Bajo fuego cruzado, el gobierno de George W. Bush ha convertido al asesino Luis Posada Carriles en un "espalda mojada mentiroso", y ahora se aferra a esos cargos para seguir dando largas a un posible proceso judicial serio y responsable contra el connotado terrorista.
Cuba desenmascaró en 2005 la presencia del criminal en Miami, luego de su llegada a los Estados Unidos desde México a bordo del buque Santrina. Desde su forzada captura, Posada Carriles ha vivido confinado en el centro de detención de El Paso, en Texas, por entrar ilegalmente al país. Entonces jueces norteamericanos, tan "preocupados" ellos por la aplicación de las leyes, indicaron que Washington debía presentar cargos efectivos contra el reo o de lo contrario saldría en libertad.
La "solución" llegó hace unos días, cuando la fiscalía anunció que el "inmigrante" había mentido a las autoridades sobre las vías utilizadas para llegar al país. Poco después fue remitido a Nuevo México y ahora acaba declararse inocente, en una nueva fase para dilatar el proceso.
Y en medio de todo este barullo, lo que llama poderosamente la atención es que la Casa Blanca ni acusa a Posada Carriles de terrorista, ni aplica la extradición debidamente solicitada por Venezuela contra uno de los promotores de la destrucción de un avión cubano con 73 personas a bordo frente a las costas de Barbados, en octubre de 1976.
Pero las realidades se imponen. Personeros de la mafia anticubana en Miami han iniciado marchas, campañas y hasta actos religiosos de apoyo al detenido, a quien califican de "patriota" en su enfrentamiento a La Habana. Un especimen que por demás, según las mismas torcidas fuentes, fue agente CIA y "trabajó muy duro a favor de los Estados Unidos".
Y por si fuera poco, una reciente noticia puso de nuevo sobre el tapete los métodos nada "convencionales" a los que se adscriben Posada y sus protectores. Bajo el automóvil del informante del FBI Gilberto Abascal, que viajó en el Santrina con Posada Carriles, apareció una potente bomba que la policía logró desactivar a tiempo y evitar que el declarante volara por los aires con sus comprometedores testimonios.
Dicen que no hay pruebas de quienes fueron los autores, pero si Abascal iba a declarar contra Posada Carriles, no hay que ser muy listo para determinar el origen del frustrado acto dinamitero. Y valdría la pena preguntarse: ¿Se anda o no entre criminales?
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