero su objetivo –contrariamente a la lectura que de ese hecho se hace en Europa occidental– no era destruir el legado supuestamente pacífico de su predecesor, Barack Obama, sino oponerse a la reorganización implícita en el proyecto del jeque Rohani: el Levante para Irán y el Cáucaso para Turquía. El único criterio de la Casa Blanca era evitar nuevas guerras que exijan despliegue de tropas estadounidenses.
La extrema desigualdad entre el modo de vida de las familias de los miembros del gobierno del jeque Rohani y las dificultades cotidianas que enfrenta la mayoría de los iraníes provocó grandes motines a finales de 2017. El ex presidente Ahmadineyad se implicó en esas protestas, tanto contra el presidente Rohani como contra el Guía. La represión fue terrible –quizás con un millar de muertos– y varios ex miembros del gobierno de Ahmadineyad fueron sometidos a juicios secretos y condenados duras penas de cárcel bajo cargos que no se han dado a conocer.
Para mostrar que Washington no trataría de seguir utilizando a los sunnitas contra los chiitas ni a los árabes contra los persas, el presidente Trump ordenó asesinar sucesivamente a los dos principales jefes militares de cada bando: el “califa” sunnita del Emirato Islámica (Daesh), Abou Bakr al-Baghdadi, y el general chiita iraní Qassem Suleimani, jefe de la fuerza Al-Qods de los Guardianes de la Revolución.
De esa manera, Trump trataba de demostrar también que Estados Unidos sigue controlando la región, pero a la vez favorecía –quizás sin intención de hacerlo– al bando del jeque Rohani en Irán. Por su parte, Rohani condenó ruidosamente al «Gran Satán» y acusó al jefe de los servicios secretos iraquíes, Mustafá al-Kazimi, de ser cómplice de los estadounidenses. Sin embargo, cuando al-Kazimi fue nombrado primer ministro –sólo semanas después del asesinato del general Suleimani–, Rohani estuvo entre los primeros en felicitarlo y expresó su propio regocijo por el nombramiento.
Ya a finales de 2020, los amigos israelíes del jeque Rohani hicieron asesinar al general Mohsen Fakhrizadeh, importante científico nuclear y camarada del general Suleimani, con lo cual quedó decapitada la tendencia khomeinista.
El jeque Rohani e Israel
El presidente y jeque iraní Rohani está dispuesto a dejar Azerbaiyán en manos de Turquía si le dejan el Levante, región donde –a pesar de lo que se afirma en Occidente– puede contar con la ayuda de Israel, país para el cual Rohani, lejos de ser un enemigo, es un socio de larga data. Basta recordar, lo que ya mencionamos antes en este mismo trabajo: Rohani fue el primer contacto de Israel en el asunto Irán-Contras (1985-1986).
Rohani también administró el 50% del oleoducto Eilat-Ascalón y sus dos terminales, indispensables para la economía de Israel. A finales de 2017, la comisión de Exteriores y Defensa del parlamento israelí prohibió toda publicación al respecto con la amenaza de una condena de 15 años de cárcel para quien se atreviese a mencionar el tema.
Rohani siempre ha recibido periódicamente en Teherán a Iddo Netanyahu, hermano del primer ministro israelí Benyamin Netanyahu. Iddo es un discreto dramaturgo que vive entre Estados Unidos, Israel e Irán, y posee una residencia permanente en cada uno de esos 3 países.
Actualmente, el jeque-presidente Hassan Rohani espera poder concretar su proyecto si finalmente Joe Biden es entronizado como presidente de Estados Unidos. Ni siquiera será necesario restaurar el acuerdo ficticio sobre la cuestión nuclear sino sólo permitir que Teherán vuelva a ser el gendarme de la región.
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